“Winter is coming”, es una frase que se popularizó gracias a la serie Game of Thrones. La misma, sin lugar a duda, es la más conocida de la serie que, aunque tiene distintos significados es primordialmente conocida como el emblema del STARK HOUSE, indicando o alertando que el peligro se aproxima. La célebre frase en español sería “el invierno se acerca”, que quizás sea la misma que se escucha una y otra vez a medida que llega el invierno en Europa.

¿Por qué decimos eso?, pues sencillamente debido a que a pesar del más reciente comunicado de la empresa FEDEX, la compañía de transporte expreso más grande del mundo que exhibe un débil crecimiento, además del reciente desplome de los precios de los fletes a nivel mundial llegando a niveles inferiores a los del año 2019 (prepandemia), son un reflejo del desaceleramiento del intercambio comercial global. La realidad es que, en el caso particular de Europa, los precios del gas natural dependerán más allá de la estabilidad mundial de finales del 2022 y principios del 2023, de manera que su suerte dependerá de sus consumidores, y más aún del invierno.

Las empresas europeas están comenzando a reducir el uso de gas natural, pues el continente intenta alejarse de la energía rusa, con la esperanza de que los consumidores sigan su ejemplo. Todo originado por las represalias tomadas por Rusia en la medida en que los países occidentales canalizaban apoyo militar y financiero a Ucrania. Así, en los últimos meses los rusos han cerrado a esa región distribuidoras de gas natural y en otros casos disminuido su distribución. Frente a la perspectiva de aún más recortes este invierno, Europa ha estado buscando cómo reducir el uso de energía, y aunque las empresas ya están tomando las riendas, los hogares podrían ser otra historia.

Tratando de ser precavidos ante lo inesperado, las empresas de servicios públicos de Europa están empezando a ver lo que describen como una disminución de aproximadamente el 15% interanual en la demanda industrial de gas en países como Francia, Reino Unido, Holanda, Bélgica e Italia. En el caso particular de Alemania, en el mes de agosto el consumo de energía registró una disminución del 22% en comparación con el promedio de ese mes del 2018-2021. Ahora bien, el verdadero reto será en torno a los consumidores de si asumirán o no esa misma tendencia, debido a que gran parte del uso de gas de los consumidores se utiliza durante el invierno, cuando realmente tienen que calentar sus viviendas.

Ante esta situación, muy bien se podría tomar el análisis de datos como una herramienta para tratar de predecir la dinámica oferta/demanda en la región durante los meses de invierno, aunque los resultados serían inconclusos, dado que la invasión rusa a Ucrania comenzó a fines de febrero, hacia fines del invierno, por lo que tanto los académicos, analistas de energías y otros expertos en el sector que siguen de cerca el tema, no tienen claro aún cuál será el comportamiento de los consumidores a medida en que se acerque el clima más frío.

Ya en julio, la Unión Europea presentó un plan en el cual básicamente decía que los países miembros de la Unión Europea deberían reducir el uso de gas en un 15 % durante los meses de invierno. Para que los hogares realmente alcancen ese objetivo del 15 % en la reducción de gas, en realidad se estima se necesitaría reducir la calefacción de los hogares en unos 2-3 grados Celcius.

Precisamente, al concluir esta semana, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, presentó un paquete de medidas obligatorias, en un esfuerzo por garantizar la supervivencia energética de la región.

La UE está hablando de que sus estados miembros lleguen a algún tipo de acuerdo a fin de limitar el uso de electricidad en un 5 % durante las horas seleccionadas de uso pico y hasta un 10 % durante los meses de invierno que, como dijimos, es cuando el uso de energía es más elevado.

Y el peor de los casos sería que Europa no cumpla con esos objetivos de reducción y de hecho tenga una escasez, lo que significaría que los gobiernos tendrían que racionar la energía; esencialmente elegir qué consumidores o empresas y qué industrias realmente obtienen ese gas u otros tipos de energía que necesitan. Y aplicar esas reducciones involuntarias podría ser mucho más dañino para las personas y las empresas en todo el continente.

Dada las inusuales circunstancias, que van más allá de los precios, oferta y demanda, y tomando en cuenta que nuestra matriz energética depende de más del 40% del gas natural, lo más sano sería estudiar otras alternativas, pues con un intenso invierno en Europa, más que con una problemática de precios, estaríamos lidiando con dificultades de abastecimiento.

De momento, en un abrir y cerrar de ojos, tanto a nivel global como de manera particular en la República Dominicana, el consumo de energía podría pasar de ser un derecho fundamental social y económico a ser un privilegio.