Argentina es el país sede de la Cumbre de jefes de Estado y de gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos (Celac).

Esta VII Cumbre de la Celac, que se celebra este martes en Buenos Aires, reunirá a una Latinoamérica en la que conviven gobiernos de la izquierda marxista-leninista, como Cuba y Nicaragua, gobiernos de izquierda que buscan su propia identidad, como el "socialismo del siglo XXI" de Venezuela, y gobiernos de la izquierda moderada, como los de Brasil, Colombia, Chile, Argentina, Bolivia, Honduras y México.

Tras la debilidad que vivió con el auge de líderes conservadores y derechistas en el pasado reciente, la Celac podría fortalecerse de nuevo con los gobiernos progresistas y de izquierda, que históricamente han desconfiado de la Organización de Estados Americanos (OEA), por el control que  sobre ese organismo ha mantenido el gobierno de Estados Unidos.

De manera especial, ayudaría a una especie de relanzamiento de la Celac el liderazgo de Brasil, que vuelve a tener Luiz Inácio Lula da Silva en la presidencia. Por cierto que Lula da Silva es el único líder y gobernante que sobrevive de la Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe, celebrada en febrero de 2010 en Playa del Carmen (México), que dio origen a la Celac.

Aunque para algunos analistas la Celac no pasa de ser la OEA sin EE.UU y Canadá, este organismo diplomático tiene la importancia de constituir un espacio en el que Latinoamérica y el Caribe pueden debatir los asuntos que son importantes para sus países, sobre todo para sus intereses diplomáticos y comerciales, intereses que no son los mismos de las dos potencias del norte.

Aunque los organismos internacionales, incluso la propia Organización de las Naciones Unidas (ONU) han perdido credibilidad debido a que las grandes potencias hacen lo que les conviene, sin respetar acuerdos y convenios aprobados, hay que apostar a que la Celac se fortalezca, y que pueda servir para la búsqueda de soluciones a los problemas de la región.

Lo más probable es que el presidente de la República Dominicana, Luis Abinader, utilice este escenario para insistir en el llamado de atención sobre la crisis que sufre Haití, y en la necesidad de que se acuda en auxilio de ese pueblo.

Y quizás el gobernante dominicano reciba el espaldarazo, por lo menos en los discursos, de otros países que empiezan a ver la crisis de Haití como un problema regional, que no solo afecta a los haitianos y a los dominicanos.

Otras crisis que en la actualidad vive Latinoamérica son las de Perú y Nicaragua. En Perú, tras la destitución del presidente Pedro Castillo, no ha podido estabilizarse. Miles de peruanos continúan protestando con el reclamo de que Castillo sea puesto en libertad y que se celebren elecciones para elegir nuevo gobierno. Cincuenta personas han muerto a manos de los policías y militares, y la presidenta Dina Boluarte no logra el apoyo popular que le permita pacificar el país y llevar a cabo la transición.

Nicaragua ha visto a su gobierno convertirse en un régimen arbitrario, represivo, que no tolera ninguna disensión. Líderes, dirigentes (incluso del propio partido gobierno, el Frente Sandinista), periodistas, escritores y sacerdotes, han sido apresados.

Sería importante que desde la Celac se pueda aportar alguna respuesta para que acuda en auxilio de Haití, que se estabilice Perú, y que el gobierno de Nicaragua evolucione hacia la democracia.

Esperamos que esta VII Cumbre de jefes de Estado y de gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos (Celac) sirva para algo más que los discursos, los abrazos, las fotografías y la firma un manifiesto.