La presencia del presidente Luis Abinader en la Asamblea General de las Naciones Unidas, cuando hay un serio diferendo entre Haití y la República Dominicana, por la construcción de un canal de desagüe del rio Dajabón, genera datos valiosos para la República Dominicana.
En primer lugar, los haitianos, pese a la seria crisis institucional que padecen, se organizan para hacerle frente a nuestro país, pero no pueden organizarse ni ponerse de acuerdo para salir del profundo estado de calamidad política en que se encuentra su gobierno y su Estado.
Los haitianos han apoyado masivamente el desagüe del río Dajabón. Han dado a conocer merengues con el tema del río, han lanzado campañas de recaudación de fondos para aportar recursos para que el canal continúe, y el propio gobierno de Ariel Henry, que no apoyaba el canal, se ha visto en la necesidad de brindar su apoyo a la iniciativa.
Es decir, las actuaciones dominicanas han unificado a los haitianos en el propósito de construir el canal de desagüe al río Dajabón.
Esa reacción coyuntural no ha de generar mayores preocupaciones para la República Dominicana.
Pero, cuidado: la irritación de todos los grupos haitianos acumula muchas quejas por diferentes motivos, sobre todo históricos, heredados y propios. Hablamos de derechos humanos, economía, administración de la frontera y manejo de las deportaciones de migrantes haitianos indocumentados por parte del gobierno dominicano.
Los promotores del canal han sido vinculados al magnicidio del presidente Jovenel Moise, si no como autores directos, sí como beneficiarios de la desaparición abrupta del gobernane haitiano.
En la presente coyuntura, por asuntos tácticos, se han sumado muchos otros sectores, incluyendo los medios haitianos, la sociedad civil, los partidos políticos, y ahora se acaban de sumar las bandas de secuestradores, como la G9, que encabeza el expolicía Jimmy -Barbecue- Cherizier. Todos buscan su espacio para ganar protagonismo y apoyo popular en el actual escenario.
Es necesario hacer la salvedad de que la declaración de Barbecue también incluye la declaratoria de guerra contra el gobierno de Ariel Henry, un débil gobierno que ha recibido el apoyo de Naciones Unidas, Estados Unidos, los países del Core Group, y en gran medida de la República Dominicana, porque no hay otra instancia de representación formal del estado haitiano.
La entrada de Jimmy Cherizier en el conflicto representa una etapa nueva en la escalada haitiana. Y podría pensarse que constituye un factor a tomar en cuenta para salvaguardar la seguridad fronteriza dominicana, tomando en cuenta que el gobierno haitiano no controla el 90 por ciento de su territorio.
Hay que lamentar que Ariel Henry y Luis Abinader no hayan programado algún encuentro en Nueva York. Lo que conviene al primer ministro haitiano es tratar de desarmar ese conflicto, que mina de forma terrible la precaria autoridad que le queda.
El nuevo dato, que podría ayudar a Henry, es la declaración en la Asamblea General de las Naciones Unidas del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, en el sentido de poner en marcha ya el apoyo militar de la ONU para ayudar a tomar control de Haití, y destruir a las bandas.
Biden solicitó al Consejo de Seguridad de la ONU “aprobar una fuerza multinacional, con la finalidad de ayudar a la policía de Haití a luchar contra las pandillas en ese país”. De inmediato, como era de esperarse, el presidente Luis Abinader apoyó esa propuesta.
Tal vez era algo así lo que estaba esperando el gobierno dominicano. Porque uno de los obstáculos para la autorización del apoyo era precisamente la indecisión del gobierno norteamericano. No se puede descartar que la decisión norteamericana se produzca por el cierre de las fronteras de RD con Haití, que igualmente podría desatar oleadas migratorias hacia los Estados Unidos, ante un posible desabastecimiento de alimentos.
Henry necesita urgentemente abrir un diálogo con la República Dominicana. El domingo pasado hubo manifestaciones populares en su contra en diversas ciudades de Haití. Y aunque el objetivo de los más fanáticos es rechazar las decisiones del gobierno dominicano, en su mirilla sigue estando el gobierno de Ariel Henry.
Al mismo tiempo, los sectores más sensato de Haití continúan apostando a una salida diplomática para el diferendo entre dominicanos y haitianos por el uso del río Masacre o Dajabón.