El débil gobierno institucional de Haití, encabezado por el recién instalado primer ministro Alix Didier Fils-Aimé, acaba de protestar con energía frente al gobierno francés por unas declaraciones en Brasil, del presidente galo sobre la decisión del Consejo Provisional Presidencial de despedir al primer ministro interino Garry Conille y designar un sustituto.

Lo dicho por el presidente de Francia es una idea bastante generalizada en la comunidad internacional, y en particular entre los miembros de la Unión Europea y los Estados Unidos, que desde el primer día brindaron apoyo a Conille, reconociendo su capacidad y las posibilidades de poner en marcha un programa de retorno a la institucionalidad.

Sin embargo, como en Haití la institucionalidad es demasiado frágil, hay que decir que tras el crimen contra el presidente Jovenel Moise, se ha caminado sobre rieles sin norma legal y en búsqueda de una estabilidad y retorno a las leyes existentes.

El primer ministro que Jovenel Moise tenía decidido designar, Ariel Henry, se instaló por presión de la comunidad internacional, porque no había ningún mecanismo legal para su instalación.

No hay presidente de la República, tampoco vicepresidente. No hay legislatura ni congreso, y tampoco existe un poder judicial que oriente decisiones institucionales que no aparecen en la constitución del país.

Henry, tras una visita a Kenia gestionando el apoyo militar para la búsqueda de paz en Haití, fue impedido de entrar al país y se quedó sin funciones. Caricom y la comunidad internacional apoyaron la designación de un Consejo Provisional Presidencial, que no es legal, no aparece en la Constitución, para que designara a un Primer ministro, como parte de una negociación política.

El Consejo ha tenido serias dificultades. Varios miembros fueron imputados por complicidad y corrupción, y los intereses particulares que otros representan los han dejado en evidencia. Los consejeros han querido gobernar ellos, y por eso la emprendieron contra el primer ministro interino Garry Conille. Al final terminaron destituyéndole y designando a Alix Didier.

El cuadro es muy oscuro. Las bandas controlan el 85 por ciento del territorio de la capital haitiana. Las muertes son horribles, nada se mueve en Haití sin el consentimiento de las bandas. Los grupos privados actúan sin apoyo del precario gobierno, y ahora existen fuerzas de autodefensa, que también asesinan o se vengan de los criminales que integran las bandas. El gobierno provisional guarda silencio.

En una reunión en Brasil, en privado, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, se pronunció acerca de la reciente destitución de Garry Conille como primer ministro y consideró que la decisión fue tomada por unos "completos idiotas",  según un comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores.

Haití ha dicho que esas declaraciones resultan inaceptables para los haitianos. El recién instalado ministro de Exteriores de Haití, Jean-Victor Harbel Jean-Baptiste, convocó al embajador de Francia en Haití, Antoine Michon, para presentar su protesta por la que considera una desconsideración a la soberanía de los haitianos y calificando lo dicho como "gesto inamistoso e inapropiado que merece ser rectificado”.

Lo expresado por el presidente francés es, aunque inadecuado, es un sentimiento bastante generalizado en la comunidad internacional, y que pocos se atreven a decir, bajo el entendido de que ya han agotado un gran arsenal de sus recursos para apoyar el retorno de Haití a la democracia, y sus fuerzas políticas trabajan con tesón para desbaratar una gran parte de lo que se les apoyo desde fuera.

Lo que realmente indigna, o debía indignar a los haitianos es el cuadro dantesco de violencia que su país y sus ciudadanos viven cada día. Y para lo cual debían ponerse a trabajar juntos, sin tantas mezquindades y diatribas, por asuntos de escasa o ninguna significación. Los dirigentes haitianos se quejan por lo que opina el presidente de Francia y no mencionan nada sobre los crímenes que se cometen frente a sus narices, en su propio suelo.

Esta es la realidad que se reporta por las agencias de noticias: 

El número de muertos por la violencia de las pandillas en Haití este año se elevó a más de 4.500 después de que 150 personas murieran en la capital de Puerto Príncipe en la última semana, según el testimonio del jefe de derechos humanos de las Naciones Unidas, Volker Turk, pero en medio de la violencia desenfrenada y la persistente inestabilidad política, Turk dijo que el último "recrudecimiento" de la violencia es un "presagio de que lo peor está por venir”. Y los que dirigen Haití no se ocupan de encontrar alguna brecha para ponerse de acuerdo.