El presidente Luis Abinader cumplió con el deber que le asigna la Constitución de la República de comparecer ante la asamblea nacional y ofrecer, cada 27 de febrero, la rendición de cuentas de un año de gestión gubernamental.
La fecha de rendición de cuentas se realiza en ocasión del aniversario de la fundación de la República Dominicana, ocurrida el 27 de febrero de 1844, y que en esta ocasión se cumplieron 179 años.
Con los años, estos discursos se han convertido en mucho más que presentar los resultados de un año de gobierno, y los presidentes suelen pasar balance a toda su administración e, incluso, a sus proyectos futuros.
En este caso el presidente Luis Abinader habló de los temas que han ocupado su atención y la de sus funcionarios durante el último año, y las crisis que ha tenido que manejar su administración en un contexto internacional de guerra entre Ucrania y Rusia, y de tensiones muy variadas entre Estados Unidos, Unión Europea, la República Popular China y la Federación Rusa.
El país, como el resto del mundo, sufrió los efectos de una pandemia y el gobierno actuó con agilidad y eficacia para proteger a los más desprotegidos, ha dicho el presidente. Hay constancia de que lo dicho por el presidente se ajusta a los hechos.
Luego ha ofrecido cifras sobre la economía, la escasez de materias primas, aumentos en los precios del transporte internacional y la forma en que gobierno invirtió recursos multimillonarios diarios para proteger a la sociedad dominicana de consecuencias impredecibles, ya conocidas y verificadas en muchos países de la reunión.
Las estadísticas sustentaron el discurso presidencial. El presidente las mencionó y no es necesario repetirlas en un comentario sobre su discurso. En varios de los temas abordados el presidente y su equipo se ocuparon de tener presentes, como testigos de lo dicho, a receptores de los beneficios de las políticas públicas, incluyendo los afectados por el huracán Fiona y rescatados por acciones del gobierno, los empleados del sector turismo que validaron las palabras del presidente, los arroceros beneficiarios de las decisiones oficiales para ese sector, los estudiantes receptores de transporte y desayuno escolar de calidad y con dignidad.
La cuestión propuesta por el presidente, de si hay un cambio en las condiciones de vida de los dominicanos y dominicanas durante los últimos dos años, y si la situación se ha deteriorado y empeorado. Luis Abinader está convencido de que ha trabajado para mejorar la vida de los dominicanos. Inversión extranjera, más empleos, más alimentos, más educación, mejores servicios de salud, aseguramiento para el servicio de los dominicanos más empobrecidos, reducción de la pobreza, de la mortalidad materna, aumento de las exportaciones, tasa de cambio fortalecida, más zonas francas y más exportaciones.
Como era de esperarse, la oposición ya ha dicho que el presidente miente, que el presidente disfraza una realidad distinta, que el gobierno ha improvisado, que no tiene planes, que el discurso es reeleccionista.
Llamó la atención que legisladores presentes, miembros de partidos de oposición, aplaudieron con ánimo y alegría lo que el presidente informó sobre sus planes de desarrollo para provincias históricamente excluidas de las más importantes políticas públicas. Verbigracia, el caso del desarrollo turístico en Pedernales, en donde se ha iniciado la construcción de hoteles e importantes obras de infraestructura y el presidente reafirmó que la voluntad del gobierno es firme, o el caso de Montecristi, en donde hay trabajo y obras para el desarrollo de obras de infraestructuras que pudieran cambiar la tradicional situación de olvido y abandono oficial de lo que allí ocurre.
Aparte de las cuestiones meramente políticas, la alocución del presidente tiene transcendencia. Hay un sustrato de política en el fondo. Y especialmente de política electoral. El presidente Abinader no lo ha dicho, pero será candidato a la reelección presidencial en 2024, cuestión abierta por el actual presidente del PLD, Danilo Medina, en el 2015, para gestionarse su propia reelección en ese momento. Abinader tiene derecho a optar por una única reelección.
El discurso fue muy largo y muy detallista en su rendición de cuentas. Pudo haber retomado su plan de reformas políticas e institucionales que lanzó al cumplir su primer año de gobierno. No lo hizo, pues la oposición política cumplió su rol de rechazar los planes del partido de gobierno y del presidente de la República. Nuestra tradición sigue en pie: La oposición trabaja para derrotar al gobierno en el siguiente proceso electoral.
Abinader está pidiendo más de lo que pide cualquier presidente. Abinader pide consenso para los grandes temas, los grandes desafíos de la sociedad dominicana. Aparcó sus doce grandes reformas para recibir el apoyo de la oposición, y en el Consejo Económico y Social (CES) no se pudo contar con el apoyo de los principales partidos de oposición; sólo recibió apoyo la reforma electoral, en parte mostrenca.
El presidente insiste, y hace reafirmación de su compromiso personal con la honestidad, con el crecimiento de la patria y con la política en buena lid. Dijo que ha llegado a la presidencia para trabajar por el bien de los dominicanos. Es el lugar común de los discursos presidenciales. De todos los presidentes: Demócratas, dictadores, ilusionistas, traficantes, gestores de negocios particulares o padres de la patria.
El gran tema del discurso de Luis Abinader, y con ese llamado concluyó, fue propuesta de un gran pacto por la nación en relación con el riesgo que a su juicio constituye para la República Dominicana la crisis de Haití, por la inestabilidad en el vecino país, por el efecto dominó que podría tener un descalabro mayor de la institucionalidad y legalidad en Haití.
Abinader pidió un pacto por la nación al margen de la política partidista. Cosa muy difícil de lograr, tomando en cuenta el año en que nos encontramos. Además, porque los más furibundos profetas del supuesto peligro haitiano nunca estarán satisfechos con ningún esfuerzo ni propuesta que no sea la negación total a cualquier entendimiento con el vecino país. Con los irreflexivos no se logra diálogo ni consenso.
Tal vez el presidente sabe que la reacción de los adversarios será negativa. Porque ese tema es una sustancial materia prima para el discurso electoral que se avecina o que ya está en marcha. Esta pieza presidencial pone en evidencia las intenciones del presidente Luis Abinader y delata lo que el sistema político planea en materia de cultivo de un discurso nacionalista, promotor del odio y la diatriba, especialmente por los migrantes haitianos en la República Dominicana.
Sería una pena que la falta de visión del liderazgo político pierda de vista una cuestión relevante, para el futuro de los dominicanos, y rechace un pacto como el que lanzó el presidente de la República, a propósito de la evidente falta de interés de la comunidad internacional para poner su mano en la solución de la crisis que los propios haitianos no han podido resolver, y que cada día se empeora.