Si hay un país con el cual la República Dominicana tiene una deuda de solidaridad histórica es Venezuela. Esa gran nación acogió a nuestro padre fundador Juan Pablo Duarte en el siglo XIX, y en el siglo XX fueron muchos los dominicanos que hallaron solidaridad y refugio en la patria de Simón Bolívar, cuando el pueblo dominicano sufría sangrientas dictaduras.

Pero Venezuela también acogió a miles dominicanos y dominicanas en calidad de trabajadores migrantes, sobre todo en los años setenta y ochenta del pasado siglo.

Por eso nos importa tanto Venezuela.

Este domingo, 28 de julio, ese hermano país asiste a sus elecciones presidenciales.

Una coalición de partidos y movimientos de oposición busca derrotar a la coalición oficialista que ha gobernado a Venezuela desde hace veinticinco años, primero con la presidencia de Hugo Chávez, desde 1999 hasta 2013, y luego con su sucesor Nicolás Maduro, desde 2013 hasta el presente.

El candidato gubernamental, por supuesto, es el presidente Maduro, y el candidato opositor es Edmundo González Urrutia, luego que las autoridades pusieran trabas e impidieran que María Corina Machado, primero, y luego Corina Yoris, pudieran inscribir sus candidaturas y competir en las elecciones.

Las encuestas más reconocidas proyectan que la oposición tiene una alta posibilidad de ganar las elecciones.

No obstante, el presidente Maduro se muestra confiado en que será reelecto por el pueblo venezolano.

Es obvio, ningún político en una carrera electoral va admitir que sus competidores llevan la delantera o que existe la posibilidad de ser derrotado. Es legítimo proclamar que se tiene la victoria asegurada, es parte de la propaganda electoral. Pero de ahí a lanzar amenazas de violencia, de "baño de sangre" y hasta de "guerra civil", es otra cosa. Quien tiene la razón no apela a la violencia ni la intimidación.

Por eso diversos gobiernos y líderes, incluso aliados tradicionales de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro, le han llamado la atención al presidente venezolano.

Nadie podría acusar a Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil; al expresidente argentino Alberto Fernández; al presidente de Chile, Gabriel Boric, de ser enemigos del pueblo y del gobierno de Venezuela. Pero Nicolás Maduro luce desesperado, como si hubiera perdido la cordura.

Ojalá que el proceso electoral de Venezuela transcurra en paz, y que sea cual sea el resultado, ese país hermano pueda superar los desacuerdos y problemas que desde hace años han generado una crisis que ha presionado a millones de venezolanos a dejar su tierra en busca de trabajo y de lugares más seguros para hacer alguna inversión.

Confiamos en que, sin gana la oposición, los militares no se presten a obedecer ninguna orden contraria a la voluntad popular.