La corrupción es una hidra de muchas cabezas. Es también también algo parecido a una medusa, pero que en vez de convertir en piedra a quienes le miran fijamente a los ojos, tiene la capacidad de envolver y transformar la voluntad de quienes se resisten a sus encantos.

La corrupción es un sino fatal que afecta a la nación dominicana desde antes de su nacimiento. 

Los españoles que llegaron con la conquista trajeron a estas tierras prácticas corruptas y denigrantes que se fueron convirtiendo en parte de nuestra idiosincrasia. 

El arquitecto Cristóbal Valdez lo narró con precisión en un libro sobre la formación de los límites de la antigua ciudad: Dos hermanos, propietarios de terrenos que quedaban fuera de la muralla pagaron para extender la muralla y que sus terrenos fueran incluidos como parte de la ciudad. El soborno siempre funcionó. La coima es una institución. La coalición de funcionarios es una de las instituciones más poderosas de este país.

La corrupción sigue viva y con mucho poder. El presidente Luis Abinader ha dado pasos agigantados para hacer frente y contener, tanto como sea posible, la corrupción pública y privada. Ha tenido que comenzar a cortar cabezas.

Se privó a sí mismo del poder coercitivo del Ministerio Público, para que la presión no caiga sobre el Poder Ejecutivo. Se privó del control preventivo de la Contraloría General de la República, mediante la creación de un gabinete, y por ley está privado de la manipulación o influencia en el poder judicial. Es la primera vez en la historia que esto ocurre.

Pero también hay que admitir que es la primera vez en la historia que ocurren casos de corrupción como los que describen Operación AntiPulpo y Operación Medusa. Jamás se había llegado a los niveles execrable de robo al patrimonio público, de asalto a los recursos del Estado. Y todavía no se concluye. Se entiende que las descripciones del Ministerio Público apenas están comenzando.

¿Desapareció la corrupción en esta administración? No. Y pese a un incremento extraordinario de los esfuerzos del presidente, tampoco podrá desaparecer.

Hubo funcionarios, electos o por designación, que llegaron al gobierno del presidente Abinader con el criterio de que ha llegado su oportunidad de hacerse ricos. Han querido repetir lo mismo que se ha estado mostrando ocurrió en las pasadas administraciones. No son compañeros de batalla ni de gobierno para el presidente Abinader.

El presidente está obligado a cuidarse de estos funcionarios. Debe tener antenas que detecten las irregularidades y se adopten medidas para cortarlas de raíz. Cortar cabezas y fortalecer el buen uso de los recursos públicos.

Se corta una cabeza y surgen otras. Así actúa la corrupción. Es un sistema de putrefacción que afecta a las instituciones públicas. El criterio es que todo el que pueda se aproveche y resuelve por sí mismo sus problemas a futuro. Que acumule y se haga rico rápidamente. A veces la justificación es para "seguir haciendo política". Esas cabezas hay que cortarlas.

En esta tarea de cortar cabezas hay que apoyar al presidente de la República. Hay que apoyar a los funcionarios de su entorno que son serios. Hay que apoyar al Ministerio Público. Apoyar a los jueces honestos, dispuestos a sancionar la corrupción. Dispuestos a cortar cabezas.

En esta administración del PRM no habrá tiempo para acumular pruebas, preparar expedientes y procesar a todos los corruptos del pasado. Tampoco habrá tiempo para procesar a los que ahora repiten la historia. Lo correcto es evitar que se reiteren en su propósito y bien temprano salgan del gobierno.

La Ley de Extinción de Dominios es otro esfuerzo para reforzar el corte de cabezas, en justicia y garantizando los derechos adquiridos, de los que cometen violación de la ética y la integridad, no solo con los bienes públicos, sino con el tráfico de estupefacientes y de personas.

El presidente debe ser apoyado en este empeño de sacar de la administración pública a quienes cometen robo con los bienes estatales. Hay que cortar cabezas de la hiedra que nos daña como sociedad.