El presidente Luis Abinader dispuso la incorporación de militares como patrulleros, con agentes policiales, para aumentar la protección de la ciudadanía ante el creciente aumento de los asaltos y atracos.
El presidente adelantó varias explicaciones como factores que explican el incremento de la inseguridad ciudadana. Uno de ellos es que el microtráfico trata de reaccionar ante los duros golpes que desde el Estado se ha propinado al narcotráfico.
Hay un elemento que he hecho falta en las decisiones del gobierno para combatir este fenómeno temporal, y que corre el riesgo de mantenerse y aumentar en la medida en que no se corrijan las serias desigualdades sociales y factores de exclusión que siguen presente en las estructuras sociales, políticas y económicas del país.
El país no ha recurrido a los profesionales de la conducta en la gestión, manejo, diseño de estrategias en la Policía Nacional o en el Consejo Superior Policial, junto con el Ministerio de Interior y Policía.
Ningún jefe o director de la Policía ha tomado en serio incorporar a sociólogos, psicólogos, psiquiatras, antropólogos sociales entre los analistas y planificadores de las políticas públicas respecto al crimen organizado y la delincuencia común.
Son los profesionales más indicados para orientar las actuaciones de las fuerzas del orden, contratados y respetados por su calidad y profesión. Pero no son tomados en cuenta.
El presidente Luis Abinader ha dado muestras de tener un marcado interés para hacer frente a este fenómeno.
El presidente Abinader sabe de las desigualdades sociales y económicas. Sabe que la delincuencia común está muy vinculada con políticas represivas, que segregan y distancian a los pobres de los ricos, a los que pueden estudiar de los que no, a los que tienen acceso a trabajo de los que no. Desigualdades ancestrales tienen incidencia en este fenómeno.
También inciden la ostentación, la presencia de modelos sociales degradados, la ausencia de liderazgos, y que los fenómenos de la cultura reflejan muchas de las degradaciones manifiestas en el conjunto social.
La música, los temas más populares, las letras, la vulgaridad, el perreo y tantas otras manifestaciones icónicas de la cultura de hoy van mostrando que es posible, y hasta factible, otra forma de expresión distante de la convivencia, el respeto al otro, al derecho ajeno.
Todos estos temas son propios de un manejo profesional, especializado, por profesionales de la conducta. Junto al director de Policía, muy cerca y orientando la parte social, no la técnica de la investigación, deben estar los profesionales de las ciencias sociales y humanísticas, recomendando las políticas públicas más coherentes y adecuadas.
No hacerlo, no incorporar a estos profesionales a la Policía, es una pérdida de oportunidad que el gobierno no puede seguir tolerando.