La primera reforma que el presidente Luis Abinader entregará al Congreso Nacional el próximo viernes, 16 de agosto, será la Constitucional, y la propuesta de convocatoria de la Asamblea Nacional para abordar aspectos descritos previamente por el presidente en su propuesta de convocatoria.
Abinader ha dicho que previamente el Partido Revolucionario Moderno, conjuntamente con los legisladores electos para el próximo período, será convocado para consensuar esas reformas, y que ya reunida la Asamblea Nacional revisora de la Constitución, ni los perremeistas en la Asamblea Revisora, ni los aliados de esa organización que sustenta el gobierno, podrán proponer modificaciones, so pena de expulsión.
¿Qué papel juega en este momento el PRM, como organización política, en relación con las reformas políticas e institucionales que ha explicado el presidente de la República?
Luce una organización en plena pasividad, y sus dirigentes más encumbrados parecieran estar ocupados de resolver los asuntos relacionados con las posiciones en la próxima administración gubernamental.
Quizás convenga al PRM, en tanto de partido de gobierno, reflexionar sobre su papel de brazo político del gobierno. La historia dominicana, por sólo citar un caso, enseña que jugar desde un partido a ser gobierno y oposición al mismo tiempo no conduce a nada bueno. Se supone que ha lecciones aprendidas.
Hay que admitir que al PRM le pasa lo mismo que a otras organizaciones políticas de relevancia, como el PLD y FP, que se han ocupado de renovar su dirección y están haciendo análisis sobre resultados electorales y nuevos pasos a dar para recuperar posiciones perdidas. En el caso del PRM hay poca información sobre la renovación de su liderazgo o que, siendo la primera fuerza política del país, esté empujando las reformas lanzadas por el presidente de la República.
Por las reacciones que se han presentado al paquete de reformas constitucionales del presidente, parece que el Congreso Nacional que se instalará el 16 de agosto pudiera aprobar unas cuantas de las reformas, pero rechazaría la relacionada con la reducción del número de diputados, de 190 a 137. Y los hay, incluso, quienes anuncian su rechazo a las intenciones de revitalizar la labor legislativa, dotándola de algo más de la credibilidad que le han podido aportar los señores legisladores.
Una posibilidad es que el presidente de la República, como cabeza y protagonista del paquete de reformas, utilice las fuerzas políticas con las que cuenta, y además sume aliados y pacte con sectores sensatos, que validan sus reflexiones y recomendaciones para adecentar la vida pública y política de los creadores de leyes y políticas públicas.
Queda poco tiempo para hacerlo, porque el viernes se instalará el nuevo gobierno, el presidente tiene aún que anunciar las nuevas designaciones que tiene pendiente para la nueva administración, y tendrán que pasar algunos meses, no semanas, para que la reforma constitucional se adopte y se promulgue, y para que lleguen los demás proyectos -incluyendo las reformas laboral y fiscal-, y se discutan y acuerden alianzas de sectores sindicales, empresariales, académicos, comunitarios y de sociedad civil.
Ello implica reducir el pretendido poder político de los caciques legislativos, racionalizar la labor congresual y permitir que las cámaras adquieran un poco más de credibilidad frente a una sociedad ya cansada de los engaños y estafas políticas.