A mucha gente pasa desapercibida la fecha 13 de enero, porque carece de rimbombancia histórica. Ese día no hubo una gran batalla y se tiene como una celebración religiosa que recuerde alguna virgen de las que tanto nos gusta decir que nos protegen.

Sin embargo, el 13 de enero de 1834 nació en la ciudad de Santo Domingo José Gabriel García, quien se convertiría luego en el padre de la historiografía dominicana, y quien se convirtió en el testigo excepcional de las hazañas políticas de nuestra separación de Haití y la búsqueda de la independencia de toda potencia extranjera, las que en el siglo 19 tanto ambicionaron gobernarnos y quedarse con todo el territorio, o con una parte, de la República Dominicana.

Fue en 2020 cuando se emitió el decreto presidencial que designó el 13 de enero como el Día Nacional del Historiador. La Academia Dominicana de la Historia hizo la gestión y ponderó que la fecha es la más adecuada para reconocer a los hombres y mujeres que han contado nuestra historia, la general y la particular.

Juan Daniel Balcácer, presidente ved la Academia Dominicana de la Historia, ha dado a conocer este año que la conmemoración busca estimular y promover “el conocimiento y estudio del pasado en general, pero principalmente el de la nación dominicana”.

Y ha dicho sobre José Gabriel García que “fue el pionero de los estudios históricos nacionales. Sus obras, particularmente su monumental Compendio de la historia de Santo Domingo, en cuatro tomos, constituyeron la principal fuente en la que abrevó la primera generación de dominicanos después de la Restauración de la República en el siglo XIX”.

Agrega que José Gabriel García “fue además el más venerable de los dominicanos vivientes de su época y una de las glorias más puras y ciertas de la República, según Américo Lugo. En opinión del humanista Pedro Henríquez Ureña, García fue un patriota intransigente e historiador fecundo y pacientísimo, y el primero que, en su época, trató de abarcar en una obra de historia nacional todo el pasado y el presente cercano del país”.

Son los historiadores quienes cada año contribuyen con el conocimiento de nuestro pasado, auscultando momentos, detalles, notas biográficas, análisis, revisando textos de siglos anteriores, para explicar el devenir que nos ha tocado en la economía, la política y la vida social y cultural.

El Archivo General de la Nación, con el Ministerio de Cultura, realizan cada año la Feria del Libro de Historia, y son estos intelectuales, investigadores los que ofrecen, consistentemente, aportes bibliográficos y documentales, que se van convirtiendo en compendios extraordinarios para las presentes y futuras generaciones.

Historiadores como Frank Moya Pons, Juan Daniel Balcácer, José Luis Sáez, Roberto Cassá, Alejandro Paulino, José Chez Checo, Mu Bien Sang, Euclides Gutiérrez Félix, Orlando Inoa, José Miguel Soto Jiménez, Fernando Pérez Memén, Carmen Durán, María Filomena González, entre otros, son luces que iluminan nuestro porvenir con cada una de las publicaciones que han hecho y siguen haciendo como contribución al conocimiento de nuestro pasado y de su incidencia en el presente.

No es posible olvidar a los historiadores que se han ido, y que son ilustrísimos intelectuales, conocedores y visionarios de nuestras victorias y fracasos, luces y sombras, que han quedado anotadas en sus maravillosos libros:

José Gabriel García, Vetilio Alfau Durán, Bernardo Pichardo, Rafael Bello Peguero, Juan Bosch, Joaquín Balaguer, Julio Genaro Campillo Pérez, José Agustín Concepción, Emilio Cordero Michel, Carlos Esteban Deive, Antonio Del Monte y Tejada, Franklin Franco Pichardo, Federico García Godoy, Manuel de Jesús Goico Castro, Juan Isidro Jiménez Grullón, Américo Lugo, Rufino Martínez, Víctor Medina Benet, Gustavo Adolfo Mejía-Ricart, Pedro Mir, Manuel Arturo Peña Batlle, Emilio Rodríguez Demorizi, Hugo Tolentino Dipp y Manuel de Jesús Troncoso de la Concha, y Hamlet Hermann Pérez, entre otros.

Celebremos con regocijo este día de los historiadores, y en ellos los acontecimientos que han estudiado y narrado, buenos y malos, que constituyen la materia prima de lo que somos hoy, como ciudadanos civilizados, educados y en democracia.