Ha llegado la navidad. El momento en que los cristianos celebran el nacimiento de Jesús, el hijo de Dios encarnado en un niño pobre y perseguido nacido en Belén, de una familia igualmente insignificante de Nazaret, pero proclamado para liberar a los humanos del yugo de la opresión y de los males que representan las injusticias y las inequidades.

En una gran parte de la tierra para los cristianos diciembre es el mes del nacimiento del hijo de Dios, y eso es motivo de celebración, de reunión, de compartir los alimentos, la oración, la fe y la ambición de justicia.

La cena de la nochebuena se realiza en un ambiente de celebración. Y se proclaman los postulados de la justicia, la solidaridad, la fraternidad, el amor, el respeto, la bondad y el reconocimiento de que, como seres humanos, somos libres de crear y compartir la abundancia y el progreso, que con nuestras manos y con nuestra inteligencia creamos, a lo largo de generaciones.

El mundo de hoy representa progresos y retrocesos. Como cuando nació Jesús, hay persecuciones, injusticias, hambre, abusos, pobreza, insalubridad, y la gente -como María y José de Nazaret- tienen que migrar y buscar lugares donde haya un poco más de seguridad y prosperidad para desarrollar sus vidas y ver crecer a sus familias.

En este mundo las guerras no han cesado. Bombadeos, tanques, choques directos, pueblos quemados, arrasados por el fuego irracional nos dice que no es tanto lo que nos distanciamos de las invasiones y agresiones del Imperio Romano contra pueblos y culturas diferentes, en los lugares más alejados del globo terráqueo.

Hombres y mujeres que aman la justicia, que procuran la unidad, que defienden el medio ambiente y los recursos naturales están activos en todos los países. El multilateralismo se mantiene, y organizaciones y personas trabajan por la paz y la prosperidad. Merecen siempre nuestro apoyo y reconocimiento.

Que estas fiestas y la cena de navidad sea un momento especial para el reencuentro con las ansias de justicia y prosperidad, de aumento del calor humano, del amor y la comprensión, como lo predicó Jesús a lo largo de su corta vida física entre nosotros.