La pasada semana el premio nobel de economía, el norteamericano Paul Krugman, escribió en The New York Times un artículo titulado “Me equivoqué sobre la inflación”, en el que explica las razones de su evaluación de que, al inicio del gobierno del presidente Joe Biden, consideró que no habría inflación por el paquete de 1,9 billones de dólares que fue aprobado para el estimulo de la economía de su país. Krugman se identifica como del grupo de economistas que estaba “tranquilo” con el paquete, y reconoce que otro grupo de economistas hizo advertencias sobre los efectos inflacionarios que tendría tal decisión. Ese equipo fue denominado "Inflación".

El reconocido economista explica las razones de sus teorías erróneas, y concluye admitiendo su grave error. Es algo que no es común entre los cientistas sociales y economistas. Normalmente se escriben artículos, ensayos y libros para justificar las diferencias entre las predicciones realizadas y las realidades. Y Paul Krugman no es el único que admite sus errores. Su artículo concluye diciendo lo siguiente:

"En cualquier caso, esta experiencia ha sido una lección de humildad. Nadie lo va a creer, pero después de la crisis de 2008, los modelos económicos estándar funcionaron bastante bien y me sentí cómodo aplicándolos en 2021. En retrospectiva, sin embargo, debería haberme dado cuenta de que, ante el nuevo mundo moldeado por la COVID-19, hacer ese tipo de extrapolación no era una apuesta segura”.

El factor pandemia aparece en esta explicación sobre el comportamiento de la inflación en una economía como la norteamericano, que llevaba más de 40 años con estabilidad de precios y crecimiento sostenido.

Zeynep Tufekci, profesora adjunta de la Universidad de Carolina del Norte y especialistas en movimientos sociales, también escribió un artículo en The New York Times admitiendo su error en el análisis de los movimientos sociales: “Me equivoqué sobre la razón por la que las protestas funcionan”.

Fue los Estados Unidos, procedente de Turquía, para “estudiar cómo internet y la transformación digital afectan a la sociedad. Tenía un especial interés en las relaciones entre la tecnología, el disenso y las protestas”. En su país un movimiento social Provocó transformaciones políticas importantes, dentro del llamado movimiento de la primavera árabe.

Revela que luego de participar en muchas protestas empezó a entender mejor la razón por la que la gente se lanza a protestar, cuando comenzó una nueva ola de protestas mundiales: las revoluciones de la Primavera Árabe en todo el Medio Oriente, el movimiento Occupy en Estados Unidos y muchos más.

Zeynep Tufekci pensaba que las protestas, estimuladas por redes sociales y la concentración de miles de personas ayudaban a cambiar las políticas públicas y evitar catástrofes. Pero admite que eso no es así, y que es ilusorio pensarlo, luego de mirar con detenimiento hacia atrás:

“Pero nosotros también teníamos nuestra propia versión del pensamiento ilusorio que teñía nuestro juicio. Por supuesto, nuestro nivel de culpabilidad no era similar, ya que no pudimos detener una catástrofe a pesar de haberlo intentado, en comparación con el hecho de haber iniciado una a partir de pruebas deficientes y poco sólidas, pero nos sirvió de lección. Estar en el lado correcto de la historia no nos libra de los análisis débiles ni de la tentación de confundir lo que colectivamente esperábamos que fuera cierto con un examen de cómo fueron las cosas en realidad”.

David Brooks, articulista de The New York Times, también admitió la pasada semana que se equivocó en un análisis sobre el capitalismo. Tituló su artículo “Me equivoqué sobre el capitalismo”.

Sostiene que le pagan por escribir columnas y análisis en los que oriente a los lectores, y que admite su lentitud en el análisis. 

“La realidad ha cambiado, pero mis esquemas mentales se quedan intactos. Peor aún, me impiden ver el cambio que ya está en marcha, es lo que los expertos llaman “ceguera conceptual”. Intento abordar los problemas de un periodo mediante los esquemas del periodo anterior”. Con estas palabras inicia su admisión del error al analizar el capitalismo.

Dice que inició como socialista democrático, con entusiasmo, y posteriormente se fue dando cuenta que  las personas que más detestaba tenían razón y hacían cosas útiles, como Ronald Reagan y Margaret Tatcher. Y trabajó en The Wall Street Journal comenzó a entender el pensamiento conservador, se volcó hacia la derecha y el liberalismo y viajó mucho por Unión Soviética conociendo por dentro sus problemas.

Favoreció la privatización y la reducción del Estado en los negocios, pero al final ha quedado convencido de que La URSS lo que necesita era cumplimiento de la ley y el orden, y no la privatización.

“Veía, pero no observaba la inmensa corrupción que permeaba todo. Veía, pero no observaba que los derechos patrimoniales por sí solos no creaban una sociedad decente como por arte de magia. El problema principal en todas las sociedades es el orden: el orden moral, legal y social. Tardé mucho en comprender que lo que Rusia en realidad necesitaba no era priorizar la privatización, sino la ley y el orden”.

Brooks admite las fallas de la visión liberal. Los economistas que favorecen el libre mercado no se preocupan por la pobreza, ni la entienden, y hasta la justifican.

“Empecé a escribir columnas sobre la desigualdad. Llamé a varios amigos economistas de derecha y percibían que la desigualdad era un problema, pero pocos habían trabajado en el tema o estudiado maneras de abordarlo”.

Y a seguidas plantea sus errores en la interpretación de las decisiones que se tomaron en la crisis financiera de 2008 en adelante:

Escribí muchas columnas en las que instaba a Obama a mantener el estímulo en un nivel razonable pero bajo, columnas que ahora me parecen equivocadas. Los déficits sí son importantes, pero no eran el desafío principal en 2009. Me opuse al rescate financiero de la industria automotriz que realizó Obama por motivos de libre mercado y ese también fue un error.

Hay ocasiones en la vida en las que debes apegarte a tu cosmovisión y defenderla contra toda crítica. Pero hay otras en las que el mundo de verdad es distinto a cómo solía ser. En esos momentos, las habilidades más cruciales son las que nadie te enseña: cómo reorganizar tu mente y ver con ojos nuevos.

Hay más casos de errores admitidos por gente con extraordinaria capacidad. Y eso es bueno, porque la admisión del error es el primer paso para enmendarlo. Y en el ámbito de la política es frecuente que se cometan errores y no se admitan, o traten de ocultarse, o se eche la culpa a otros. Y los responsables permanecen en silencio o hablando de otros asuntos, sin admitir sus errores.

El mundo ha cambiado. La realidad de cada país ha cambiado. Las pandemias han tenido afectos nocivos e innovadores, y han empujado a los países, a los ciudadanos a buscar formas de entender y abordar los problemas.

Y en temas políticos, precisamente en estos tiempos previos a unas elecciones generales, hay gente haciendo vaticinios que nada tienen que ver con la nueva realidad en que vivimos. Conceptualizadores dando por sentados resultados electorales que nadie sabe de dónde los sacan, como si fuesen extraños a la generación o mantenimiento de muchos de los problemas que aún padecemos, y que en 12 años, en doce años, bien pudieron enfrentarse, y no lo hicieron. Y ahora pontifican, y lo peor, jamás admiten con honestidad un error, como lo hacen intelectuales en muchos ligares del mundo.