De los 34 partidos políticos que participaron en las elecciones presidenciales y congresuales del pasado domingo, 27 de ellos no lograron ni siquiera el 1 por ciento de los votos.

Es la democracia y cada quien puede reunirse con adherentes y acólitos y formar un partido, tener unas siglas, disponer de un lema, una bandera, un color, y salir a la calle a promover su interés en transformar la sociedad dominicana.

De los 34 partidos que presentaron candidaturas, que formaron parte de alianzas y que recibieron fondos públicos para su actuación, aparte de los fondos privados que gestionaron, apenas 4 llegaron a un 1 por ciento (DxC: 1.13 %; JS: 1.13 %; PED: 1.36 %; BIS: 1.38 %), y sólo tres partidos pasaron del 10% (PLD: 10.39 %, FP: 26.66 %, y PRM: 48.42 %).

Las boletas electorales se convirtieron en sábanas con fotografías repetidas de los mismos candidatos, que aparecían muchas veces en siglas de partidos diferentes.

De los 4,361,242 votantes que ejercieron el derecho al voto muy pocos hicieron caso a los 27 partidos bisagras o marionetas que, haciendo de la política y las elecciones una oportunidad de postular candidaturas, se quedaron en el anonimato y la irrelevancia. Esos 27 partidos políticos, algunos con una gran capacidad para la propaganda, debían hacer reflexiones y actos de contrición por haber desempeñado un papel tan mediocre electoralmente.

Claro, es necesario y justo distinguir a los partidos pequeños que no existen solo para aliarse a los partidos grandes y obtener alguna participación en la administración pública. Son los que marcan la diferencia porque se sostienen en una visión, una concepción de lo que debe ser la sociedad dominicana, más justa y con menos inequidad.

En general, con todo el respeto que merecen, por su historial y contribución al proceso democrático, algunos partidos y quienes los dirigen debían declarar ya su extinción, en forma decente y desapasionada o replantearse seriamente nuevas estrategias para ganarse el apoyo de la ciudadanía.

Los hay desde la extrema derecha hasta los progresistas, como PPT, PNVC, PRI, FNP, UDC, FA, PDI, PASOVE, PSC, PDP, PPC, PAL, PLR, PDH, PPG, AlPaís, APD, MODA, PRD, PQDC, PUN, PCR, OD, PRSD, GENS, PRSC y PP.

Algunos hicieron grandes transformaciones pero su tiempo ya pasó. Otros no lograron nunca prender en el interés popular, y deben convencerse de que los votantes, jóvenes y adultos, no los toman seriamente en cuenta. Se trata de 27 siglas que en su mayoría han recibido fondos públicos (algunos no los reciben por principio, como PPT), que han gastado energías que debían tener un mejor desempeño en otro tipo de actuación social y política.

Tal vez alguien sostenga que sería antidemocrático. Pero no se trata de restringir, sino de que los políticos de estas organizaciones reconozcan que su tiempo pasó y que las oportunidades que tuvieron para realizar transformaciones las desperdiciaron. Y que no es correcto que sigan ocupando espacio público, recibiendo fondos del Estado, y aliándose a otras fuerzas políticas para sostener una burocracia que no es eficiente.

Incluso las otras fuerzas que crecieron hasta un 1 por ciento de los votos, también debían pasar por una reflexión, porque ese resultado sigue siendo precario. El sistema político dominicano tiende a concentrar el voto y ha ocurrido nuevamente, ahora con el PRM como partido dominante, Fuerza del Pueblo como segunda fuerza y PLD en un tercer lugar.

La sociedad dominicana necesita que el sistema político sea racional, y que las organizaciones no se acostumbren a la miserable presencia electoral que hemos vivido en estas elecciones.