Las fiestas patrias han llegado a su momento cumbre. El 27 de febrero de 1844 logramos la separación de Haití, y hemos escogido ese como el momento de nuestra definición como Estado independiente, libre de todo potencia extranjera, como lo soñó Juan Pablo Duarte.

Pero Juan Pablo Duarte, nuestro padre de la Patria, estaba ausente de Santo Domingo el 27 de febrero de 1844. Se encontraba exiliado por la presión y persecución política contra él y su familia. Los que asumieron el poder, Tomás Bobadilla y Pedro Santana, no creían en la independencia dominicana, ni pensaban en la posibilidad de que un Estado independiente sobreviviera a la presión de las potencias: España, Francia, Estados Unidos, Inglaterra.

Los políticos tradicionales, hombres de negocios, hateros y tabaqueros, aspiraban hacer negocios sin tropiezos con la actitud antiesclavista de la parte occidental de la isla, que nos habían invadido en 1822, y que no definían un proyecto de nación lo suficientemente claro. Algunos acudían a las sesiones legislativas a las que eran invitados en Puerto Príncipe. y eran partidarios de pactar alianzas con los haitianos, por vía de una federación o confederación, entre las partes francesa y española.

Fueron España y Francia las potencias que dividieron la isla en dos partes. La oriental para España y la de occidente para Francia. Los esclavos negros derrotaron el ejercito napoleónico y proclamaron la primera república independiente de América. La primera república antiesclavista del mundo. En el lado oriental teníamos una poderosa presencia española, con tradición cultural, religiosa e histórica, pero el imperio español estaba en decadencia. Perdió el interés, el situado había erosionado sus ambiciones, porque la pobreza era un tema muy presente luego del saqueo al que habían sometido a la isla. Éramos una sociedad con escasa infraestructura, sin vías de comunicación, con trayectos mar entre ciudades o enclaves poblados, en las zonas norte, sur y este.

La presión de Haití para unificar la isla, más la falta de fe en la sociedad naciente, llegó al dictador Pedro Santana a la anexión a España. Se convirtió en Gobernador y Marqués de las Carreras, un título nobiliario creado por la Reina Isabel II para Pedro Santana. Y volvimos a ser parte de España. Un ejercito de ciudadanos y campesinos se enfrentó a las tropas españolas, mejor entrenadas y con armas más poderosas, y conseguimos restaurar la independencia o separación que habíamos alcanzado en 1844. Las luchas políticas y las ambiciones de poder eran angustiantes. Juan Pablo Duarte se presentó ante el ejército restaurador y volvieron a deportarlo. No lo quisieron aquí, porque pensaron que venía con aspiraciones presidenciales. La batalla la protagonizó Buenaventura Báez, empeñado en conseguir la anexión con alguna potencia, preferentemente con Estados Unidos, hasta que ese proyecto fue descartado por el Congreso de los Estados Unidos, pese a que ya los congresistas dominicanos lo habían aprobado.

En Venezuela, en el olvido y en la pobreza, según algunas versiones, falleció Juan Pablo Duarte, el jovencito que pensó y creyó siempre que era posible una República independiente, soberana de toda potencia extranjera, y que por postular esa idea, y actuar con sus compañeros trinitarios, sufrió el destierro y la denotación. A punto estuvo de ser excomulgado por la Iglesia Católica. Entre 1876 y 1885, pasaron nueve años, que se utilizaron para traer los restos de Duarte, en reconocimiento a sus méritos y a su sacrificio. Fue honesto, entregado, perdió a su familia, entregó sus bienes para comprar armas para defender la República. Y no fue hasta 1890 cuando un dictador determinó que los padres de la Patria eran tres y no uno. Esa es la historia, y la lección parece que ha quedado sembrada en la conciencia colectiva: Luchar por la patria empobrece y sólo se consigue el destierro o la muerte. Los ejemplos son los comerciantes y entreguistas, que no confían en la soberanía de la patria: Pedro Santana, criminal y enemigo de la patria, sigue reposando en el Panteón Nacional, junto a los que sí creyeron y sacrificaron sus vidas por la independiente, y que por decisión de Santana fueron fusilados y desterrados.

Celebremos el 27 de febrero, y reflexiones sobre su significado, sobre esta historia de tropezones en la lucha por una República democrática, con un Estado de derecho. Los conservadores han dominado el escandió y los liberales han pedido casi todas sus batallas. Las dictaduras han marcado nuestro proceso como nación deseosa de la libertad, y lo que hoy tenemos se ha tenido que alcanzar frente a los enemigos internos y frente a los enemigos externos, incluyendo a los imperios.