La censura es un arma de doble filo que cercena la capacidad creativa de los artistas y que limita la divulgación del pensamiento crítico. La practican Estados, dictadores, corporaciones empresariales, iglesias, editoriales, medios de comunicación y las nuevas tecnologías.

Hubo quienes declararon, con entusiasmo por el surgimiento y protagonismo de las redes sociales, que la censura había muerto.

Han surgido nuevas formas de censura, y ahora parecen más sutiles, pero resultan iguales de abusivas y asfixiantes. Los fanáticos del pensamiento único resultan protagonistas en estos tiempos. Toda censura es una exaltación de la intolerancia, del miedo a la diversidad y al pensamiento y la expresión crítica.

En dictaduras muy extensas la censura se convierte en cotidiana y la gente se acostumbra a hablar omitiendo conceptos, nombres, palabras específicas, como libertad, censura, silencio, pensamiento libre.

Las iglesias fueron las primeras responsables de imponer censura en las expresiones divergentes. Giordano Bruno, Galileo Galilei son ejemplos que de inmediato surgen.

La censura de las obras del Marqués de Sade lo llevaron a la cárcel por muchos años, porque narraba historias que iban contra las normas sociales establecidas.

Recientemente el escritor inglés de origen indio Salman Rushdie fue agredido, previo a una conferencia en una universidad de Nueva York. El fanatismo religioso había dictado una orden de muerte en su contra, mediante una fatwa, dictada por el Ayatola Jomeini en 1989. Su novela Los Versos Satánicos ha sido prohibida y su autor perseguido. En 2021 el escritor sufrió un apuñalamiento en el cuello que casi lo mata. Un fanático religioso quería cumplir con la orden de asesinarlo, dictada 30 años atrás. La premio nobel de literatura Toni Morrison ha sido censurada por su novela Ojos Azules. El escritor norteamericano Phillip Pullman tambien ha sido censurado, por su novela Luces del norte. Aunque muchos no lo crean Mark Twain, Jonathan Swift, Aghata Christie y muchos otros autores han sido censurados en los Estados Unidos. Recientemente en España fue censurado un poema de Miguel Hernández.

Los dictadores imponen censura porque no resisten el pensamiento diferente, la creatividad de los autores, de los poetas, ni las descripciones de sus extravagancias, de acuerdo con Sergio Ramirez, escritor, novelista, intelectual, ex vicepresidente de Nicaragua, desnacionalizado por el déspota Daniel Ortega.

“Nunca imaginaría a Pinochet, a Videla o a Stroessner, en su tiempo, o ahora a Maduro, a Diaz Canel, o a Ortega, metidos en la cama con un libro abierto hasta pasada la medianoche, ni cerrándolo con un golpe airado, para levantar entonces el teléfono y llamar al jefe de los esbirros ordenándole capturar al escritor díscolo que le ha quitado el sueño, el que al día siguiente será encerrado en una celda de castigo, acusado de incitación al odio, de subvertir el orden público, o de traición a la patria”, escribió Sergio Ramirez.

La derecha se siente envalentonada en todo el mundo, Y le gusta hablar de censura, de libros que hay que prohibir, o evitar que circulen. Solo en Estados Unidos, en diversos Estados, se han censurado más de 2,500 libros en los últimos tiempos. En Internet Google, Facebook, YouTube, Instagram, son protagonistas de las nuevas censuras. Prohiben palabras, imágenes, conceptos. Palabras como muerte, violencia, aborto están estrictamente prohibidas. Los títulos de los diarios, para ser acogidos por las redes, prohiben las preguntas, por ejemplo. La ironía ya no es posible en el periodismo. Hay que adoptar un recurso lingüístico como las redes y sus algoritmos desean que se utilicen. O no caben en su mundo. Y poco a poco se va reduciendo la capacidad creativa, la posición crítica y las sutilezas tampoco se admiten enel trabajo periodístico de nuevo cuño.

Estos temas estuvieron presentes este domingo en un coloquio realizado en la sala Aida Bonelly de Díaz, del Teatro Nacional, en la XXV Feria Internacional del Libro en Santo Domingo.

Participaron los autores y creadores Garcilaso Pumar, de Venezuela, Karla Suárez, de Cuba, y Nuria Labari, de España. Un diálogo enriquecedor y luminoso, sobre un tema actual y considerado conflictivo.

Ya la censura no se reduce a los medios de comunicación. Es un fenómeno de los libros, de los autores, de los Estados, de las iglesias, y de las redes sociales. Estas últimas han potenciado la labor de los censores, que ahora son algoritmos que reciben mandos de personas que los elaboran, y que nadie puede identificar.