El huracán Fíona golpeó con fuerza la República Dominicana, haciendo mucho daño en algunos lugares aquí, muy especialmente en la región Este, desde el año 2004 un fenómeno de este tipo no llegaba al país.
Cuando suceden eventos de la magnitud del huracán Fiona, que se abatió sobre la Nación con fuerza destructora, se hace evidente el mal uso dado a la enorme cantidad de dinero que ha pasado por las manos de casi todos los políticos que nos han gobernado, así como la ineficacia de las políticas públicas para disminuir las desigualdades que se viven en nuestro país.
Los vientos y las aguas de Fiona, han servido para correr las cortinas que han tratado sin éxito de ocultar lo inocultable, poniendo ante los ojos de todos, las carencias, miserias y necesidades sin término que sufren aquellos que no so tocados por la diosa fortuna, que son la inmensa mayoría de los dominicanos.
¿Cómo explicar que después de décadas de crecimiento económico, la situación de las clases marginadas siga siendo prácticamente la misma y que la exclusión y la falta de oportunidades no haya mejorado?.
Todas estas necesidades adquieren la vigencia que siempre deberían tener cuando situaciones como ésta nos la estrujan en la cara, poniendo frente a nuestros ojos la manera de sobrevivir de miles de dominicanos. Pero pronto terminarán de bajar las aguas, se habilitarán de nuevo los accesos a las comunidades aisladas y se transitará otra vez por los caminos y carreteras afectados, se terminarán de repartir los colchones, enseres y raciones alimenticias y parecerá que todo vuelve a la normalidad y se olvidarán las urgencias.
Esperamos que en esta ocasión, el gobierno del Lic Luis Abinader, al cual le ha tocado un sin número de problemas y los ha sabido enfrentar con energía e inteligencia; no se comporte como los de gobernantes anteriores que dejaron pendientes las soluciones definitivas a los problemas que sufrían las personas afectadas, quienes se quedaron como los damnificados de siempre, viviendo en casuchas, sin baños y sin cocinas porque no tenían casi nada que poner en sus fogones y resuelva de una vez por todas las necesidades de las personas y poblaciones afectadas.
Mientras tanto, las cortinas se cerrarán y todo volverá a quedar oculto, no habrá remordimientos entre los que pueden vivir de manera diferente, pero los problemas de la marginalidad y la pobreza continuarán iguales que antes de Fiona, hasta que otro huracán o un cataclismo nos lo vuelvan a recordar.