En la República Dominicana y otros países de las Américas y el mundo hay gente fascinada con el triunfo arrollador del presidente Nayib Bukele, con más del 85% de los votos presidenciales, y con casi la totalidad de los 60 puestos del Legislativo.

En determinadas coyunturas históricas, los pueblos se aferran a "mesías" que les prometen llevarlos al Paraíso. No ha de olvidarse que muchos dictadores, incluso los que posteriormente cometieron los peores abusos y crímenes contra sus pueblos, en principio recibieron el apoyo popular.

¿Dicen algo los nombres de Rafael Trujillo, Adolf Hitler, Joseph Stalin, Alberto Fujimori, Jean Claude Duvalier?

Bukele es un presidente autoritario, que rompió el esquema de alternancia democrática en que se montó para llegar al poder, con el apoyo del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, , partido al que ha perseguido y disminuido, para convertirse en el amo y señor de El Salvador.

Ya Bukele habló de partido único. Los únicos los lugares donde hay un único partido son las dictaduras totalitarias.

Bukele llegó al poder como una alternativa entre los partidos adversarios tradicionales: Arena, de la derecha, y FMLN, de la izquierda.

Bukele militó en el FMLN, y gracias a ese partido fue alcalde en dos ciudades. Luego, cuando no lo eligieron para candidato presidencial, abandonó el FMLN y formó un partido llamado “Nuevas Ideas”.

Con políticas represivas, irrespetando la separación de poderes y atropellando el debido proceso y las instituciones, más una propaganda intensa, bien pagada, se convirtió en el monarca que controla el escenario político, mediante el engaño, la fuerza y la distracción de los ciudadanos.

Los países necesitan instituciones fuertes, no manos duras ni iluminados que prometan guiar a sus pueblos hacia paraísos y nirvanas que solo están en sus cabezas.

En la economía Bukele ha sido un fracaso. Hizo un pacto con las bandas criminales y lo mantiene. Violentó la constitución de su país, en la práctica anuló al Congreso y a la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia.

Todo el que se opuso a sus propósitos fue perseguido, apresado, asesinado o expulsado del país. El diario digital El Faro, un medio de comunicación con una historia y respetado dentro y fuera del país centroamericano, fue un ejemplo. Ahora opera desde el exilio en Costa Rica.

El pacto de Bukele con las maras y otros grupos bandoleros fue para respetar decisiones políticas que le dieran control a Bukele.

Persiguió al movimiento barrial, popular y sindical, apresó a más de 70 mil personas, declarando que eran miembros de los grupos violentos, pero sin molestarse en presentar alguna prueba.  Violentó los derechos de esas personas.

Desarticuló las organizaciones populares de El Salvador. Convirtió el país en una gran cárcel, instrumentalizó políticamente lo que consiguió con el pacto con las pandillas, y dio la impresión de haber pacificado a El Salvador.

Hay mucha gente engañada y estafada con esta prestidigitalización política. Bukele ha vendido gato por liebre y ha conseguido el apoyo de los pobres salvadoreños, a los que entrega migajas, a esos que viven en la miseria.

En medio de esa desgracia, los desafortunados de El Salvador han dado apoyo a un estafador político, que se presenta como moderno y decidido, pero que en realidad es un autoritario que no tolera la democracia ni acepta la disidencia. Por eso tendrá un partido único y no permitirá que nadie más crezca o presente propuestas.

Esa es la realidad de El Salvador.

Hay muchas denuncias de violaciones a los derechos humanos. Hay denuncia de agresión a los periodistas y a los medios de comunicación. Igual que hacen Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua, en El Salvador, Bukele amenaza y agrede hasta a sus propios colaboradores.

Es muy triste el cuadro de deterioro democrático de la región centroamericana.

Y es peligrosa la fascinación con fenómenos (¿o esperpentos?) como Bukele. Los países necesitan instituciones fuertes, no manos duras ni iluminados que prometan guiar a sus pueblos hacia paraísos y nirvanas que solo están en sus cabezas.