La muerte repentina de doña Rosa Gómez de Mejía, la noche de este lunes 21 de marzo, es un duro golpe para la sociedad. Fue una primera dama de la República que hizo el bien siempre que pudo, ocupó la posición con dignidad y  vocación de servicio. Nunca tuvimos una primera dama tan silenciosa y ocupada. Fue en ese mandato que fue creado el Despacho de la Primera Dama. Y ella fue la primera en asumir esa función con las disposiciones del decreto presidencial.

Doña Rosa se ocupó de potenciar las políticas a favor de la infancia, del Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (CONANI), y de la creación del Museo Trampolín, y contribuyó con el apaciguamiento de los ánimos políticos e institucionales en la gestión de su esposo, Hipólito Mejía, entre el 2000 y el 2004, en el que hubo acontecimientos que conmovieron al país política y económicamente.

El 4 de julio de 1964 contrajeron matrimonio doña Rosa Gómez e Hipólito Mejía. Esta imagen recoge el momento de su boda

Todo el mundo coincide en que doña Rosa Gómez de Mejía fue una gran primera dama. Una extraordinaria esposa, que supo representar dignamente a la mujer dominicana.

Su partida no solo enlutece a la familia Mejía Gómez, sino también al conjunto de la sociedad dominicana. Ramón Hipólito, Felipe, Carolina y Lissa, sus hijos e hijas, han jugado posiciones relevantes en los campos que ellos eligieron, y solo Carolina Mejía está entregada a la política. Es la secretaria general del Partido Revolucionario Moderno, y también es la alcaldesa del Distrito Nacional.

El presidente de la República, Luis Abinader, desde Costa Rica, donde encuentra temporalmente, ha emitido un mensaje de condolencia a la familia Mejía Gómez, lamentando el triste deceso de doña Rosa, quien acababa de cumplir los 82 años:

Profunda tristeza me ha causado el fallecimiento de nuestra querida doña Rosa Gómez de Mejía. Que el Todopoderoso la tenga en su gloria. Mi más sentido pésame para mi amigo Hipólito Mejía y a sus hijos Ramón, Felipe, Carolina y Lissa. Paz a su alma, doña Rosa. Esto lo escribió Luis Abinader desde Costa Rica.

Doña Rosa Gómez de Mejía se manejó con gran discreción. Mantuvo su vida familiar y personal fuera de la actividad política, pero siempre que lo consideró necesario acompañó a su esposo, Hipólito Mejía, en actividades partidarias, observadora aguda, en silencio, salvo muy contadas excepciones, cuando dijo palabras serenas que planteaban su pensamiento.

Doña Rosa fue siempre el centro de su familia. Era ella la receptora de los problemas y quien tomaba o recomendaba las decisiones familiares más relevantes. Sus actividades las prefería alrededor de las labores sociales y de apoyo a las causas que respaldaba, por ejemplo, con la actual primera dama, Raquel Arbaje, con quien se encontraba precisamente al momento en que le sorprendió el infarto que terminó con su vida.

Acudió la tarde de este lunes a un acto en el Museo Tranpolín, que se fundó bajo su dirección como primera dama, en la casa de Rodrigo de Bastidas. Allí estaban doña Rosa, Raquel Arbaje, Hipólito Mejía y algunos colaboradores. Pronunció allí sus últimas palabras.

Nuestras condolencias a la familia Mejía Gómez por este terrible golpe. En particular nuestro sincero pésame a Hipólito Mejía, su esposo, a sus hijos Ramón Hipólito y Felipe, a sus hijas Carolina y Lissa, que conocen y sufrirán el vacío que representará la ausencia de doña Rosa en esa familia tan unida y tan fuerte en el vínculo cotidiano en los más anodinos detalles. Doña Rosa fue la arquitecta, junto a Hipólito, del modelo de familia que quisieron formar y forjar. Ese fue su gran éxito, y doña Rosa supo jugar el rol central allí donde la necesitaban su esposo y sus hijos.

Paz a su alma y que la luz del todopoderoso la ilumine siempre.