La oposición política, encabezada por el Partido de la Liberación Dominicana y Fuerza del Pueblo, han basado sus ataques al gobierno en que Luis Abinader y su equipo no saben gobernar, que no tienen experiencia, y que están gobernando para satisfacer a las familias más ricas del país.

Incluso un prestigioso abogado y exconsultor jurídico del Poder Ejecutivo ha escrito que una de las ventajas del doctor Leonel Fernández, políticamente con miras al 2024, es su experiencia como jefe de Estado, además de sus relaciones internacionales. De acuerdo con sus cálculos electorales, hay una gran distancia entre los votos recibidos por Danilo Medina para la reelección en el 2016 y los votos recibidos por Luis Abinader para ganar las elecciones del 5 de julio del 2020.

Un periodista de gran prestigio sostiene que la hipótesis de que el PRM y Luis Abinader no saben gobernar es mostrenca, y recordó que la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud acaba de reconocer a la República Dominicana como uno de los países que manejó con más destreza e inteligencia la pandemia de COVID-19. Se cae el argumento de que los que hoy gobiernan no saben hacerlo.

En el Foro Económico Mundial de Davos, realizado esta semana, el presidente Luis Abinader ha asistido y destacado la rápida recuperación del sector turístico en una crisis global que cerró países y mutiló el crecimiento de la industria de viajes y recreación. Es decir, entre empresarios y sector gubernamental mundial se ha reconocido la industria turística dominicana. También se cae la acusación de que los gobernantes dominicanos son inexpertos. Y para reafirmar que el gobierno ha hecho lo correcto, la Organización Mundial de Turismo también ha reconocido al gobierno dominicano por los aciertos en la recuperación de la industria turística y por crear mecanismos que aportan seguridad y ofrecen garantías, en medio de la incertidumbre mundial por la pandemia.

Mencionamos estos dos sectores que fueron los fundamentales en medio de la crisis por la pandemia. La salud y la economía.

Nadie olvida que el 16 de agosto de 2020, cuando Luis Abinader recibió el gobierno, había una ley de Estado de Emergencia, y todos los días había toque de queda en el país, con restricciones en todos los ámbitos, con los comercios cerrados, los negocios en cesación de actividades y con unas perspectivas oscuras, por las que nunca habíamos pasado.

Y peor aún, el PRM asumió la conducción del gobierno con las finanzas públicas en deterioro, con endeudamiento creciente, y sin posibilidades de acceso a vacunas, que ya estaban en proceso de lanzarse. Se puso empeño en que el gabinete de Salud consiguiera el acceso a la vacuna Sinovac, de la República Popular China, y abrió las puertas para la obtención de las vacunas Pfizer y Moderna. Un buen liderazgo de gerencia calcula los riesgos y toma las decisiones adecuadas en el tiempo pertinente, y eso habla de buena experiencia administrativa.

La idea de que a los actuales gobernantes les falta experiencia para gobernar es un argumento político, nada más. Los políticos crean frases, son sus propias versiones de los hechos, el "relato" como se dice ahora. Lo que habría que discutir es si parten de una base cierta.

Desde la política partidista se suele rechazar a los actores del mundo empresarial y de las organizaciones cívicas, como si para ellos no existe el derecho a servir desde el Estado. En el propio PLD se acusó al presidente Danilo Medina (2012-2020) de que había dado muchos cargos a activistas de la sociedad civil, que a los ojos de los peledeístas más furibundos no tenían méritos políticos acumulados para ejercer una función pública en un gobierno del PLD. Ahí están los casos de Isidoro Santana y de Antonio (Tony) Isa Conde, por solo citar dos ejemplos. A ambos se les enrostró que nunca los habían visto "con una bandera del PLD" en mítines de campaña.

Cuando Leonel Fernández alcanzó la presidencia de la República en 1996 tenía apenas 43 años, y nunca había desempeñado una función pública, salvo la de abogado del Estado. Los dirigentes peledeistas se entrenaron en la conducción de las instituciones públicas, pero agotaron su capacidad de servicios y se dedicaron a acumular fortunas. Los procesos que encabeza el Ministerio Público hoy día hablan bastante bien de la experiencia de los dirigentes gubernamentales vinculados con el PLD y con Fuerza del Pueblo, partidos que no tienen diferencias por principios o por ideologías.

La aspiración de la sociedad es que los actuales dirigentes no se contagien con esas inveteradas prácticas malsanas de quienes llegan al poder. Que, por el contrario, la experiencia que adquieran sea la de asumir el compromiso de la transparencia a largo plazo, que no reediten los patrones y esquemas de enriquecimiento ilícito, con deudas públicas, con suplir materiales y servicios que no se entregan realmente, y que no vuelvan a crear nominillas y otras formas de vaciar las finanzas estatales.

La acusación de que son los popis o ricos los que están gobernando habría que analizarla más detenidamente.

En primer lugar, en todos los gobiernos han sido nombrados empresarios en cargos públicos, y no quiere decir que todos esos empresarios hayan ejercido sus funciones para ensanchar sus patrimonios o hayan sido menos honrados que los políticos profesionales. La procedencia social de una persona, necesariamente, no la define en su convicción sobre la ética ni en su deber cívico.

Hay políticos honrados, como también hay empresarios honrados.

De la misma manera, no todos los políticos profesionales son corruptos, pero tampoco la sola condición de políticos los hace modelos de servicio y honradez en la administración pública ni de sensibilidad social.

En los gobiernos peledeistas fueron muchos los que llegaron a las instituciones y se enriquecieron, e incluso se convirtieron en "empresarios" por medios espurios utilizando las instituciones y las finanzas públicas.

Los empresarios que ahora forman parte del Gobierno, que no son todos ni son la mayoría, tienen exactamente las mismas responsabilidades y  obligaciones que tuvieron sus antecesores. No podemos juzgarlos por anticipado, sino observarlos, fiscalizarlos, exigirles como a todos los funcionarios y, al concluir sus gestiones, pasarles el balance y juzgar que tan bien o mal lo hicieron. Lo demás es ejercicio de oposición, legítimo, pero que no constituye una verdad absoluta.