Resulta esperanzador que jóvenes bien formados, con capacidades innovadas, y con bríos y criterios novedosos estén asumiendo responsabilidades en las organizaciones políticas dominicanas.
El gobierno del PRM también se ha nutrido de jóvenes profesionales, con alta especialización, que han incorporado la experiencia propia y de su quehacer en la empresa privada a esta administración perremeísta.
Y no es que todos los jóvenes sean iguales, o que por el hecho de ser jóvenes sean capaces de realizar transformaciones. Algunos jóvenes rechazan cualquier tipo de transformación, son profesionales tan conservadores como los más ancianos, y en ocasiones se ubican con un pensamiento retrógrado más añejo que el de sus abuelos o que los abuelos de la política tradicional dominicana. En ese sentido casi espanta observar a jóvenes políticos de diferentes partidos asentir con el trumpismo, el bolsonarismo, el bukelismo, el orteguismo, el voxismo y todo eso que llaman la "nueva derecha" o los que han usurpado la denominación de "libertarios".
El gobernante dominicano tiene la singular condición de que ha sido el único presidente dominicano nacido después de la oscura época de la dictadura trujillista, aunque ya no es un joven en el sentido estricto de la palabra. El presidente actual, en cierto modo, recibió un antorcha que conlleva una gran responsabilidad. Su padre fue Rafael Abinader, servidor público honrado, que en su momento se rebeló contra la sangrienta dictadura trujillista. El doctor Abinader estuvo en el partido Alianza Social Demócrata, y también se vinculó con el Partido Revolucionario Dominicano. En la presente administración se ha dado la oportunidad a jóvenes profesionales, políticos y no políticos, con destrezas y habilidades fuera de lo común en la burocracia estatal.
De justicia es reconocerle al gobernante del PRM que hizo un esfuerzo para combinar el compromiso político con el técnico, y eso llevó a la administración pública a funcionarios jóvenes, como los ministros de la Presidencia, Hacienda, Turismo, Economía y Planificación, Trabajo, la Dirección General de Aduanas, la Superintendencia de Bancos, entre otros.
Quizás esos jóvenes ministros han sido víctimas de un relato negativo, que pretende presentarlos como jóvenes privilegiados e insensibles, lo que no es cierto. No necesariamente el origen social de un funcionario garantiza que sea más empático con la gente más necesitada, como tampoco es verdad que una persona proveniente de las clases pudientes sea por obligación indiferente a los problemas de los pobres.
Mientras las encuestas registran una cómoda situación del presidente dominicano, hay funcionarios con altas valoraciones. Pero, de igual manera, fuera del gobierno comienzan a destacar algunas figuras por encima del tradicional debate de descalificaciones en los medios y en las redes. Jóvenes brillantes como el economista Juan Ariel Jiménez o el abogado José Dantés Díaz, ambos del opositor PLD. Una organización como Opción Democrática eligió de candidata presidencial a Virginia Antares, una joven excepcional, con gran capacidad y formación. Esa decisión de OD habla bien del liderazg adulto de esa organización, que no cierra el paso a la juventud.
En el PRM hay numerosos jóvenes con habilidades, formación y destrezas que brillan con luz propia, y tienen posibilidades de alcanzar posiciones relevantes por su desempeño, en caso de que las diatribas políticas no les impidan ver un cuadro con más perspectivas.
No se trata de negar el pasado. Tampoco de intentar replicarlo. Las generaciones políticas del siglo XX cumplieron un rol, superaron las limitaciones de los viejos caudillos y líderes del surgimiento democrático, y por tanto ahora lo que se espera es que los jóvenes que asumen la política como principio de acción superen los viejos esquemas, asuman únicamente lo que sirve y funciona del pasado, y se despidan de los caudillismos y las trapisondas políticas que tanto se elogian de Balaguer y de Bosch, y la excesiva condescendencia de Peña Gómez.
El mas grave problema es que algunos líderes quieren heredar el caudillismo y forman partidos para perpetuarse en el control de esos mecanismos y asaltar el poder para repetir a Balaguer, especialmente. Son los esquemas del pasado.
El país no puede volver atrás con la manipulación de la Constitución como instrumento para legalizar la perpetuación en el poder. Ya se modificó en el 2002 y en el 2010 y en el 2015, y se ha querido tocar para facilitar candidaturas que resultan inaceptables.
La política dominicana se acostumbró a la perpetuación de los viejos dirigentes en el poder sobre las direcciones de los partidos y del país. Nadie puede justificarse para tocar de nuevo la Constitución de la República. Y ese es un mensaje que debían reivindicar las nuevas generaciones de políticos, para ofrecer estabilidad a largo plazo a la sociedad dominicana. Es lo que nos está permitiendo un desarrollo más inclusivo, y que desterremos la pobreza, la mala educación y la mala salud, el desempleo, que son las lacras que alimentan la desigualdad.