Estamos golpeando a nuestros enemigos con un poder sin precedentes. Insisto: Esto es solo el principio”, acaba de decir el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, sobre su asedio a la zona de Gaza, en donde aparentemente se concentran los miembros del grupo radical palestino Hamás.

Mientras tanto, Arabia Saudita, que había formalizado acuerdos con Israel, para apertura de relaciones entre los dos Estados, ha suspendido las conversaciones. El propio Estado Israelí lo confirmó: “Arabia Saudita congela normalización con Israel durante la guerra. Arabia Saudita está congelando los planes respaldados por Estados Unidos para normalizar los lazos con Israel”.

El secretario de Estado, de Estados Unidos, Antony Blinken, ha visitado Israel y ha dicho que su país mantendrá su apoyo invariable, pero lo hace con palabras que no lucen de pacificación, sino de venganza: “El mensaje que le traigo a Israel es este: usted puede ser lo suficientemente fuerte por sí solo para defenderse, pero mientras Estados Unidos exista, nunca, jamás tendrá que hacerlo”. Pero previamente había hablado de sus reuniones con líderes de la región y ponderaba la moderación: “Condenamos en los términos más enérgicos los ataques terroristas en Israel. Viajó a Doha para reunirse con líderes gubernamentales para discutir la situación en Israel. Los esfuerzos de nuestros socios regionales serán fundamentales para evitar que el conflicto se extienda”. Son dos cosas diferentes y muy contradictorias: evitar que el conflicto se extienda, por un lado, y estimular una venganza de Israel por los ataques de Hamás.

Yuval Noah Harari, un intelectual de Israel bastante conocido en el mundo por sus libros de sobre historia humana, escribió un texto en que describe los errores de Israel y cómo su primer ministro, Benjamin Netanyahu, es el responsable de haber estimulado a Hamas contra Fatah y la Organización para la Liberación de Palestina, y de haber debilitado la capacidad de Israel para hacer frente a ataques sorpresivos como los recibidos el pasado sábado.

Seymour Hersh, un gran periodista norteamericano, muy respetado en todos los círculos, ha escrito un texto descriptivo de la forma en que Netanyahu estimuló una política destructiva para Israel, enardeciendo a un grupo benéfico, aparentemente religioso, que iba contra la Autoridad Palestina, y que terminó siendo Hamás.

"Una abrumadora mayoría: el 86% de los encuestados, incluido el 79% de los partidarios de la coalición, dijo que el ataque sorpresa desde Gaza es un fracaso del liderazgo del país , mientras que un asombroso 92% dijo que la guerra está causando ansiedad.” Esta conclusión -publicada por el diario The Jerusalem Post- es aterradora para los israelíes, que han visto la forma en que su seguridad ha caído en una posición muy baja, y que la venganza de Netanyahu no podrá restablecer.

En todo occidente comienza a sentirse la preocupación por los radicales partidarios del Estado Palestino, y por miembros de grupos religiosos, que podrían ser kamikazes dormidos y que estarían siendo activados para promover el terror en el mundo por lo que han llamado “un día por Palestina”, o un "viernes de ira contra Israel".

Israel por vía de su líder político y primer ministro Benjamin Netanyahu, ha sido el auspiciador del grupo palestino Hamás. Ese grupo se fortaleció con dinero de Qatar y con apoyo logístico, armamentístico y político de Irán, pero siempre tuvo el consentimiento de Israel, país que se descuidó en su propia protección. Por eso, no es correcto que Netanyahu trate de ocultar sus propias faltas arrasando con la Gaza ni con sus habitantes. La Autoridad Palestina había reconocido al Estado de Israel, y apenas faltaba que Israel reconociera el Estado Palestino, para que existiera una paz duradera. Ahora no será posible. Si los ánimos de venganza continúan del lado de Hamás y del lado de Israel, no habrá paz, y el mundo seguirá siendo una caldera a punto de estallar.

Estados Unidos, Israel, occidente, que crearon el Estado de Israel en medio de los estados árabes, son los responsables de conseguir que se establezca en la la Franja de Gaza y Cisjordania y Estado Palestino, sin el control ni las arbitrariedades que tradicionalmente, por más de 50 años, se han cometido contra los palestinos. Esta crisis mayúscula tiene que dar pie a una paz duradera.