El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) nació con la ideología de la liberación nacional y posteriormente adoptó el boschismo como base de actuación política.

Adoptar el boschismo fue una manera de asumir el pensamiento democrático de Juan Bosch como forma de interpretar la sociedad y de producir los cambios que éste intelectual idealizó para la sociedad dominicana, con lo que se concretaba -supuestamente- el pensamiento de Juan Pablo Duarte.

Bosch vivió pocos años después de que el PLD alcanzara el poder con Leonel Fernández como presidente en 1996. Murió en el 2001, muy afectada su memoria, y no pudo ser testigo de lo que se convirtió el boschismo como ejercicio de gobierno.

Los postulados izquierdistas del PLD se borraron muy rápidamente, y tanto por las alianzas como por la absorbente vocación de enriquecimiento de su liderazgo, ese partido se transformó en una maquinaria política para controlar el poder, para el enriquecimiento de los suyos, para las transacciones con los ricos y para satisfacción de las bases clientelistas que formó y consolidó en su modelo de retención del poder. Gobernó seguido desde el 2004 hasta el 2020.

El presidente del PLD se declaró vinchista, que era lo mismo que asumir las posiciones derechistas neo-trujillistas y conservadoras, incluyendo un nacionalismo rancio y generador de odios y un rechazo a las posibilidades de transformación progresistas de la sociedad dominicana.

Leonel fue muy claro en sus posturas conservadoras. Creó una fundación para promover su proyección intelectual y política, para reafirmarse en el clientelismo y retornar al poder cuando lo creyera conveniente. Fernández habló del PLD como una fábrica de presidentes, y proyectó que gobernaría ininterrumpidamente hasta el 2044.

Danilo Medina en el ejercicio del poder fue posible por unas condiciones creadas por el gobierno de Leonel Fernández en el 2012. El ejercicio gubernamental en manos de Medina era apenas un interregno para que en 2016 Fernández volviera a ser presidente.

Danilo cambió la Constitución de Leonel del 2010, y pudo fabricar una reelección que obtuvo con facilidad. El pacto político implicaba que Leonel tendría que esperar 4 años más, luego de tres ejercicios gubernamentales. En el 2020 Leonel no consiguió la candidatura presidencial del PLD, el partido que él presidía, y decidió resistirse creando una nueva fuerza política, con más vocación de derecha que el propio PLD, aunque el partido base haya sido uno marxista-leninista y pro-chino, como lo fue el PTD.

El PLD definió temprano su candidatura presidencial para el 2024, y entre Domínguez Brito, Margarita Cedeño y Abel Martínez se decidió por este último, que ha asumido el discurso de la derecha como estandarte, en particular el discurso anti-inmigrante, anti-haitiano, como si de esto dependiera la sobrevivencia de la República Dominicana. No se puede olvidar que de joven Abel Martínez fue un militante izquierdista, de baja extracción social, con un fuerte espíritu de monasterio de clausura.

La cuestión es políticamente alucinante. Para las elecciones del 2024 el PLD tiene como discurso la plataforma sesgada y reducida de Abel Martínez, que no tiene otra cosa que ofrecer que las deportaciones masivas de haitianos que han migrado a la República Dominicana. En lo mismo está el partido de Leonel Fernández, Fuerza del Pueblo, que asume como propios los principios y políticas de su aliado Fuerza Nacional Progresista, además de las otras opciones antidemocráticas y conservadoras negadoras de los derechos de las mujeres, de los jóvenes, de las lesbianas y de los gays. Y en ese mismo sentido se reafirma el partido de gobierno, el Revolucionario Moderno, que ha analizado las encuestas y que cree que está obligado a seguir la señal de los estudios de opinión, dejando de lado que los partidos se reiteran en sus principios, y que defendiendo valores y políticas que se forjan y en su defensa y en la batalla cotidiana educan a un electorado que se hace firme en el seguimiento de esos planteamientos.

Estamos encaminados hacia un proceso electoral dominado en el debate por las posiciones conservadoras. En un momento en que el continente latinoamericano es cada vez mas firme en su apoyo a las posiciones progresistas, como pasa en Chile, México, Colombia, Argentina, Brasil, Honduras, Bolivia, Perú, para no incluir las dictaduras de Nicaragua, Venezuela y Cuba. La República Dominicana se abraza de las posiciones conservadoras y nacionalistas.