El editorial de este martes de Acento finalizaba con una pregunta fundamental para nuestra sociedad: “Por más que la República Dominicana clame en favor de Haití, a nadie parece importarle. ¿Y ahora?”.

No es ociosa la pregunta. En los últimos dos años el gobierno del presidente Luis Abinader ha reiterado que como no hay solución dominicana a la crisis de Haití, la comunidad internacional debe asumir su rol protagónico para ayudar a los haitianos a encontrar un camino de solución a su inviabilidad como nación.

Nuestro editorial planteaba que el gobierno haitiano formalizó una petición de su Consejo de Ministros, pidiendo la ayuda de la comunidad internacional, incluyendo apoyo militar, para enfrentar a las bandas que se han apoderado del país. Hubo amagos de Canadá y Estados Unidos, y no pasó nada. Se esperaba que Brasil asumiera un rol importante, pero ese país no puede hacerlo.

Haití está solo en este momento, y ni Francia ni Estados Unidos están en condiciones de poner más de lo que ya han puesto para que los dirigentes haitianos vean el camino en la unidad de propósitos, y en un gobierno unitario de por lo menos cinco años para reorganizar la casa y preparar elecciones.

El riesgo que corremos las naciones con mayor cercanía a Haití es mucho mayor que el que pudieran correr los que tienen condiciones para organizar un apoyo militar directo, como Estados Unidos, Canadá o Francia.

República Dominicana puede seguir proclamando que no habrá solución dominicana a la crisis en Haití, pero eso no será suficiente, porque la comunidad internacional también está dejando de poner atención a lo que propone la República Dominicana.

Ya no se escucha al presidente Abinader ni se escucha al ministro de Relaciones Exteriores, Roberto Álvarez, en los foros mundiales hablando del riesgo que representan las bandas violentas en Haití. Los haitianos migran hacia cualquier lugar que los aleje de las bandas. Un gobierno sin fuerza ni credibilidad no tiene posibilidad de proteger a nadie.

Cuando los grupos de bandoleros entiendan que el territorio haitiano les queda pequeño, podrían emprender acciones en las fronteras más cercanas y hasta pasar al territorio del país más cercano y más atractivo para ellos. Esas acciones podrían presentarlas como “patrióticas”.

Lo que resulta pasmoso es el desinterés de los líderes haitianos. La pasividad con que asumen los riesgos ya hiela la sangre de cualquier preocupado por los niveles de violencia que allí se suscitan.

Corresponde que la República Dominicana se prepare para tomar decisiones que mejoren su cuidado y protección de la frontera, en primer lugar. Y no hablamos necesariamente de la terminación del muro. Ese muro servirá de poco. Los haitianos entran y salen de su país, hacia el nuestro, sin problemas. La frontera tiene muchos huecos, demasiado poros sensibles al soborno y al tráfico humano.

La pregunta del editorial de este martes es muy contundente: ¿Y ahora?

¿Cancillería tiene un equipo de análisis, con apoyo de la misión diplomática en Haití, que perfile los actores políticos y sociales haitianos, y sus posibilidades de empujar soluciones?

¿Podría la RD identificar actores amigos en Haití, que deseen sinceramente la salida de la crisis, a los que podamos brindar apoyo y estimular a que pongan más empeño en la  búsqueda de soluciones?

La cuestión migratoria es delicada y requiere de análisis y alternativas creativas: ¿Podría RD cambiar el perfil del migrante haitiano a los que otorga permisos, y aceptar legalmente a los que sean profesionales, universitarios, personas con capacidad para incorporarse a empleos calificados?

¿Podría el gobierno consultar con los empleadores de mano de obra haitiana sobre sus necesidades, y llegar a acuerdos para que lleguen al país sólo los que estén en condiciones de acogerse a las nuevas reglas migratorias que se impongan, partiendo de las necesidades de los grupos y sectores productivos del país?

El gobierno del presidente Luis Abinader tiene que revisar las perspectivas del problema y reconocer que como la comunidad internacional no está interesada en ayudar a Haití, tal vez haya que buscar una solución dominicana al problema real y peligroso que representa la explosiva situación de Haití para nuestra seguridad y estabilidad como nación democrática.

 

Gianna Sangiovanni

Gianna Sangiovanni

Nos llegó la triste noticia de la partida de Gianna Sangiovanni, este martes, luego de haber pasado varias veces por la unidad de Cuidados Intensivos de la Plaza de la Salud.

No podemos pasar por alto este deceso. Gianna fue una economista, planificadora, trabajadora social, creadora de oportunidades, defensora de los derechos sexuales y reproductivos de la mujer, y tuvo a su cargo el área de planificación y desarrollo de la PROFAMILIA, con notables éxitos, y hoy una de las clínicas de servicio de esta meritoria entidad lleva el nombre de Gianna Sangiovanni.

Fue siempre una mujer de mucho vigor. Nunca tuvo miedo. Fue maestra en la actividad social y política. Hablaba con fuerza y su firmeza y voluntad sirvieron para empujar campañas educativas importantes en las nuevas generaciones, realizadas todas desde la entidad a la que sirvió durante 50 años: Profamilia.

En Gianna había una evidente ética del trabajo social. Una fuerza que impulsaba sus decisiones. Apasionada, al final de sus jornadas, sin complacencia, decía que su gran deseo era irse a vivir a su pueblo natal, Samaná, y quedarse tranquila en las montañas repletas de cocotales, sin que los reaccionarios y enemigos de los derechos de las mujeres tuvieran acceso a seguirle jodiendo la vida.

Vital, valiente, corajuda, decidida. Mujer que defendía los derechos de las mujeres, así seguiremos recordando a Gianna Sangiovanni. Una campeona de los derechos vitales de las mujeres dominicanas.