La expansión del COVID-19, con la variante Ómicron, ha traído al sector salud dominicano una escasez de medicamentos que no se percibe en los medios de comunicación, pero que está siendo un serio problema para las personas que necesitan mantener sus programas de medicación pautada por los profesionales que le atienden, y que demuestran eficacia.

Medicamentos para tratamiento del resfriado, por ejemplo, no existen ya en las farmacias. Medicamentos para fiebres, dolores de cabeza escasean, y lo que está resultando es un serio problema para contener determinados males -comunes ahora- pero que resultaban los productos más sencillos del mercado farmacéutico.

Al mismo tiempo, medicamentos especializados, para pacientes con hipertensión, diabetes, problemas renales han comenzado a desaparecer del mercado. Y cuando suelen estar disponibles, las farmacias han dispuestos de sustanciosos aumentos en sus precios.

Los problemas de transporte al parecer han sido un factor del desabastecimiento, pero muchas casas tienen relaciones con laboratorios locales. Varios factores han encarecido los productos farmacéuticos para enfermedades crónicas, pero uno ha sido terriblemente nocivo: La falta de previsión de las farmacias, que se han acostumbrado a mantener una reserva pequeña.

El Departamento de Medicamentos de Altos Costos del Ministerio de Salud Pública fue transferido a Programa de Medicamentos Esenciales, y resulta que ahora esos medicamentos de altos costos no aparecen. Ni salud Pública ni Prímese tienen respuestas ante el serio problema que se ha creado con la escasez para las personas pobres, que han quedado impedidas de las medicinas que les mantenían su salud con estabilidad.

Y claro, que cuando hay escasez los oportunistas -sin importar el daño que causan- generan mucho más ganancias, aduciendo que esa es una ley de mercado.

¿Quién protege a las personas que necesitan medicamentos para mantenerse en estado de salud, y que ahora no tienen acceso a ellos? ¿Quién supervisa si la escasez es parcial, y hay especuladores que están proveyendo los medicamentos a cuentagotas, pero a precios superiores?

Los laboratorios están sobrecargados de personas requiriendo pruebas de antígenos y pruebas PCR de COVID-19. El personal de estos laboratorios se ha contagiado y ahora disponen de menos personal. Es más difícil en este momento obtener una prueba de esas en los centros hospitalarios. Las filas son excesivamente largas. Cuatro y cinco horas hay que esperar para la realización de las pruebas. ¿Se están tomando previsiones oficiales para hacer frente a la demanda de los sectores populares? Las clases medias y altas pueden pagar y pagan los precios de las pruebas, pero los sectores pobres no pueden.

Habría que evitar que por falta de medicamentos las personas con condiciones previas, que nada tienen que ver con el COVID-19 se compliquen en su estado de salud o fallezcan.

Es una voz de alerta la que estamos lanzando. El desabastecimiento en las farmacias es un tema al que hay que buscarle solida, y que sea urgente.