En este momento en que se habla de alianzas y los partidos se preparan para las elecciones municipales de febrero y las congresuales y presidenciales de mayo próximo, es cuando el movimiento político de las mujeres, en todos los partidos, debía activar su potencial y gestionar una presencia más significativa.
Dos de las candidaturas presidenciales definidas hasta el momento corresponden a mujeres: María Teresa Cabrera, por el Congreso Cívico y el Frente Amplio, y Virginia Antares Rodríguez, por Opción Democrática.
En las organizaciones políticas mayoritarias, como el PRM, el PLD y Fuerza del Pueblo, no se prevé que ninguna mujer alcance la candidatura presidencial para el 2024, y desde ahora se conoce que Abel Martínez es el candidato presidencial del PLD; Leonel Fernández es el candidato de Fuerza del Pueblo, y Luis Abinader está ya montado en el carro de la reelección por el PRM.
En el PLD una mujer podría ser la candidata vicepresidencia, y lo mismo ocurriría con Fuerza del Pueblo. No parece haber razones para que Luis Abinader cambie la fórmula ganadora que tuvo, con la presencia de Raquel Peña. Ya en el PLD comienza a sonar el nombre de Margarita Cedeño, como posibilidad para insuflar potencia a las aspiraciones de Abel Martínez, en momentos en que el alcalde de Santiago lucha por relanzar y fortalecer su candidatura.
Nuestros partidos, por razones sociales y culturales más que las propiamente políticas, han relegado a las mujeres, tanto en los cargos directivos de mayor importancia como en las candidaturas.
La lucha de las mujeres por su merecido espacio en los partidos y en los cargos que deciden las políticas públicas empezó desde los primeros años de la fundación de la República Dominicana. Para lograr el derecho al voto, por ejemplo, las sufragistas se empeñaron durante decenios, hasta lograrlo en 1942, pese a que en esos momentos el ejercicio del voto para el pueblo dominicano no pasaba de un feo simulacro impuesto por la dictadura trujillista. Una vez que el país recobró la democracia, las mujeres pudieron ejercer el derecho al sufragio en igualdad de condiciones con los hombres.
Las mujeres dominicanas no se han rendido, y persisten en sus luchas por el poder político. El puesto más alto obtenido hasta el momento ha sido la Vicepresidencia de la República, en las personas de Milagros Ortiz Bosch (2000-2004), Margarita Cedeño (2012-2020) y Raquel Peña (actual).
Chile, Argentina, Bolivia, Perú, Nicaragua y Costa Rica han tenido mujeres gobernantes, y Xiomara Castro es la presidenta de Honduras en este momento.
Milagros Ortiz Bosch tuvo la posibilidad de ser candidata presidencial del PRD en 2008, pero sus compañeros de partido prefirieron a Miguel Vargas Maldonado, con el apoyo de Hipólito Mejía.
Margarita Cedeño, quien también fue vicepresidenta de la República y primera dama, pudo ser la candidata presidencial del PLD en el 2020, pero fue derrotada por Gonzalo Castillo, con el apoyo de Danilo Medina.
Todavía no ha llegado el momento de que una mujer sea candidata de un partido mayoritario, con posibilidad de competir con gran apoyo por la Presidencia de la República. Le quedan, entonces, las posiciones municipales y congresuales. Y en este aspecto es que ahora deben fajarse para mostrar músculos y potencial y no dormirse a la espera de que las direcciones les reserven posiciones. Es en la fragua cotidiana cuando las mujeres deben ganarse las posiciones, a sabiendas del peso del machismo en los partidos.
El PRM tiene a Faride Raful como senadora por el Distrito Nacional, y a Carolina Mejía como alcaldesa de la capital. Es posible que ambas decidan competir para esas mismas posiciones. Habrá otras batallas por las candidaturas en las que algunas mujeres tienen que luchar para evitar que les cierren el paso.
Las direcciones de los partidos, los liderazgos regionales y municipales deberán esforzarse por ayudar a que sus candidaturas cumplan con los porcentajes asignados mediante la ley a las mujeres, sin que sean rellenos y simulacros mentirosos, como ocurre generalmente. Hay que apoyar el movimiento de mujeres en política, en todos los partidos. Desde ahora.