"Les demando acabar con la irracional guerra contra las drogas", proclamó este martes el presidente de Colombia, economista Gustavo Petro, en la asamblea general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

En su intervención en la 77 Asamblea General de las Nacionales Unidas, el gobernante de Colombia reclamó que se ponga fin a la "irracional" guerra contra las drogas que, además, según dijo, está destruyendo la selva amazónica y haciéndole daño a su país.

"Yo les demando desde aquí, desde mi Latinoamérica herida, acabar con la irracional guerra contra las drogas. Disminuir el consumo de drogas no necesita de guerras, necesita que todos construyamos una mejor sociedad", dijo Petro en su primera intervención en una Asamblea General de las Naciones Unidas como presidente de Colombia.

No es la primera ocasión en que un gobernante o líder de un país llama a poner fin a la llamada guerra contra las drogas, que en más de 50 años no ha logrado disminuir la producción ni el consumo de cocaína, marihuana, heroína ni sus derivados. El hecho que lo haga el presidente de Colombia, uno de los países que más ha sufrido en esta política internacional, agrega fuerza a este reclamo.

Colombia ha sufrido el estigma de haber sido asiento de organizaciones criminales dedicadas a la producción y exportación de cocaína, y su pueblo ha pagado el costo más alto en pérdida de vidas, violencia, destrucción de su vegetación y los efectos de los venenos que se han lanzado durante decenios para supuestamente poner fin a las plantaciones de la coca. ¿Se le ha ocurrido a alguien lanzar veneno desde aviones contra las plantaciones de tabaco? ¿Y no provoca el tabaco tantas muertes como las drogas prohibidas?

Colombia, al igual que México, Bolivia, Perú y, en menor medida Venezuela, ha tenido que cargar con la peor parte de una fracasada política internacional, impuesta desde las grandes potencias económicas, principales mercados del consumo de drogas. La propaganda de esa supuestra cruzada anti drogas ha proyectando una imagen distorsionada, como si todos los habitantes de estos países se dedicaran al narcotráfico.

Incluso la República Dominicana ha sido dañada por esa campaña, cada vez que se le califica de "puente" para el narcotráfico, y se le obliga a destinar valiosos recursos a la dichosa "guerra", que bien servirían en importantes servicios públicos, como la salud.

Quienes defienden esa guerra fracasada suelen olvidar que las armas, las lanchas, los aviones y los ingredientes industriales que se utilizan para procesar la hoja de coca y transformarla en la dañina cocaína, constituyen otro negocio lícito y al mismo tiempo ilícito, que produce miles de millones de dólares y euros. Pero como ese negocio opera de norte a sur, parece que a nadie le importa; solo se señala el tráfico de las drogas de sur a norte.

Algunas de las expresiones del presidente Gustavo Petro:

"Yo les demando desde aquí, desde mi Latinoamérica herida, acabar con la irracional guerra contra las drogas".

"Disminuir el consumo de drogas no necesita de guerras, necesita que todos construyamos una mejor sociedad: una sociedad más solidaria, más afectuosa, donde la intensidad de la vida salve de las adicciones y de las nuevas esclavitudes".

"¿Quieren menos drogas? Piensen en menos ganancias y en más amores. Piensen en un ejercicio racional del poder".

"Nosotros les servimos para excusar los vacíos y las soledades de su propia sociedad que la llevan a vivir en medio de las burbujas de las drogas. Les ocultamos sus problemas que se niegan a reformar".

"Mi país no les interesa sino para arrojarle venenos a sus selvas, llevarse a sus hombres a la cárcel y arrojar a sus mujeres a la exclusión"

Las denuncias del presidente Colombia son verdades incómodas, pero irrefutables, que se deben escuchar.