Ir a un centro comercial, en plan de compras, o visitar un supermercado para abastecer la despensa, genera preocupación porque el dinero acorta en exceso su capacidad de adquisición. Los productos que se adquieren a precios de promoción están muy por encima de los precios a los que se adquirían el año pasado. Y ni se diga lo que representa visitar un restaurante cualquiera, en la capital, Santiago o cualquier otra ciudad. Han duplicado los precios de todos sus servicios.
Claro, el gobierno dominicano ha puesto el empeño en reducir el impacto de la inflación en la canasta básica, y ha aplicado políticas de reducción de ciertos productos agrícolas, así como evitar que los precios de los combustibles se reflejen en la canasta básica de los dominicanos.
El Banco Central ha aumentado la tasa de política monetaria, lo que ha representado un aumento significativo de las tasas de interés de los préstamos de cualquier tipo, y ha encarecido el costo del dinero en general. Los empresarios comienzan a quejarse de los aumentos de la tasas de interés, pese a que en general se ha aplaudido las decisiones del Banco Central de contener la inflación mediante políticas monetarias inteligentes.
Al sector empresarial, y en particular a los empresarios de servicios y detallistas, les interesa aumentar su rentabilidad. Siempre es así. Por eso hemos tenido algunos aumentos por encima de los que debieron producirse por efecto de la inflación. En los restaurantes, por ejemplo. La inflación tiene un efecto nocivo en las clases medias, que se ven obligadas a reducir sus actividades sociales, pero ese efecto es más perverso y destructivo en los sectores de menores ingresos, que se ven impedidos de consumir lo básico o cubrir sus necesidades de salud, vivienda, educación y pago de los servicios de agua, energía eléctrica o recogida de basura.
El gobierno ha tenido que hacer sacrificios fiscales significativos para evitar el efecto de la inflación en los sectores más empobrecidos. Este año 2022 hemos tenido fenómenos naturales como el ciclón Fiona, que afectó duramente la costa Este del país, o la inundación de Santo Domingo el 4 de noviembre. En ambos casos el gobierno ha debido disponer de miles de millones de pesos adicionales para ir en auxilio de las personas afectadas.
El gobierno debe gestionar y presionar por un aumento de los salarios en el sector privado. Además de los aumentos de que disponga en los salarios mínimos el Comité Nacional de Salarios. Las ventas se reducen, como consecuencia del aumento del costo del dinero, pese a los Black Friday extendidos y todas las demás argucias que se inventen.
Algunas empresas, especialmente mipymes, no soportarán los aumentos salariales y se quejarán o buscarán opciones para reafirmar la informalidad. Algunos empleos se podrían perder, lo que afectará a la seguridad social y la capacidad crediticia de esas empresas. Quienes tienen préstamos podrían entrar en cesación de pagos. Todo ello significa que los problemas apenas comienzan, y a partir de 2023 se podrían sentir mucho más.
Podría ser un consuelo que todos estos problemas no afectan solo a los dominicanos. Afectan, en ocasiones con más gravedad, a los argentinos, chilenos, peruanos, y también a los norteamericanos, mexicanos, canadienses. Y ni hablemos de los europeos, que tienen una guerra en su territorio que los está afectando muchísimo, y mucho más ahora que el gas ruso no estará disponible para el invierno que ya comienza.
La economía en 2023 no pinta bien, pese al optimismo del presidente de la República. La recesión global que ha sido anunciada pareciera ser inevitable, mientras la guerra de Ucrania y Rusia sigue presionando hacia la baja el desarrollo de la economía global. Lo malo de esta guerra es que tiene un efecto globalizado de una crisis entre dos países.
Las previsiones de crecimiento del 2023 de los organismos financieros y económicos se han reducido de un 6% a un 2%, y esto afecta especialmente a los Estados Unidos y a las grandes economías que funcionan como locomotoras de la economía global. Para América Latina y el Caribe, que creció en 6.7% en el 2021, para este año su crecimiento se estima en un 2.8% y apenas 1.9% para el 2023.
Tenemos que prepararnos para una situación precaria. Esperemos que el turismo y las remesas funcionen con la eficacia que lo han hecho en los últimos dos años. Nuestra economía que se prevé tenga un crecimiento en 2022 de alrededor de un 5%, podría caer a un 4.5 o menos en el 2023, porque la recesión en Estados Unidos nos afectaría, y lo mismo afectaría la recesión en Europa, precisamente por las remesas y el turismo.
El gobierno dominicano deberá trabajar la estabilidad macroeconómica y evitar la construcción de una imagen como la que desea transmitir la oposición, de desastre y catástrofe. Y aunque el panorama electoral está frente a nosotros en 2024, no descartar una reforma fiscal integral que haga justicia con algunos sectores y que limite el endeudamiento. De lo contrario seguiremos aumentando las deudas y los déficits. Apostemos a que la recesión que viene dure poco, y que tengamos autoridades responsables y conscientes al frente del Estado, sin que las elecciones nos hagan perder las perspectivas de la protección del futuro de la sociedad dominicana, y de nuestra estabilidad macroeconómica.