Tras los más recientes incidentes violentos en Haití, la mayoría de los gobiernos que tienen embajada en Puerto Príncipe decidieron evacuar a sus funcionarios y cerrar las legaciones diplomáticas y consulados.

El último país en tomar esa medida fue Bahamas, que trasladó a todo su personal consular  y diplomático a territorio de la República Dominicana.

A todo esto, los policías haitianos culparon al gobierno de incitar a la violencia para culpar a los agentes y justificar el pedido de intervención militar extranjero.

De manera oficial, ante la violencia que vive Haití, el Gobierno solicitó oficialmente el envío en octubre pasado de una fuerza extranjera, tras lo cual el secretario general de la ONU, António Guterres, propuso establecer una "fuerza de acción rápida" compuesta por militares de uno o varios países y no bajo bandera de Naciones Unidas.

Pero el pedido del gobierno haitiano y la propuesta de la ONU se han quedado en el aire.

Las agencias de prensa, como la española EFE, ha divulgado la versión de fuentes diplomáticas, de que no se ha encontrado un Estado dispuesto a liderar esa operación militar, pese a las conversaciones impulsadas por EE.UU. y Canadá.

Los gobiernos de EE.UU. y Canadá se han limitado a imponer sanciones diplomáticas y económicas a políticos y empresarios haitianos a los que se vincula de alguna manera con las pandillas violentas que controlan amplios sectores de Puerto Príncipe.

El pasado martes EEUU fijó su posición: que ha hecho "todo lo que podía" para ayudar a Haití.

Es más que evidente que Haití no importa para los organismos internacionales ni para los países más poderosos, que pueden liderar decisiones en la ONU, en la OEA, en el BM, en el BID y el FMI.

Por más que la República Dominicana clame en favor de Haití, a nadie parece importarle.

¿Y ahora?