Este sábado 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer. Es una actividad que se realiza mundialmente, establecida por las Naciones Unidas, en recordatorio y en honor de las tres hermanas Mirabal (Minerva, Patria y María Teresa), asesinadas por la dictadura de Trujillo el 25 de noviembre de 1960, cuando se dirigían en un vehículo conducido por el activista del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, Rufino de la Cruz, hacia Puerto Plata, donde los esposos de María Teresa, Leandro Guzmán, y de Minerva, Manuel Aurelio Tavárez Justo, se encontraban en prisión.

Está muy bien que un acontecimiento histórico relevante, como este crimen de una dictadura abominable, se recuerde y se extienda por todo el mundo como una reivindicación actual para todas las mujeres del mundo que resultan víctimas de la violencia, y se reclame la eliminación de esa violencia machista, misógina, que resulta política e institucional en muchos lugares, en otros forma parte de una cultura machista, y en otros lugares se queda y se mantiene escondida en los hogares de millones de familias, controlados y maltratados por la presencia de una cultura en la que el macho es quien todo lo decide y subyuga, física y psicológicamente, a las mujeres desde su niñez hasta la ancianidad.

En la República Dominicana, donde las hermanas Mirabal nacieron, se desarrollaron, desarrollaron su actuación de resistencia a la dictadura y al machismo, y donde fueron asesinadas, también se mantienen condiciones de violencia machista que deben ser trabajadas para eliminarlas, porque abarcan a la familia, la cultura, la economía, las relaciones sociales, religiosas, políticas y de cualquier otra índole.

Está bastante estudiado el fenómeno de la discriminación y la violencia contra la mujer en los diferentes estamentos políticos, sociales e institucionales de la República Dominicana.

Las condiciones salariales, la designación de puestos públicos, cargos ministeriales, y su posibilidad de dirigir áreas como la educación, la salud, la cultura resultan seriamente limitadas por prejuicios, conceptos machistas, minusvalía y otros prejuicios.

La gran tarea corresponde fundamentalmente a las instituciones del Estado dominicano. Las organizaciones de mujeres, de la sociedad civil, y algunas del sector político han hecho su trabajo de concienciación, pero hace falta pasar de las palabras a los hechos y a las toma de decisiones. 

Sobre estos asuntos se pronuncian discursos de inclusión, bien articulados, pero se quedan casi siempre en las promesas y en las buenas intenciones, y no se hacen realidad, porque al momento de tomar las decisiones son los hombres quienes tienen y mantienen el control, y no ceden un ápice en su absorción del poder. 

En el padrón de votantes, dado a conocer por la Junta Central Electoral esta semana, el número de mujeres es mayor que el de los hombres: 52% de mujeres y 48% de votantes hombres. Es una igualdad que debía contribuir a que la representación de las mujeres sea igualitaria en los ministerios, senadurías, diputaciones, así como en las posiciones de designación en el sector privado y en las organizaciones profesionales.

Es una tarea por completar. Y en honor a las hermanas Mirabal, hay que reducir la violencia contra la mujer, hasta eliminarla, de modo que ninguna mujer muera asesinada por su compañero, por una diferencia, una discusión o cualquier otra circunstancia.

Recordemos como corresponde a Minerva, Patria y María Teresa Mirabal.