Hace tiempo que los compromisos profesionales me consumían tanto que no les compartía nada en este espacio personal. De repente, logro sacar el hueco para hacerlo y la cabeza me da vueltas. Quiero hablar de tantas cosas pero por desgracia el tema número uno que me llega a la mente es este asunto del aborto en los Estados Unidos.

Se habla mucho del caso Roe Vs Wade, pero tal vez más en piloto automático que con verdadera conciencia acerca del famoso litigio judicial ocurrido en 1973 en el que Norma McCorvey -conocida en su demanda con el seudónimo de "Jane Roe"- después de quedar embarazada de su tercer hijo en 1969, quiso abortar, pero vivía en Texas, donde era ilegal hacerlo. Sus abogadas Sarah Weddington y Linda Coffee, presentaron una demanda en su nombre ante un tribunal federal contra el fiscal del distrito local Henry Wade, alegando que las leyes de aborto de Texas eran inconstitucionales. Un panel de tres jueces del Tribunal para el Distrito Norte de Texas vio el caso y falló a su favor. El Estado de Texas apeló esta sentencia pero la Corte Suprema estadounidense dictaminó que la Constitución protege la libertad de una mujer embarazada para elegir abortar sin excesivas restricciones gubernamentales, anulando en aquel entonces muchas leyes federales y estatales que lo penalizaban. Hubo además toda una serie de cláusulas que determinaban que el derecho no era absoluto y debían sopesarse con los intereses del gobierno en la protección de la vida de la mujer y de la vida pre-natal. La Corte Suprema revisó y modificó los dictámenes jurídicos de Roe en su decisión de 1992 Planned Parenthood v. Casey. En el caso Casey, la Corte reafirmó la posición de Roe de que el derecho de la mujer a decidir abortar está constitucionalmente protegido. 

Claro que hace apenas unos días una mayoría conservadora de miembros de la Suprema Corte de Justicia tomó la trágica decisión de revertir el caso, intensificando el bombardeo contra nuestros derechos por allá también. Si eso es en una nación supuestamente protegida por instituciones y precedentes, qué será de nuestra media isla en la que no existe Superman ni Mujer Maravilla que nos ampare.

Soy dominicana, aquí me crié y me formé durante la primera etapa de mi vida. A los 21 años de edad me mudé a Nueva York, donde residí durante veinte años y eché raíces, desarrollando mi carrera actoral. Hoy día, tengo un pie aquí y otro allá, de modo que soy parte de dos países y dos culturas que han declarado guerra a las mujeres, a base de quitarnos derechos, cerrarnos camino, y tratarnos como ciudadanas de segunda categoría. Es todo una realidad Orwelliana que honestamente da miedo.

El asunto es que según mi parecer, estas posturas que nos niegan el derecho a decidir sobre nuestros propios cuerpos se basan en opiniones desprovistas de base y con poca capacidad de introspección o empatía. A veces escucho comentarios sin contemplación de contexto ni trasfondos sociales, de cómo reglas dogmáticas atacan, y a veces destruyen a las personas directamente afectadas, y por ende a la sociedad en la que viven.

¿Por qué resulta tan difícil entender que prohibir el aborto no los va a erradicar y que por el contrario, lo único que logra es expandirlos de manera clandestina? ¿Por qué en lugar de obligar a una mujer que no esté lista para ser madre, o bien ha sido abusada, a cargar con un embarazo no deseado, y no se facilita mejor la planificación familiar? ¿Por qué no educar a nuestras niñas, niños, y adolescentes, para que haya conciencia desde temprano sobre nuestra sexualidad? ¿Por qué meterse en una burbuja de “superioridad moral” para juzgar con un dedo, o peor aún, con poder judicial, las decisiones personales de cada quien?

En mi experiencia, muchas personas casadas con sus posiciones anti-aborto suelen hablar desde un lugar de privilegio, ya sea de clase o de género (porque no son uno ni dos los hombres de clase social acomodada que me han expresado lo “equivocada” que estoy por defender mis derechos), y sin apoyo científico alguno, casi defienden la idea de que en el momento en que el espermatozoide entra al cuerpo de la mujer, esto se considera vida, por lo tanto parte del activismo va también en contra de la llamada “píldora de la mañana siguiente”, o sea que ni siquiera nos dan la opción de prevenir el embarazo antes de que ocurra. Si usted es anti-aborto, ayude a educar y promueva las vasectomías, que ahí se resuelven muchos problemas. 

Y no olvidemos que la iglesia por lo general promueve la abstinencia como método anticonceptivo, método poco realista y sustentable. Lo cierto es que me opongo a la idea de que la religión intervenga en mi derecho como mujer.

Nunca he tenido un aborto, pero soy capaz de mirar hacia adentro y ponerme en el zapato del otro. Ninguna mujer quiere pasar por esa difícil situación, que acá puede incluso implicar cárcel. Pero por alguna razón nos tienen miedo, porque al final esto no es sobre vida, es sobre control. Tengo tanta rabia que me dan ganas de llorar, pero pues me toca canalizar esa energía y seguir luchando para que aquí se legalicen las causales, que es lo menos que nuestro país puede hacer para proteger a la mujer dominicana, mientras cantamos a coro: ¡Es mi cuerpo y yo decido! ¡Es mi cuerpo y yo decido! ¡Es mi cuerpo y yo decido! ¡Es mi cuerpo y yo decido! ¡Es mi cuerpo y yo decido! ¡Es mi cuerpo y yo decido!