El Caricom ha sido solidario y ágil en la búsqueda de una salida digna para la crisis política haitiana, dado que los haitianos no han podido ponerse de acuerdo y han necesitado de una fuerza política, ética y moral que ellos no han exhibido para alcanzar un pacto.

Los haitianos desconfían de sus políticos y líderes académicos, intelectuales, legisladores, empresariales, religiosos. Es muy común que los haitianos rechacen todas las soluciones que se les ofrecen, bajo el argumento de que son ellos los que desean proponer una solución, y tiene que salir de ellos, sin influencia extranjera, pero nunca han demostrado capacidad, cordura, disposición, paciencia para el diálogo o para ponerse de acuerdo.

Es un drama histórico el que padecen los haitianos, y que el periodista Hérold Jean-Francois ha descrito muy acertadamente en la siguiente reflexión:

En 220 años de existencia, con el rechazo de hablarnos para decir al del frente, cara a cara, su pensamiento. Aquí, el demócrata dice que no va a sentarse con el “macoute duvalierista”, el de Lavalas no quiso sentarse con los militares golpistas, y el militante progresista no entiende sentarse con los de PHTK (Partido de Michael Martely), pues los conflictos no pueden vaciarse y las tensiones sociales se extienden hasta que nos encontremos en un callejón sin salida. De tal manera que los vecinos, desgraciadamente, son  los solicitados para sentarnos en la misma mesa. Para ilustrar eso: Durante la crisis del golpe de Estado del 1991, en Governors Island en julio de 1993, Jean Bertrand Aristide rehusó negociar directamente con el General Raoul Cédras, militar que lo derrocó. Fue Dante Caputo el diplomático Argentino que iba hacia uno y otro para reportar las posiciones de cada quien! 

Hay alegría en casi todo el mundo por la propuesta de la reunión del Caricom, para que los haitianos escojan un consejo presidencial, que a su vez éste consejo escoja un primer ministro provisional, y que se organicen elecciones en un período prudente.

Los haitianos, sin embargo, no han recibido con alegría la recomendación. Y las versiones adversas tienen todos los colores. Hay haitianos que dicen que todo lo del Caricom estaba planificado. Que esa solución es una imposición. Que los haitianos no quieren intervención internacional. Frente a la embajada de Canadá en Puerto Príncipe, este martes hubo manifestaciones denunciando la creación del Consejo Presidencial propuesto por Caricom. Otros celebran el anuncio del gobierno de Kenia, de que queda aplazado el despliegue de tropas de ese país para la pacificación de Haití. Los grupos políticos vinculados con las bandas violentas rechazan la formación de un Consejo Presidencial y reclaman que sea el pueblo el que elija quien deberá dirigir el país. Así de complicado resulta todo en Haití.

Todo este esfuerzo que se ha hecho, incluyendo la disposición del gobierno de Estados Unidos de aportar 300 millones de dólares para la transición, podría quedar anulado por la falta de entendimiento de los haitianos, y la ausencia de liderazgo con capacidad para el diálogo y el razonamiento.

Y el problema luce muy vivo en todos los sectores. Los líderes políticos atizan el rechazo de unos contra otros. Los líderes religiosos son tan radicales como los caciques regionales, como los maestros o los sindicalistas, Nadie está dispuesto a ceder un ápice de su punto de vista. Se buscan entre los que están de acuerdo con una postura, pero lo hacen para hacer frente a los que piensan de forma diferente. No hay forma de lograr un consenso, porque los acuerdos siempre son posibles porque hay diferencias en las posiciones, entre líderes políticos, religiosos, empresarios o sindicalistas. Se pacta lo que es posible, lo que conviene, y lo que estamos dispuestos a respetar. En Haití eso no se entiende ni se practica, lamentablemente.

La conferencia de obispos católicos, por ejemplo, pudo jugar un rol más activo en la búsqueda de solución en esta crisis, pero los radicalismos y la violencia han sido tan crudos que los obispos quedaron aparentemente anulados. Además las otras iglesias, contrarias al catolicismo, harían todo cuanto fuera posible para impedir una salida concebida entre obispos católicos haitianos.

La gran tragedia de Haití no es la violencia. La tragedia haitiana es la falta de apertura al diálogo. Ese es un criterio que los líderes de las Naciones Unidas, del Consejo de Seguridad, de la Organización de Estados Americanos, del Caricom han podido comprobar en los últimos años. Ni los golpes de Estado, ni el asesinato de sus líderes, incluyendo el magnicidio del presidente Jovenel Moise, han convencido a los haitianos de que están obligados a ponerse de acuerdo, que ya está visto que su falta de tolerancia y de espíritu democrático, es la piedra en el camino del desarrollo de la ciudadanía haitiana.