Los niveles de desigualdad en la sociedad dominicana siguen siendo muy altos. El informe reciente de Oxfam sobre desigualdad en el mundo es apenas un indicio, porque nuestro país ha registrado con insistencia uno de los mayores cuadros de desigualdad en la región.
En noviembre de 2015 Oxfam realizó un debate sobre esta cuestión y la especialista Rosa Cañete ratificó que nuestro país seguía siendo uno de los más desiguales de la región:
“República Dominicana es uno de los países más desiguales en la distribución de su ingreso de la región más desigual del mundo. Además, ha sido uno de los pocos países en América Latina y el Caribe que no ha aprovechado la última década para reducir de forma adecuada la desigualdad”. Así lo fijo y así se registró.
Y en 2014 Oxfam nos decía que "pese a los altos niveles de crecimiento económico no se consigue reducir significativamente la pobreza y la desigualdad” en la República Dominicana.
Este sigue siendo un grave problema de nuestra estructura económica y social, en la que los gobiernos han hecho poco por la redistribución del ingreso, han hecho menos para que los asalariados obtengan mejores ingresos, y en una gran parte de la industria el salario ha tendido a mantenerse bajo, pese a los niveles de inflación. Ningún gobierno ha podido compensar los niveles de Inflación con los salarios de los trabajadores. Y la canasta básica no se completa con los ingresos en los hogares dominicanos.
Oxfam nos recordó que de acuerdo a un informe de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), difundido en 2012, el quintil más pobre de República Dominicana, la quinta parte más pobre de la población del país, captaba solo el 4 % de los ingresos, mientras que el quintil de población más rica captaba el 50,8 %, prácticamente la misma participación en el ingreso total de ambos quintiles que en 2002.
Eso quiere decir que en el siglo XXI ningún gobierno ha hecho un esfuerzo sostenido para mejorar el ingreso de los dominicanos, para reducir la desigualdad y para dignificar los ingresos de las personas que deciden doblar el lomo, tanto como sea posible, para tener vivienda, alimentación, educación y salud en condiciones dignas.
El presidente Luis Abinader recibió esta semana un doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, y allí dijo que en una próxima administración retomaría las propuestas de reforma que presentó en el 2021, una gran parte de las cuales se ha quedado en los archivos del Consejo Económico y Social, para que sean puestas en marcha mediante un gran consenso nacional.
Hemos dicho e insistimos que el consenso lo dan las masas de votantes cuando aprueban un gobierno, unas candidaturas, y que para hacer reformas sociales y económicas que reduzcan la desigualdad no es posible buscar consensos nacionales, porque -precisamente- la desigualdad es una condición impuesta durante los años de establecimiento de la democracia, como consecuencia de pactos legislativos y laborales que tienen grandes desventajas para los empleados y los sectores sociales más desfavorecidos.
Uno de los grandes desafíos de la administración del presidente Luis Abinader ha sido imponer un modelo de gestión gubernamental más transparente. También tratar de evitar la impunidad. Sin embargo, una próxima administración necesita trabajar las reformas sociales, laborales, económicas, fiscales que cambien el cuadro de desigualdad en que nos sostenemos. Ese cambio no se hará por consenso, sino por la voluntad política de un gobierno consciente de que la democracia podría entrar en una situación de riesgo, de grandes explosiones sociales y políticas, si no se reduce significativamente la desigualdad.
Ojalá se entienda. Hemos aplicado siempre la ley del embudo, en beneficio de los menos y en perjuicio de los más.