Cuando la actual gestión de la Procuraduría General de la República asumió su responsabilidad el 16 de agosto de 2020, muchas esperanzas se forjó la sociedad. La gente estaba confiada en que se trabajaría con empeño para frenar la corrupción y la impunidad.
Con el paso de los meses no faltó quien se desilusionara o se desesperara. La gente quería justicia, tenía sed de justicia, quería resultados sin tardanza. Y razones no faltaban. Durante muchos años el país asistió al bochornoso espectáculo de enterarse de grandes escándalos de corrupción en la administración pública, sin que operara un sistema de consecuencias. Los corruptos se burlaban de la ciudadanía.
En el año que apenas empieza se pueden observar señales de que, por fin, habrá consecuencias, por lo menos para algunos de los más grandes casos de corrupción, como Medusa, Antipulpo, Coral y Operación 13.
El lunes, en el Séptimo Juzgado de la Instrucción, el imputado en el caso Antipulpo, Francisco Pagán, exdirector de la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado (Oisoe), confesó que era culpable de los cargos que le imputó la Procuraduría General de la República.
El camino en la persecución de la corrupción es largo. A veces luce interminable. La justicia tarda, pero llega.
Pagán admitió su culpa tras ponerse de acuerdo con el Ministerio Público para admitir los cargos y devolver dinero y bienes al estado. Otros cinco imputados en el caso Antipulpo también se pusieron de acuerdo con la Procuraduría: Julián Esteban Suriel Suazo, Lewin Ariel Castillo y Domingo Antonio Santiago.
Una vez que estos seis imputados reciban sus condenas, dado que han confesado, todos los esfuerzos del Ministerio Público se concentrarán los más importantes imputados.
Concluido el caso Antipulpo, seguirán Coral, Medusa y los demás,
El camino en la persecución de la corrupción es largo. A veces luce interminable. La justicia tarda, pero llega.
Lo importante cuando se trata de corrupción e impunidad es que las consecuencias constituyen un poderoso mensaje por partida doble: para la ciudadanía, de esperanza; para los políticos y funcionarios, de advertencia. Y es que el poder es pasajero y el mal no se puede ocultar todo el tiempo.