No queda otra cosa que despedir el año 2022. Un año que nos llegó cargado de incertidumbre, con motivo de la pandemia de Covid-19, y que al comenzar, el 24 de febrero, fue el pistoletazo de otro proceso altamente nocivo, destructivo e injusto: la invasión rusa en Ucrania.
Esos dos procesos fueron la causa de una inflación universal, del desabastecimiento de materias primas como la urea, el trigo y los combustibles y sus derivados, además del gas, que tienen relevancia máxima en los inviernos. Distorsionaron los precios tanto las medidas oportunistas y denigrantes de Rusia para sancionar a países opuestos a la agresión contra Ucrania, como las sanciones impuestas por EE.UU y la UE contra Rusia y sus aliados.
Este ha sido el año en que se han revelado las formas en que la madre naturaleza cobra los daños que hemos provocado con el calentamiento global y la destrucción al medio ambiente. Nunca como ahora hemos sufrido de sequías, incendios, deslizamientos de tierra, terremotos, huracanes, inundaciones, tormentas que han sido la manera de la tierra mostrar la falta de atención y equilibrio en la explotación de los recursos naturales.
Este año que despedimos confirmó lo que ya veníamos observando en América Latina: Una tendencia al agotamiento con las políticas de la derecha, y una reafirmación de que era necesario probar a izquierdistas que confiaban en los procesos electorales. Se inició con López Obrador en México, hace cuatro años, pero siguió con Gabriel Boric en Chile, con el regreso al poder del Partido Socialista en Bolivia, la elección de Pedro Castillo en Perú y la escogencia de Gustavo Petro en Colombia, además de Xiomara Castro en Honduras. Pedro Castillo está en prisión por supuesta incapacidad moral para gobernar, pero es claro que en Perú hay una crisis más profunda, que no permite la sostenibilidad de ningún gobierno, y lo más probable es que se tengan que anticipar las elecciones.
Este también es el año del empoderamiento de la derecha en Europa, y del debilitamiento de la posición globalista y poderosa de Europa frente a los Estados Unidos y frente a China. Europa decidió ponerse en brazos de los norteamericanos, en ocasión de la crisis de Ucrania, al tiempo de descubrir su debilidad con la dependencia del gas ruso. Muy difícil que se pueda retomar un camino de equilibrio ante una crisis global, en que Europa adoptara una postura de negociación y de distancia respecto de los pugilatos de Estados Unidos, China y Rusia.
Este también fue el año del peligro del uso de las armas nucleares. Rusia amenazó por lo menos en dos ocasiones con utilizar armas nucleares, a propósito de la ayuda que Occidente estaba ofreciendo, y sigue haciéndole, a las posiciones ucranianas de defensa y resistencia a la invasión rusa. El mundo ha estado en riesgo, pues los rusos poseen armas nucleares, pero también las poseen Estados Unidos, China, Reino Unido, Francia y varios de los países involucrados en la defensa de Ucrania.
Este ha sido el año de la confirmación del descalabro de Haití como país, incapaz de garantizar la soberanía sobre su territorio, saboteado por bandas armadas que han impuesto el terror, apoyadas económicamente por políticos y empresarios, que poco a poco han sido identificados y sancionados, por países como Canadá y Estados Unidos, pero que que requieren de un consenso más amplio en las sanciones. Los delincuentes que han financiado las bandas en Haití no pueden encontrar refugio en ningún país, y menos en la República Dominicana.
Este también ha sido el año en que República Dominicana ha gritado más sobre la necesidad de que la comunidad internacional acuda en apoyo de Haití, porque Haití representa una seria amenaza para la seguridad y la soberanía de la República Dominicana.
Despedimos un año con desafíos globales, con notables inequidades, injusticias, hambrunas. Un año que nos obligó a ampliar las miradas, las opciones, a estudiar a nuestros aliados, y saber si en realidad lo son, o seguimos siendo para ellos moneda de intercambio. En medio del Caribe, en el lugar por donde cruzan los huracanes, seguimos siendo abiertos y estando al descubierto, con tantas amenazas que nos acechan.