Abel Martínez Durán, alcalde de Santiago y candidato presidencial preseleccionado por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), tiene graves problemas en su campaña electoral.

Ha sido un buen alcalde, mantiene limpia la ciudad de Santiago, y utiliza sus éxitos municipales para proyectar su eficiencia administrativa. 

Martínez Durán es un joven político, que ya fue legislador y presidente de la Cámara de Diputados, siempre obediente a los dictados de su organización, y pudo mantener la gobernanza de un organismo complejo, donde hay mucha presión y se reúne la mayor cantidad de organizaciones políticas.

Sin embargo, hay serios problemas para las aspiraciones del joven encargado de preservar las ansias de poder del PLD y de sus cuadros y militantes.

El primero de ellos es que ningún alcalde ha logrado alcanzar la presidencia de la República. Es posible que él rompa esa terrible tradición. El alcalde que estuvo más cercano al poder fue José Francisco Peña Gómez, quien había gobernado la capital dominicana, y luego aspiró a la presidencia en 1994 y en 1996, y en ambas ocasiones Joaquín Balaguer primero, y Leonel Fernández después, en consecutivos procesos electorales, lo derrotaron.

La alcaldía más importante del país es la del Distrito Nacional. Santiago es una gran ciudad, pero está encabezando la región del Cibao y no llega, en relevancia ni en conocimiento al nivel de la capital. Por tanto, ser el buen alcalde de Santiago no alcanza para la promoción de una candidatura presidencial en todo el territorio nacional.

La otra cosa que perjudica a Abel Martínez es que su contendiente Leonel Fernández, ahora encabezando la Fuerza del Pueblo, anda detrás de los cuadros, militantes y simpatizantes del PLD, que es el partido que postula a Abel. Las dudas son muy obvias: ¿Cuál es el segundo partido del país, después del PRM, el PLD o la FP? La impresión que va quedando luego de conocidas varias encuestas es que FP ha destronado al PLD del segundo lugar. Y ningún partido con una tercera posición electoral logra ganar unas elecciones, salvo que sea en Haití, donde el Partido de los Calvos, de Michel Martelly, quedó en tercer lugar, pasó a un balotaje y ganó las elecciones presidenciales.

La candidatura de Abel Martínez podría ganar buena simpatía en el Cibao, pero con la región norte sola no se gana una elección. Y Abel tiene el inconveniente de que el presidente Abinader y su gobierno han realizado un buen trabajo en esa región, y luce que las simpatías de los cibaeños siguen siendo para las candidaturas del PRM y no para el PLD.

Perjudica la buena imagen de Abel el hecho de que las principales figuras del PLD están siendo sometidas a la justicia, bajo acusaciones complejas y cargadas de pruebas. Eso ha sacado de quicio a los peledeistas, y hasta el propio presidente del partido, y ex presidente de la República, ha tenido que salir del país por razones de salud, y es poco el apoyo que hasta el momento ha ofrecido al alcalde de Santiago.

Una candidatura presidencial requiere de la adhesión de algunos pesos pesados de la economía, del empresariado, de la política y del mundo fáctico eclesial y sociedad civil, que aunque no es muy explicito cuando se le necesita, ofrece señales y da indicios de que un candidato tiene simpatías y se le reconocen ciertas condiciones.

Abel tiene una tasa de rechazo menos poderosa que Leonel Fernández, pero en la administración de la imagen, en el rejuego mediático y en los cruces de palabras parece que Leonel le lleva la delantera a su antiguo pupilo.

Que nadie se sorprenda, pero al alcalde de Santiago podría írsele complicando la posibilidad de proyectar mas y mejor su candidatura y conseguir adhesiones para su postulación. Son cosas de la política y de la imagen que la gente va dejando en el desempeño de su vida pública.