Cada año con la brisa fresca de diciembre nos llegan, lamentablemente, noticias dolorosas. Esta semana nos ha tocado en la médula la nota del fallecimiento de Luis Campos, una religiosa miembro de la Orden de los Predicadores (OP), más conocidos como los Dominicos, y pertenecía a la rama femenina de esa congregación.

Luisa era una mujer extraordinaria. Trabajadora incansable, transmitía serenidad y paz en su contacto cotidiano con cualquier persona, daba seguridad, era un apoyo incuestionable para las causas de la justicia, y jamás separaba su profunda fe de su amor por la justicia y la equidad.

En los últimos 20 años la hermana Luisa Campos fue el sustento del Centro Dominicano de Asesoría e Investigaciones Legal (CEDAIL), un organismo de trabajo legal creado por la Conferencia del Episcopado Dominicano, y que se empeñaba en asumir los casos legales de búsqueda de justicia en los tribunales, sin costo alguno para los trabajadores, migrantes, empleados públicos o privados, sindicatos. Luisa Campos fue el alma de CEDAIL en todo este tiempo.

Luis Henry Molina, presidente de la Suprema Corte de Justicia, escribió en su sitio web una descripción de Luisa Campos, que asumimos por la certeza de su descripción.

Los que trabajamos por una justicia más humana tenemos y tendremos siempre una deuda impagable con los que allanaron el camino para que en la República Dominicana se vaya, poco a poco, poniendo realmente en centro la dignidad de las personas.

Con nadie es más grande esta deuda que con la Hermana Luisa CamposOP,  quien deja un legado extraordinario de fe, justicia y compasión. Su vida fue un testimonio de entrega absoluta a los valores del Evangelio, dedicada a la defensa de los derechos humanos y al acompañamiento de los más vulnerables en la República Dominicana. 

Tuve el honor de trabajar junto a ella durante mi etapa como estudiante de Derecho, como asistente legal bajo la dirección de profesionales admirables como Mildred Beltré, Juan Sánchez, Miriam Germán Brito y Mariano Rodríguez, tanto en el CEDAIL como en Ciudad Alternativa.

Esta experiencia marcó profundamente mi vida, no solo en lo profesional, sino también en lo personal. Trabajar al lado de la Hermana Luisa me enseñó que la justicia es más que un concepto abstracto; es una acción diaria que requiere compromiso, valentía y, sobre todo, un profundo amor por las personas.Captura-de-Pantalla-2024-12-08-a-las-7.24.34-p.-m.-674x728

Luisa fue una de las fundadoras del Centro Dominicano de Asesoría y Servicios Legales (CEDAIL), una institución que brindó asesoría y defensa legal a campesinos, trabajadores inmigrantes haitianos, mujeres marginadas y moradores de barrios empobrecidos. 

Este centro se convirtió en una herramienta fundamental para garantizar el acceso a la justicia para quienes más lo necesitaban. Además, cofundó Ciudad Alternativa junto al Padre Jorge Cela, S.J., y Santiago Hirujo, una organización dedicada a transformar las ciudades y garantizar el derecho de sus habitantes a una vida digna. Sus iniciativas promovieron el empoderamiento ciudadano y la construcción de políticas públicas urbanas más inclusivas.

Luisa fue un ejemplo de que la justicia no solo ocurre en los tribunales, sino también en la forma en que se diseñan las ciudades y se respeta el hábitat de las personas. Compartí esta amistad con Gervasia Valenzuela, quien la conocía mucho antes que yo, en San Juan de la Maguana.

Gervasia siempre nos ha hablado con admiración de la valentía y la visión de Luisa. La última vez que la vi fue hace apenas cuatro meses, en el velatorio de Doña Consuelo. Aunque ya estaba aquejada por su enfermedad, Luisa irradiaba la misma serenidad y fortaleza que la caracterizó a lo largo de toda su vida. Fue un momento breve pero profundamente significativo.

Como Co-Promotora de Justicia y Paz en América Latina y Directora del Centro Antonio Montesino, la Hermana Luisa llevó su misión más allá de las fronteras dominicanas. Su biografía de Pedro de Córdoba, OP, refleja no solo su capacidad académica, sino también su compromiso con la memoria histórica y la continuidad de la misión dominica.

Hoy, el legado de la Hermana Luisa ya trasciende su propio tiempo y se extiende hacia la eternidad. Las instituciones que fundó, los valores que promovió y las vidas que tocó son prueba de que el cambio es posible cuando se trabaja con fe, determinación y una visión clara de la justicia. Luisa no solo vivió para el servicio, sino que dejó en cada uno de nosotros la responsabilidad de continuar su misión. 

Esta es una responsabilidad a la que nos dedicaremos con un compromiso constante, con la mayor alegría y, siempre manteniendo vivo el ejemplo de amor por el prójimo que nos dejó la Hermana Luisa. 

Luisa Campos también fue fundadora y miembro permanente de Participación Ciudadana, una organización que lucha por la transparencia, los derechos humanos, y contra la corrupción. En el mensaje dado a conocer por Participación Ciudadana se dice de Luisa que fue miembro fundadora de esa organización, religiosa, periodista, abogada y activista por los derechos humanos y la justicia social.

Paz a su alma y que su ejemplo nunca nos abandone.