La familia Mejía Gómez informó que los actos fúnebres para despedir a Rosa Gómez de Mejía se iniciarían a las 2 de la tarde de este martes, en el cementerio Jardín Memorial. Al parecer estos actos se pensaron como “normales” y que no serían tantas las personas que acudirían a ofrecer su despedida a una gran primera dama de la República.

Sin embargo se registró un desbordamiento. En horas de la mañana el Palacio Nacional anunció la suspensión de la agenda presidencial, y casi al mismo tiempo se emitió el decreto que declara tres días de duelo por el fallecimiento de la señora Rosa Gómez de Mejía.

Varias instituciones suspendieron sus actividades del martes y el miércoles, incluyendo las actividades del Gabinete de Niñez y Adolescencia, que preside la primera dama Raquel Arbaje.

Desde muy temprano la residencia de la familia Mejía Gómez, en la zona universitaria de la capital, se llenó de personas vinculadas a la familia o del entorno de Hipólito y doña Rosa, que asistieron allí para ofrecer los primeros testimonios de solidaridad. Hay que recordar que doña Rosa era también la madre de la alcaldesa del Distrito Nacional, Carolina Mejía Gómez.

Miles de personas esperaron las primeras horas de la tarde para acudir al cementerio Jardín Memorial. Partiendo desde la avenida John F. Kennedy, por la calle Jardines de Fontainebleau, era muy claro que había un fuerte entaponamiento vehicular.

Al llegar a la rotonda de la avenida de Los Próceres, entre INTEC y el Jardín Botánico, se complicaba. Cientos de vehículos estaban entrampados en la avenida República de Colombia. Además de que había pocos agentes de tránsito, el problema se complicaba por la cantidad de vehículos y por las irregularidades de algunos conductores, especialmente del transporte público.

Llegar a la avenida Sol Poniente o Carlos Pérez Ricart, por la República de Colombia, se tomaba aproximadamente dos horas. Ese mismo trayecto sin entaponamiento se recorre en tres minutos.

Obvio que la sospecha era que algún problema había ocurrido, que entorpecía el tránsito. El tumulto, las bocinas, los motociclistas zigzagueando entre automóviles, y sobre las aceras, era algo que mostraba una ciudad colapsada por la cantidad de vehículos. Cuando fue posible alcanzar la esquina de Sol Poniente con República de Colombia se pudo descubrir que allí estaba apenas el inicio del entaponamiento.

La República de Colombia en dirección norte, hacia la avenida Jacobo Majluta era imposible de transitar. Agentes policiales habilitaron tres de los cuatro carriles de la vía en una sola dirección: Sur al norte, pero la avenida del cementerio Jardín Memorial estaba completamente colapsada.

Llegar hasta el puente sobre el rio Isabela, desde la avenida de Los Próceres, se tomó aproximadamente 4 horas. Y cada vez llegaban más vehículos. El cementerio vio copado su amplio parqueo y hubo que establecer un sistema de control de entrada y salida. Llegada la noche ya no era posible penetrar al lugar.

Miles de personas quisieron despedir a doña Rosa Gómez de Mejía. Su esposo, Hipólito Mejía, agotado, se retiró alrededor de las 6 de la tarde. Era imposible seguir recibiendo condolencias y muestras de solidaridad. La familia no había tenido descanso desde el día anterior. A las 10 de la mañana de este miércoles habrá una misa de cuerpo presente en Jardin Memorial, y luego será la sepultura.

Pasará lo mismo con el entaponamiento y la gran cantidad de personas interesadas en expresar su solidaridad a Hipólito Mejía, a sus hijos Ramón Hipólito y Felipe y a sus hijas Carolina y Lissa. Doña Rosa fue una mujer de servicio, de amplia solidaridad y sin pasiones políticas, aunque su esposo fue presidente de la República.

Hipólito Mejía, agradecido por el apoyo desbordado para despedir a su señor esposa, dijo unas palabras muy sentidas: «Yo quisiera poder ver y abrazar a todo el mundo, pero es difícil, son 80 años ya; espero verlos mañana, a todos… es imposible para mí retribuir todo el afecto y cariño que he recibido, pero son 80 y pico de años que yo tengo, soy un señor mayor ya».

Una demostración elocuente del cariño que puede recibir una persona que no ha tenido contradicciones con nadie, que no ha estado en el debate, pero que se ha mostrado públicamente para servir, para dar de sí y para expresarse siempre en bien de los demás. Paz a su alma.