Este jueves se cumplieron 50 años del fusilamiento de Francisco Alberto Caamaño Deñó, posteriormente conocido como Francis, y finalmente identificado con el pseudónimo guerrillero de Román. Su fusilamiento ocurrió en la loma Cuero de Puerco, San José de Ocoa, por orden del entonces presidente de la República ,Joaquín Balaguer. La responsabilidad de terminar con la vida del guerrillero fue de los jefes militares Juan René Beauchamps Javier, Enrique Pérez y Pérez, Ramón Emilio Jiménez, Ramiro Matos González, Francisco Amiama Castillo y Héctor García Tejada.
Román había sido apresado por el teniente Raúl Almonte Lluberes, del Pelotón de Reconocimiento del Batallón de Cazadores de Constanza. Alfredo Pérez Vargas (Armando) y Eberto Lalane José (Eugenio) habían caído, y Caamaño quiso quedarse en procura de salvar a Eugenio, seriamente herido por las milicias oficiales. Hamlet Hermann (Freddy), responsable de la retaguardia de la guerrilla, reclamó esa posición y Caamaño le dio la orden de seguir a Claudio Caamaño (Sergio) y a los demás guerrilleros que habían sobrevivido. Ahí quedó bajo control de las Fuerzas Armadas el coronel de abril, en ese momento conocido como jefe guerrillero Román.
El coronel Héctor García Tejada recibió la orden para que se hiciera cargo del prisionero. García Tejada se hizo acompañar del teniente del Ejercito José Antonio Almonte Castro y del cabo Martínez, del Batallón de Cazadores. Ambos trasladaron a Caamaño hasta un lugar cercano donde esperaban emboscados unos soldados. “Al llegar al punto señalado, el coronel García Tejada instruyó al teniente Almonte Castro para que se alejara del prisionero. Es entonces cuando Caamaño se da cuenta que el momento ha llegado y grita: ¡Ah, entonces me van a matar! ¡Viva Santo Domingo libre, coño!”, describe Hamlet en su libro biográfico El Fiero, Eberto Lalane José.
Sigue describiendo Hamlet Hermann que García Tejeda empujó a Caamaño para separarlo de ellos "y entonces tronaron los fusiles de los soldados que estaban escondidos en el lugar. Inexplicablemente, los soldados emboscados habían puesto sus fusiles FAL para que dispararan en ráfagas. Esto hizo que sólo el primer disparo acertara y los demás se perdieran en el aire incluso pasando cerca del coronel García Tejeda y del teniente Almonte Castro. Todavía con vida el ex presidente Francisco Alberto Caamaño Dejó, el oficial superior le dio el tiro de gracia en la frente. Esto aseguraría el ritual del crimen”, escribe Hamlet Hermann.
Esto ocurrió alrededor de las 4 de la tarde del 16 de febrero de 1973. Luego se escuchó una ráfaga de celebración, como si se tratara del día de año nuevo. Disfrutaron el fusilamiento de Caamaño. Estaba desarmado, herido en una pierna, e inmovilizado. Quiso iniciar una guerra, pero los guerreros mueren en combate, no fusilados. No hubo juicio. No hubo jueces. No hubo tribunal. No hubo reglas. La decisión fue de unos señores que nada tenían del criterio de justicia o de las normas de la guerra. Román era en realidad un prisionero de guerra.
Los cadáveres aún calientes fueron presentados a los periodistas convocados. Eran Román, Eugenio y Armando (Caamaño, Eberto y Alfredo). Las Fuerzas Armadas mintieron. Dieron la versión de que Román, Eugenio y Armando habían muerto en combate.
Han pasado 50 años de aquel 16 de febrero. Ha llegado el momento de que se conozca la verdad. Caamaño y sus compañeros fueron fusilados, por una orden superior, bajo el argumento de que en el país no había cárcel que aguantara a un prisionero como Francis Caamaño, en realidad como Román.
Existe un acta de defunción de Caamaño. A esa acta se le anexó un prontuario de actividades políticas y militares contra el gobierno. Se registró su muerte en combate en Ocoa y allí se levantó el acta al año siguiente de su fusilamiento. Todavía sigue la mentira. La cédula que le pusieron a Caamaño en esa acta es inconsistente con el dato del fusilado.
Es bueno que se haya entregado al Archivo General de la Nación el diario de Caamaño en Cuba, para que se divulgue. En esas notas de Román no hay ningún texto escrito en territorio dominicano, o que refleje nada de la guerrilla de Caracoles. Apenas son las notas con los preparativos y la llamada “desaparición” de Caamaño de sus funciones de agregado militar en Londres.
A continuación transcribimos unas breves palabras escritas por Caamaño al inicio de su diario de casi 300 páginas:
Compañeros, ha llegado el momento dentro del proceso histórico de nuestro país en que las decisiones tienen que ser meditadas con la debida seriedad, a nosotros nos ha tocado jugar un papel determinante en este proceso, y para bien del pueblo dominicano, debemos prepararnos. La Guerra Revolucionaria en nuestro país será larga y difícil, llena de escollos, de altas y bajas, contra un enemigo poderoso, brutal, al que conocemos bien por haberlo combatido con las armas en la mano, todos tenemos una rica experiencia en esto, también un deber que cumplir, y lo cumpliremos y saldremos victoriosos aunque algunos de nosotros no vea esa victoria, todas las condiciones están dadas para el desarrollo de la Guerra Revolucionaria en R. D., tenemos pues que agilizarnos, es esto lo que les planteo. Por lo tanto dado lo expuesto anteriormente les planteo la inminente necesidad de permanecer en esta para dedicarme por entero a la preparación de los campamentos que vendrán a entrenarse.
Como se sabe, la guerrilla de Caamaño fracasó a los 15 días de haberse iniciado en tierras dominicanas. Es mucho lo que hay que reflexionar sobre este proceso. Las fábulas y mentiras que se han contado y las verdades que deben surgir para que el país, 50 años después, lo pueda saber todo, y que la historia juzgue y absorba a los que fueron parte de estos sucesos. También falta conocer la verdad sobre el destino del cuerpo o los restos de Caamaño. El silencio sobre este tema sigue vigente. Claudio Caamaño y una parte de la familia dijo haber encontrado los restos de Caamaño, y fueron trasladados al Cementerio de la Máximo Gómez. No hay certeza de que esos restos fueran los de Caamaño. El científico que acompañó aquel proceso siempre sostuvo que eran de una persona de menor edad que la de Caamaño.