Este miércoles 21 de diciembre se cumplen 59 años del asesinato de Manuel Aurelio Tavárez Justo, más conocido como Manolo, quien era el líder del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, y se fue “a las escarpadas montañas de Quisqueya” en reclamo de la justicia, la equidad, el retorno de la constitucionalidad y del gobierno del profesor Juan Bosch.
Manolo es un héroe nacional. Fue estudiante de derecho y militante antitrujillista. Junto a su compañera Minerva Mirabal emprendió una batalla ciclópea para organizar al movimiento juvenil democrático de la República Dominicana.
Manolo sufrió las cárceles del trujillismo, del siniestro SIM, de Johnny Abbes, de los paleros. Y aguantó con dignidad y sin jamás flaquear en su búsqueda de libertad, de justicia, de democracia. Mientras guardaba prisión en Puerto Plata, su compañera y sus dos hermanas fueron asesinadas.
Con sus pequeños hijos Manolo y Minerva Tavárez Mirabal emprendió una de las mayores empresas políticas de la República Dominicana: Sepultar los restos de la dictadura. Como abogado tuvo el más grande desafío de enfrentar a los enemigos y defenderse de los amigos, y encontrar opciones para un movimiento político que se masificó y se convirtió en un serio riesgo para los grupos conservadores del país: El Movimiento Revolucionario 1J4.
La trascendencia de Manolo pasa por su resistencia, por su martirio de sepultar a su esposa y cuñadas, por consolidar un movimiento político único, democrático, y por haber tratado de cumplir su palabra, de que si la oligarquía continuaba con sus desmanes él y sus seguidores sabían donde encontrar las escarpadas montañas de Quisqueya.
Lo cumplió y allí dejó su vida, su alma y su ejemplo.
Hemos dado a conocer el testimonio del jefe militar de la operación de Manaclas, Fidelio Despradel, con una extensa entrevista dada a conocer anoche. También hemos dado a conocer la carta dirigida a la Academia Dominicana de la Historia por los hijos de Minerva y Manolo, quienes reclaman una respuesta, una explicación de la institución que reúne a los historiadores dominicanos, por haber acogido entre sus miembros a quien identifican como el asesino de Manolo y de un grupo de 14 miembros de su movimiento, que el 21 de de diciembre de 1963 se acogieron al llamado del gobierno, de deponer su rebelión para conservar sus vidas: Ramiro Matos González, y a quien responsabilizan de otros hechos de sangre contra héroes nacionales, como los expedicionarios de Junio de 1959 y Francisco Alberto Caamaño.
Con el respeto que nos merece recordamos a Manolo Tavárez Justo. Recordamos a sus compañeros, también fusilados luego de entregar las armas, confirmando así una altísima traición a los postulados de la guerra, de que soldados que levantan la bandera de la paz deben ser respetadas sus vidas.
El grupo de fusilados, encabezado por Manuel Aurelio Tavárez Justo, estaba integrado por Jesús Antonio Barreiro Rijo (Tony), Rubén Alfonso Marte Aguayo, Federico José Cabrera González, Jaime Ricardo Socías, Fernando Arturo Ramírez, Rubén Díaz Moreno, Juan Caonabo Abel, Alfredo Peralta Michel, Antonio Filión (Manchao), Manuel de los Santos Reyes Díaz (Reyito), José Daniel Fernández y Manuel de Jesús Fondeur (Piculín). Este grupo, luego de acoger la promesa del gobierno de facto y de entregarse de manera pacífica, fue torturado y fusilado de forma sangrienta, en presencia de campesinos y pobladores del lugar. Se cuenta que Manolo solicitó que lo fusilaran a él, como responsable, y no a sus compañeros, y quien comandaba el grupo de militares optó por fusilar, uno a uno, a los miembros del 14 de Junio, y dejar de último a Manolo, a quien fusilaron luego de haber visto cómo asesinaron a cada uno de sus compañeros.
En el país tiene que haber justicia sobre estos sucesos. Tiene que haber una Comisión de la Verdad que investigue, escuche a las partes, documente los procesos, y permita que entre los familiares, descendientes, víctimas y victimarios haya algún elemento de paz, de consuelo, y también de justicia.
El mes de diciembre del 2023 será el momento de los 60 años de aquellos sangrientos y desgraciados acontecimientos. Desde ahora podría comenzar a trabajarse, desde el Estado y desde fundaciones patriótica y los familiares de las víctimas, para hacer un gran reconocimiento oficiales, y producir un cese de la impunidad sobre esas horribles y dolorosas muertes. Una muerte duele en lo más profundo, pese al tiempo, cuando la impunidad de quienes la cometieron se enseñorea y sobrepone a las instituciones de justicia, y a las entidades encargadas de analizar y conocer los datos históricos.