El mayor esfuerzo de la política exterior dominicana se realizó en 2022 respecto de las precarias condiciones de Haití para sostenerse como nación soberana, protegiendo las condiciones básicas para la convivencia y el desarrollo de sus ciudadanos.

Un gobierno precario, sin institucionalidad, sin respaldo de la comunidad internacional, más una creciente amenaza de las pandillas violentas, sustentadas clandestinamente por empresarios y políticos, han llevado a Haití a convertirse en la Somalia del Caribe.

El gobierno dominicano teme una catástrofe mayor en Haití, que pueda repercutir internamente en la República Dominicana, y  generar a nuestro país perturbaciones económicas, sociales, políticas y laborales.

Hay, por supuesto, otros riesgos en la sociedad dominicana, no vinculados con Haití, que merecen mucha atención y que quedan opacados por la magnificación de los problemas relacionados con nuestro vecino.

En esto han influido los grupos ultracionalistas, que exageran sus temores y odios a los haitianos. Presentan a Haití como al demonio y único responsable de todos los males que aquejan a la sociedad dominicana.

El gobierno del presidente Luis Abinader, por las razones que considere y que no ha explicado hasta ahora, se ha sumado a las posiciones ultranacionalistas. Este año 2022 se ha convertido y ha asumido el ultranacionalismo como su bandera. Se podría decir que hasta parece que ha quitado el liderazgo del anti haitianismo al vinchismo y al leonelismo, que durante años fueron la vanguardia visible del antihaitianismo a ultranzas. De paso, ha dejado maltrecho al candidato presidencial peledeísta que basa su propuesta de gobierno en el permanente ataque a la comunidad haitiana que reside en territorio dominicano.

¿Arrebatar el ultranacionalismo a los conservadores extremistas es positivo políticamente? Hasta ahora no ha resultado positivo el ultranacionalismo en la política electoral dominicana. Históricamente esa bandera no ha garantizado votos. Puede ofrecer simpatías circunstanciales, que no se convierten en votos. De haber sido así, algunas  entelequias ya se habría convertido en gobierno, y nunca han pasado del 0.32% de los votos en ningún proceso electoral.

En 2022 el gobierno asumió las consignas ultranacionalistas, y comenzó a construir un muro en la frontera, que será de concreto y que tendrá tecnologías de primera y que supuestamente evitaría el trasiego de personas, armas, alimentos, y ayudaría al gobierno dominicano y al gobierno haitiano. 

El muro trajo consigo una intensificación de las deportaciones de haitianos. Primero se decidió contener el número de estudiantes universitarios, luego se decidió parar el número de parturientas haitianas en hospitales dominicanos, y finalmente se ha intensificado la deportación y repatriación de trabajadores haitianos. Sin embargo, el número de visas legales que se expiden en los consulados dominicanos en Haití no ha sido revisado.

La política interna dominicana ha sido afectada por el asunto haitiano. Hay cada vez más pronunciamientos, más agresividad, más denuncias. Todo el que quiere decir algo sale a atacar a los haitianos en la República Dominicana. Cualquier robo, agresión, asesinato, algunos medios lo asignan a “haitianos”, y el temor sobre las personas negras crece, pese a que los ciudadanos dominicanos somos mayoritariamente negros.

La otra concesión del gobierno a los ultranacionalistas ha sido paralizar, involucionar y revertir la propuesta del PRM de apoyar las tres causales en el nuevo Código Penal, y rechazar la interrupción del embarazo en cualquier circunstancia. Sin pensarlo mucho, con la adopción de posturas muy conservadoras, el gobierno progresista del presidente Luis Abinader se ha transformado en un gobierno con políticas abiertamente conservadoras, que niegan el origen del triunfo electoral del PRM.

Con oportunidad de reafirmarse en las posiciones progresistas, el gobierno del presidente Abinader ha mutado en una especie de muñeco mastodóntico, con incongruencias, deformaciones y llagas que en nada se parece al proyecto que la ciudadanía apoyó y llevó al poder en 2020.

Extraño escenario electoral que se proyecta para 2024: competirá la derecha con la derecha recalcitrante. La interrogante es si contaremos con opciones que acojan a progresistas y a liberales, que incluyan a la izquierda, como se ha hecho en Chile, Honduras o Colombia.

El principal problema de la República dominicana no es la presencia de migrantes haitianos en nuestro suelo, ni lo es el deterioro de la situación de Haití. Son dos problemas importantes, y es innegable que podrían meter miedo, por la forma en que se presentan.

El gobierno y la sociedad tienen el problema de la institucionalidad, de empujar las reformas fundamentales que deben impulsar nuestro desarrollo, desactivar el control de los grupos y monopolios sobre la dirección de los partidos, y por esa misma vía, del control del Estado, que sigue empujando privilegios, impunidad, indiferencia y falta de sensibilidad ante problemas ancestrales, como la miserable educación, la precaria atención en salud, la corrupción en la justicia y la carencia de equidad para todos los ciudadanos de la República Dominicana.

Necesitamos continuar combatiendo la pobreza, crear empleos de calidad, garantizar servicios de educación y salud de calidad.

Ahí están los problemas estructurales de nuestra política y de nuestra economía. Son viejos problemas y los conocemos bien. Al final, todos los gobiernos caen en las mismas debilidades del control de la institucionalidad, de su debilitamiento, por la vía del financiamiento de las campañas electorales.