Este domingo, 30 de abril, Brasil votará en su segunda vuelta electoral para elegir presidente.

Los brasileños decidirán quién los gobernará entre el actual mandatario Jair Bolsonaro, que aspira a la reelección, y líder obrero Luiz Inácio Lula da Silva, que ya fue dos veces presidente.

Bolsonaro es un hombre de la derecha dura, que cuenta con el apoyo de un parte de los empresarios, las iglesias evangélicas más conservadoras y los ultranacionalistas que rechazan a los migrantes.

Lula da Silva ganó apoyo durante sus administraciones porque sus políticas sociales aliviaron la pobreza a millones de brasileños, y sus seguidores afirman que logró sacar de la pobreza a unos 30 millones.

Preciso es decir que lo decidan los votantes brasileños en las urnas debe ser respetado, porque el respeto a la voluntad popular es la base de toda genuina democracia.

En general, las elecciones tienen que considerarse como un ejercicio normal en los países democráticos.

Y si bien la propaganda electoral exagera los atributos de un candidato y los que considera defectos de su contrario, no ha de olvidarse que los países son mucho más que sus políticos y sus partidos.

Brasil, como ningún otro país, no desaparecerá por los resultados de unas elecciones, porque los países los hacen y sostienen sus ciudadanos, con su trabajo tesonero y su capacidad de crear.

Buena suerte a Brasil, el gigante de América Latina.