En la medida en que van pasando las horas se va conociendo la naturaleza de la penetración y los actos sangrientos que cometieron los militantes de Hamas contra la población civil, indefensa, de Israel, y no hay otra forma de llamar ese ensañamiento y venganza que no sea como un acto criminal.
La agresión y fusilamiento de más de 260 jóvenes que participaban, en el sur de Israel, en un festival de música electrónica, fue una de las acciones más deleznables de esta incursión, por militantes de Hamas que llegaron en parapentes con motores a esa zona.
Luego se ha dado a conocer la penetración de militantes de Hamas en Kibutz y comunidades indefensas, en donde personas fueron fusiladas en sus camas, dentro de sus casas, y hasta se han encontrado bebés decapitados.
Esos crímenes, con su saña y su odio, jamás generará adhesión a la causa del pueblo palestino y jamás podrá ser utilizada como un acto de justicia, por más crueles que hayan sido los judíos contra los palestinos durante muchas décadas, por más Intifadas que hayan sido reprimidas y por más agresiones que los colonos judíos hayan auspiciado para despojar de sus tierras, nuevamente, a los palestinos.
La indignación mundial no podría ser peor. Y más ahora cuando se escuchan los discursos de los líderes de Irán, principalmente, proclamando que el Islam quiere venganza y quiere y busca la muerte de los judíos y sus descendientes en cualquier lugar del mundo donde se encuentren, y que los cristianos y todos los creyentes que no sean devotos de Alá desaparecerán, porque el Islam está destinado a gobernar en todo el mundo.
No se puede justificar la venganza en ninguna circunstancia. Ni la de Hamas ni la del gobierno de Netanyahu. Ni la de Irán ni la de Israel. El riesgo que corre el mundo en estos días es muy alto, porque estamos ante una masacre de judíos que no hay forma de justificar, pero también estamos ante el secuestro de más de 100 ciudadanos de Israel, que probablemente en las próximas horas estarán siendo fusilados, porque el conflicto se da entre extremos, entre fundamentalismos, entre gente que ya no encuentra ninguna vía educada de resolver sus diferencias.
Ni las Naciones Unidas, ni el Papa, ni la Unión Europea podrán intervenir como árbitros o como estimulantes del diálogo en este conflicto. Y la sentencia que ha dado el gobierno de Israel es la de tierra arrasada contra Hamas, aunque ello implique borrar del mapa a la Autoridad Palestina y la Franja de Gaza.
La intervención de un tercer país, en este caso Irán, parece muy próxima, porque Israel lo ha identificado como co-autor de la masacre del fin de semana.
Las consecuencias de esta crisis nadie sabe, ni puede saber, en esto momento hacia el derrotero que conduce. Siempre ha sido igual, el conflicto en el medio oriente tiene la posibilidad de impactar al mundo occidental de una forma muy directa: no sólo porque Reino Unido y Francia fueron responsables de la creación del Estado Israelí, sino porque la potencia del mundo hoy, Estados Unidos, ha sido una pieza clave en su sostenimiento político, militar y de inteligencia.
Estados Unidos está enviando mas equipo militar, embarcaciones, tanques de desplazamiento y nadie saque que otro tipo de apoyo logístico.
El escalamiento de este conflicto atemoriza a todo el mundo. Debajo quedan 5.7 millones de personas aprisionados en la Franja de Gaza, civiles, ancianos, mujeres, niños y niñas, personas que no tienen relación con el grupo extremista Hamas, que están expuestos al exterminio por parte de Israel, ahora justificado en una acción de eliminación del grupo que le ha causado un daño humano de grandes dimensiones, y que igualmente ha lesionado su historial de protección y seguridad, algo insólito, que la dirigencia del país tendrá que explicar en algún momento.