Ciudadanos y autoridades estaban informados sobre el fenómeno de lluvia que tendríamos el fin de semana que acaba de finalizar. La Dirección Nacional de Meteorología hizo lo que estaba destinada a hacer. Pero los viernes son sagrados y todo el que debía ocuparse de tomar medidas preventivas las echó a un lado.

El viernes en la tarde la lluvia se hizo presente. La oscuridad llegó más temprano que la noche y las lluvias acompañaron a la ciudad de Santo Domingo y algunas de las provincias y municipios que ya se encontraban en alerta roja y amarilla. El viernes es el día más poderoso de la semana, especialmente en horas de la tarde y la noche, porque el sábado se tiene para el descanso y para los asuntos no laborales.

Nos olvidamos de los efectos del cambio climático. Las propias autoridades se recogieron temprano. Difícil encontrar agentes policiales de DIGESET, mientras la lluvia se expandía. En muchos lugares, incluyendo el gran Santo Domingo, amaneció lloviendo. El sábado en la mañana acampó brevemente, hasta pasado el mediodía, y eso reafirmó la desatención al fenómeno al que nos exponíamos.

La saturación de los suelos se produjo por los lluvias del viernes y la madrugada del sábado. Las crecidas de los ríos en las provincias del este y del nordeste, y algunas del sur también estuvo como advertencia. En la tarde la lluvia no se detuvo y calló sobre el país más agua que nunca antes en toda la historia meteorológica, de acuerdo con Gloria Ceballos, la director de Meteorología.

Pese al clarísimo indicio de que el 4 de noviembre de 2022, cuando la lluvia provocó tragedias sociales y personales en Santo Domingo, la gente salió a las calles y una parte de las autoridades se guarnecieron. La ciudad se inundó y era imposible transitar por sus vías. Algunas avenidas se convirtieron en ríos y las carreteras se convirtieron en lugares altamente peligrosos.

La tragedia de la caída de siete losas del túnel de la 27 de Febrero con Máximo Gómez fue lo más doloroso. Numerosos autómoviles quedaron atrapados bajo el concreto, además de que la vía se inundó y el nivel del agua sobrepasaba la altura de los vehículos. Por lo menos 9 personas fallecieron con la caída de las losas en la 27 de Febrero. En total se ha reportado la muerte de 22 personas como consecuencia de este fenómeno lluvioso. Y no paremos aún de contar. La historia podría ser peor.

El gobierno ha anunciado medidas de apoyo y auxilio a las personas más afectadas. Algunas tragedias son verdaderamente dolorosas, como las casas, residencias, parcelas, conucos, destruidos por riachuelos, cañadas. Avenidas que se convirtieron en ríos en medio de la ciudad y arrastraron automóviles, motocicletas y todo cuanto encontraban a su paso. Muros de concreto que se derrumbaron por el efecto y el peso de las aguas, y dieron paso a inundaciones impensadas. Una verdadera hecatombe sobre la ciudad de Santo Domingo y otras ciudades y comunidades.

El gobierno ha suspendido la docencia hasta el miércoles. Los hospitales y el Servicio Nacional de Salud han aumentado su capacidad de atención. Las EDES han reactivado sus equipos de emergencia para restablecer la energía. La Policía Nacional y el Ministerio de Defensa han puesto sus recursos para actuar en protección de la ciudadanía donde sea necesario. La Defensa Civil y el Centro de Operaciones de Emergencia están ocupados con los apoyos que el gobierno está brindando a los refugiados y desahuciados por las aguas torrenciales.

Un fenómeno como este no era previsible. Tampoco lo era el fenómeno del 4 de noviembre del pasado año. Hace falta tomar medidas preventivas. Establecer muros de contención resistentes en lugares en donde antes hubo cañadas y riachuelos. Hay que construir edificaciones que no se inunden en sus parqueos subterráneos. Hay que reforzar los muros construidos con blocks para contener las aguas, porque no funcionan y representan un altísimo riesgo.

La Autopista Duarte, una gran vía de alto tráfico, quedó interrumpida en ambas direcciones la tarde y noche del sábado. Tremenda tragedia. No hubo autoridad, agente policial, equipos de apoyo y destape que auxiliara a los miles de ciudadanos que entraban y salían de la cuidad. Era imprevisible una cantidad de agua como la caída y una saturación de los suelos en extremo. Pero esta es una lección que debe preparar a las autoridades y a la ciudadanía para que no volvamos a padecer tragedias como la que acabamos de sufrir.

Las edificaciones que se construyen en la ciudad están obligadas a llevar filtrantes y desagües amplios, consistentes, que protejan las bases de las edificaciones y que impidan que las calles se conviertan en peligrosas riadas, como hemos visto que ha ocurrido. Que nadie pierda sus automóviles ahogados por las aguas en un estacionamiento que es propio. La gente cuando adquiere viviendas también debe evaluar que los lugares donde compren no sean posibles de inundaciones.

Y muy especialmente, que el país tenga equipos de emergencia, con personal y tecnología para ayudar rápidamente a las personas en necesidad, y que el apoyo sea oportuno. Los recursos tienen que aparecer. El gobierno esta en el deber de evaluar, con especialistas, las medidas preventivas a tomar en situaciones como las que acabamos de vivir, para reducir los daños y que las tragedias no sean tan dolorosas.