Las corridas bancarias han sido un problema recurrente en la historia financiera. Ejemplos de ellas son las ocurridas durante la Gran Depresión del año 1929, la crisis bancaria sueca de 1990, la financiera de Asia del 1997 y por último la europea del 2011. Como una forma de prevenir este fenómeno, se han creado medidas necesarias a lo largo del pasado siglo, como la protección de los depósitos y la supervisión bancarios, justamente con el objetivo de evitar este tipo de crisis.
No obstante, en las últimas semanas hemos sido testigos de una serie de eventos en el sector bancario que han llevado a una corrida en varios países. El detonante inició con Silicon Valley Bank; rápidamente continuó con Silvergate Bank y Signature Signature Bank.
Así las cosas, existe una corriente de pensamiento que entiende que el colapso de las entidades bancarias señaladas ha sido un fenómeno limitado a bancos regionales; sin embargo, ante el fallo de pretender acaparar más capital, hace dos semanas que el principal banco suizo, Credit Suisse, con activos valorados en más de US$500 mil millones, fue absorbido por la gigante firma financiera UBS.
Precisamente, meses atrás comentábamos en nuestra entrega "Los fantasmas del 2008, que no estaba muy lejano el colapso de Credit Suisse y Deutsche Bank. En el primer caso, como vemos, tuvo que ser "rescatado", y en el segundo, sin tratar transmitir ningún sensacionalismo, se apunta a que el principal banco alemán corra la misma suerte. Al menos, así lo interpretan sus credit default swaps con su cost mas alto en los últimos 4 años
Es evidente que los momentos de incertidumbre prevalecen. Ahora bien, nos preguntamos: ¿cuál ha sido el catalizador de este agrio fenómeno? Diríamos que no hay una respuesta única, aunque se pudría señalar desde ausencia de transparencia en unos casos, falta de regulación e incluso malas decisiones, como ha salido a la luz pública en el caso de SVB y Credit Suisse.
Por igual, hay que recalcar lo que hemos expresado en estos últimos meses: el cambio de postura de la política monetaria en las principales instituciones bancarias centrales del mundo, pero sobre todo de la Reserva Federal en los Estados Unidos, con justificación, pero que generaría consecuencias. Precisamente, las fluctuaciones en los tipos de interés han sido uno de los catalizadores de las corridas bancarias.
Una verdad incómoda actualmente es que los bonos norteamericanos de 1 año (Treasury Bills), que se asumen con mucho menos riesgo, representan un mejor retorno (alrededor del 4.50 %) que el retorno de los bancos norteamericanos a los depositantes.
El contexto macroeconómico actual incentiva a mover efectivo de los bancos de los EE. UU. a bonos "gringos”. Viéndolo así es de suma importancia señalar que antes el más reciente aumento de la TPM en 25 puntos básicos (0.25%) por parte de la Reserva Federal, todo indica que la postura monetaria no cambiará, y que aún con los más recientes percances, la prioridad seguirá siendo la mitigación de la inflación.
¡La suerte está echada!