Los resultados electorales "oficiales" en Venezuela no se corresponden con los votos de cada uno de los ciudadanos que concurrieron a los centros de votación el domingo para elegir presidente.
El pretendido veredicto del Consejo Nacional Electoral de Venezuela no es más que una manipulación, para intentar coronar un fraude electoral montado por unas autoridades que previeron lo que harían y que montaron un espectáculo para hacer creer que sigue existiendo democracia electoral en Venezuela.
La oposición ha reiterado que cuenta con por lo menos el setenta por ciento de las actas de los centros de votación (hubo un porcentaje importante que fue sustraído por bandas al servicio del oficialismo), y que en esas actas la oposición gana con por lo menos el setenta por ciento de los votos.
La oposición ha exigido que se cotejen esas actas con el supuesto resultado anunciado por el CNE. Quien no debe, nada teme. En consecuencia, un cotejo, un reconteo de votos, uno por uno, a la vista de todos, despejaría todas las dudas. De resultar beneficiado el candidato del gobierno, se legitimaría, de lo contrario se tendría que convocar a nuevas elecciones.
Lo que los aliados de los gobernantes de Venezuela, como Colombia, Brasil, Chile y Uruguay, al igual que Estados Unidos, Unión Europea, y otros gobiernos del mundo solicitan, es que se muestren las actas de la votación que ofreció en único mensaje la autoridad electoral de Venezuela: Que el candidato a la reelección, Nicolás Maduro obtuvo increíblemente el 51.1 por ciento de los votos y que el candidato opositor, Edmundo González Urrutia, obtuvo el 44 por ciento de los votos.
El Consejo Electoral de Venezuela mostró las actas de votación hasta el 40 por ciento del escrutinio, y todo indicaba que el Partido Socialista Unificado de Venezuela y sus aliados estaban derrotados. De los 21.6 millones de ciudadanos hábiles para ejercer el voto, el 64.75% se encontraba dentro del país y podía ejercer el derecho, y una muestra de una encuesta a boca de urnas registró el voto en 6,700 mesas de votación, demostrando que el voto a favor de Edmundo González fue de un 62.56, para un total de 8.3 millones de votos, mientras que para Nicolás Maduro apenas registró un 30.8 por ciento, 4.1 millones de votos, con lo cual la derrota del oficialismo estaba asegurada. Por eso fue descontinuado el proceso de transmisión de las actas.
Ahora, el gobierno da como un hecho cumplido el proclamado triunfo de Nicolás Maduro. Y no tiene intenciones de escuchar los reclamos de la oposición ni de la comunidad internacional para que hagan consistente con la transparencia esos datos que utilizaron para mantener por 6 años más como presidente a Nicolás Maduro. Luce imposible que lo hagan. No mostrarán las actas, ni revisarán las votaciones. El hecho cumplido tendrán que aceptarlo todos los que reclaman transparencia.
Y para el pueblo que proteste o que desconozca los resultados electorales habrá cárcel de hasta seis años. Y habrá persecución y represión, y seguirán las desapariciones y los crímenes contra venezolanos que protesten. Los ciudadanos que se han marchado del país perdieron su derecho a votar. Miles de venezolanos que llegaron en lanchas y a través de otros medios, para ejercer su derecho al voto, fueron impedidos de votar. Los militares asumieron el control de los centros de votación, y allí parecía que todo era marcial y de rigor antidemocrático. Obediencia absoluta a la resolución de los que decidieron trastocar los votos de los ciudadanos y maquillarlos para que fuesen votos a Nicolás Maduro, y no al que realmente iban dirigidos.
La democracia es un sistema que puede ser manipulado y lucir que es democracia. Es lo que creyeron los que cambiaron los votos en las urnas que se permitieron abrir. No se percataron de que el pueblo estaba encabritado, harto, exhausto de mentiras, abusos y patrañas. Y los que supuestamente ganaron las elecciones no han podido salir a celebrar su “triunfo”. El pueblo pobre, descamisado, ha salido a las calles en los Estados y en las comunas, en rebelión, contra los que los han esclavizado y empobrecido, y los repudian con la voz en cuello. Debía darles vergüenza. Esa protesta popular contra Maduro y sus huestes es la mayor denuncia contra el fraude. Es evidente y tan vulgar el fraude que nadie con mínima sensibilidad democrática lo acepta. En Venezuela los pocos que votaron por Maduro se escondieron al notar la ira de la población.
Nuestro deseo es que los que han acribillado la democracia no cometan crímenes colectivos, amparados en las armas, porque los soldados que han protegido esta barbarie obedecen a unos tutumpotes maduristas que en cualquier momento salen huyendo, con la fortuna que han acumulado y robado al pueblo, y los soldados se quedan como se han quedado todos los viles soldados desamparados que han protegido dictadores en nuestro continente.
Saludamos la decisión del presidente Luis Abinader de reclamar el conteo de las actas de votación en Venezuela, y la decisión de la cancillería dominicana, de acompañarse de otros países en ese mismo reclamo. A los tramposos de Venezuela hay que aislarlos, y hacerlos saltar del poder que han mantenido usurpado por casi 20 años.
Lo que ha dicho el presidente Luis Abinader es muy claro: "Expreso mi profunda preocupación por el proceso electoral en Venezuela, pues la transparencia debe ser la base de su legitimidad. Las reglas electorales no se pueden aplicar a discreción. Un recuento de las actas con verificación internacional es indispensable para reconocer el resultado".
Y qué bueno que jóvenes políticos sensatos, de la izquierda, como José Horacio Rodríguez y Virgina Antares, han condenado el atropello a la voluntad popular del pueblo venezolano.