¿Y qué tal si los últimos incidentes con Estados Unidos, que involucran al gobierno y al sector privado, nos motivan a discutir y aprobar una política nacional sobre cómo debe actuar el Estado para aprovechar y siempre mejorar sus relaciones con los Estados Unidos?
República Dominicana tradicionalmente ha manejado una política de relaciones exteriores sustentada en la improvisación y adaptándose a determinadas circunstancias. Es una forma de actuar que no favorece ninguna mejoría de nuestra presencia en el escenario internacional.
Tradicionalmente los candidatos y sus equipos de relaciones internacionales definen maneras de actuar, y los presidentes en sus discursos de toma de posesión hablan de manera muy atractiva sobre el aprovechamiento de nuestras relaciones exteriores.
El primer foco se coloca sobre nuestras relaciones con Estados Unidos. Se admite de inmediato nuestra dependencia y es poco lo que podemos hacer.
El segundo se coloca sobre Haití, pero la política exterior se circunscribe a controlar la migración (que nunca se logra) y a evitar los encontronazos con los presidentes y los gobiernos haitianos.
Europa entra globalmente como conjunto de países, sobre los cuales no definimos mucho, pero aceptamos sus políticas de cooperación. Por eso mismo no tenemos la exención del visado Schengen que sí tienen prácticamente todos los países de América Latina y el Caribe.
Con la presente administración de Luis Abinader, y de Roberto Álvarez como ministro de Exteriores, las cosas han comenzado a cambiar. Es poco, pero el cambio comienza a notarse.
Con Estados Unidos somos obsequiosos y amigos incondicionales. En los organismos multilaterales, como Naciones Unidas, Banco Mundial, BID, OEA, siempre estamos de su lado y votamos como ellos. Pocas veces hemos utilizado nuestros votos como recurso de negociación. Y ya fuimos parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, lo que nos permitió comenzar a ver la relevancia de los votos y de las propuestas inteligentes, en el diálogo con los grandes.
Frente a Estados Unidos la República Dominicana debe establecer unas demandas sobre los migrantes dominicanos en ese país. Agregar a esa política reconocimientos, apoyos, espacios de respeto y representación para ellos, cuando hay procesos políticos y cívicos en los que están los dominicanos. No olvidemos que esos dominicanos son los que envían -en su mayoría- más de 10 mil millones de dólares por año al país como remesas.
La otra cuestión que se puede discutir, tomando en cuenta que tenemos congresistas de origen dominicano, es políticas sociales, educativas, de salud y de empleos, a nivel estatal y federal que ayuden a los nacionales dominicanos. Y no olvidar a los dominicanos sin documentos legales, que bien pudieran recibir apoyo, pero nunca hemos pensado en esa posibilidad, ni hemos reclamado una amnistía para los dominicanos, que sí han sido otorgadas para centroamericanos y de otras nacionalidades.
Igualmente podemos nosotros definir las áreas del apoyo que requerimos de los Estados Unidos, en asuntos militares, de salud, medio ambiente, transparencia, justicia. Y que no sea Estados Unidos quien decida unilateralmente.
Decidir esas políticas no ofende a los Estados Unidos, sino que le ayuda en la mejoría de sus programas de cooperación.
Es lamentable lo que ha ocurrido con la empresa Central Romana. Esa sanción pudo evitarse si el gobierno dominicano tuviera un observatorio que atienda con inteligencia y diligencia las relaciones con los Estados Unidos. Una unidad de trabajo que conozca y analice todos los informes que se publican en Estados Unidos y que involucran a la República Dominicana.
Por ejemplo, en materia de drogas son muchas las debilidades que tenemos. Hemos extraditado a cientos de ciudadanos dominicanos y de otras nacionalidades a Estados Unidos, pero no sacamos provecho de esas decisiones.
Estos sucesos recientes nos ayudan a identificar muchos otros temas en los que bien pudiéramos mejorar los contenidos de nuestras relaciones políticas, económicas, legales, migratorias, militares con Estados Unidos.
Y no se trata de sustituir el trabajo del Ministerio de Relaciones Exteriores. Así como Estados Unidos tiene una unidad de trabajo sobre República Dominicana en su Departamento de Estado, que nosotros tengamos una unidad de trabajo en nuestro ministerio que atienda estos asuntos, que advierta la naturaleza y riesgos a los que estamos expuestos, y que perfile reclamos que nunca hacemos.
Solo una idea. Podrían surgir muchas otras, para mejorar nuestro aprovechamiento de las estrechas relaciones con Estados Unidos, con Haití, Unión Europea, el SICA, la OEA y todos los organismos bilaterales y multilaterales que existen, sin desmeritar el trabajo del ministerio de Relaciones Exteriores.