La rebelión militar de abril de 1965, que se inició con un levantamiento de los destacamentos militares “27 de Febrero” y “16 de Agosto”, con el propósito de restablecer el gobierno del Partido Revolucionario Dominicano y del profesor Juan Bosch, dispuestos el 25 de septiembre de 1963, cambio totalmente la fisonomía de la sociedad dominicana.
Los militares constitucionalistas entregaron armas al pueblo, convocaron a los partidos políticos y a la sociedad dominicano, y depusieron el gobierno del Triunvirato que ilegalmente se había establecido, con el apoyo de los Estados Unidos, y que gobernaba precariamente en favor de la corrupción y de los ricos.
Los militares y policías constitucionalistas fueron protagonistas. Y lo fue Rafael Tomás Fernández Domínguez, Manuel Ramón Montes Arache, Juan Lora Fernández, y por supuesto, Francisco Alberto Caamaño Deñó.
A estos militares se sumaron los políticos de izquierda, en particular del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, del Partido Revolucionario Dominicano, del Movimiento Popular Dominicano y del Partido Socialista Popular.
Los especialistas del Comando Especializado de las Fuerzas Armadas (CEFA), encabezados por Elías Wessin y Wessin, dieron soporte a un débil Gobierno de Reconstrucción Nacional encabezado por Antonio Imbert Barreras.
Los constitucionalistas, controlando la Ciudad Colonial, dieron su apoyo al gobierno encabezado provisionalmente (a sugerencia de Juan Bosch) por Francisco Alberto Caamaño Deñó. Dos grupos se disputaban el control de la capital, aunque en las provincias y pueblos del país controlaba el aparato militar comprometido con el golpe de Estado contra Juan Bosch, bajo la consigna de que era un gobierno comunista y era imposible que el comunismo gobernara la República Dominicana después de haber asumido el control de Cuba, con Fidel Castro y los “barbudos”.
La resistencia en el puente Juan Pablo Duarte, para impedir que los soldados del CEFA entraran en la capital, convirtió a Caamaño en el líder de aquel movimiento, estando fuera del país el ideólogo militar de los constitucionalistas, Rafael Tomás Fernández Domínguez.
Fernández Dominguez regresó al país y murió encabezando a docenas de constitucionalistas y revolucionarios que fueron convocados para la toma del Palacio Nacional el 19 de mayo de 1965. La resistencia a la toma del Palacio contó con el apoyo decidido y estratégico de las fuerzas militares de los Estados Unidos, que nos habían invadido el 28 de abril de 1965, primero con 500, luego con 5,000 mil efectivos, que luego fueron 20 mil y que finalmente se convirtieron en 42 mil, e incluyendo una mascarada de una supuesta Fuerza Interamericana de Paz, en nombre de la Organización de Estados Americanos.
Este lunes se cumplirán 58 años del inicio de la revuelta militar y lucha popular contra el triunvirato de abril de 1965, y luego guerra patria de defensa de la soberanía, repeliendo a los interventores norteamericanos. Fue una tragedia definitiva de la sociedad dominicana y de la democracia y de los principios de no intervención que habían adoptado las Naciones Unidas.
Ganaron los norteamericanos esa guerra. Y por supuesto, ganaron también los golpistas contra el gobierno constitucional del profesor Juan Bosch y del Partido Revolucionario Dominicano. Bosch jamás pudo ser presidente de la República de nuevo. Balaguer se impuso en 1966, con ayuda de los norteamericanos, y gobernó el país hasta 1996, la con única excepción de los dos períodos de 1978-1986.
La historia, sin embargo, ha sido contada por los derrotados. Ha sido celebrada y rememorada por los derrotados. Caamaño y Fernández Dominguez son héroes nacionales. Los que triunfaron siguen en el olvido y sin haber querido jamás ofrecer su versión de los hechos. Nos encaminamos a las seis décadas de aquellos hechos y no está todo dicho sobre ese derroche de patriotismo que exhibió el pueblo dominicano, y sobre la vergüenza de las fuerzas que acudieron a un llamado a los norteamericanos para que intervinieran. Esa ignominia no es sostenible, ni histórica ni éticamente, pese a que el pueblo dominicano ha retomado con bríos su voluntad de construir un proceso democrático, de ser una nación que empuja por la libertad, la prosperidad y el bienestar, en condiciones de paz y solidaridad, como lo desearon Juan Bosch, Peña Gómez, Caamaño y Fernández Domínguez. Loor a su memoria.