En un artículo anterior, publicado justo el día antes de que se anunciara el aumento del salario mínimo de 15% para el próximo abril, se mostró que tomando como base el salario mínimo de enero 2011 la serie histórica de salarios mínimos siempre superaba la serie con el valor indexado. Entre la administración anterior y la actual, en consecuencia, no se notaba una clara distinción entre las actuaciones del Comité de Salarios, la entidad encargada de administrar este precio socialista en procesos donde participan trabajadores, empresarios y funcionarios.
En ambas administraciones es obvio que se tomaban en cuenta las variaciones en la inflación, dato que calcula el Banco Central con metodología replicable y auditable, con las de la productividad global por sectores, un dato que es, en versión resumida, uno de los tantos trucos de baraja en el maletín mágico de los economistas.
En la gráfica se muestra el porcentaje en que los ajustes del salario mínimo están por encima de la inflación acumulada hasta el pasado mes (febrero 2023). La relación entre el salario mínimo y el indexado para zonas francas y grandes hoteles o empresas, incorporando la información a febrero, muestra que es consistentemente mayor que uno en todas las líneas y con tendencia a subir. De manera que ambas administraciones pasan la prueba del poder de compra del salario. No hay forma de sacar mucho filo político mostrando que existe hoy una clara distinción en las decisiones de lo que era un comité tacaño con los trabajadores contra uno hoy de corazón bondadoso.
Ahora bien, la nota de prensa del anuncio del aumento del 15% del salario apunta a una intención de diferenciarse mostrando la relación entre el salario mínimo y el costo de la canasta básica para el quintil más pobre de la población (justo lo que iba a ser la continuación del artículo), pero solo para las empresas no sectorizadas. Zonas Francas y turismo quedan excluidas porque, ¡vaya!, se reconoce que afectaría la competitividad de estas empresas para exportar y atraer turistas que, en consecuencia, provocaría desempleo. Es decir, con las que están vinculadas al comercio global si ocurriría lo que la ciencia económica explica en la ley de oferta y demanda de salarios: un precio de control por encima del nivel de equilibrio provocara que más personas buscarán entrar en las actividades, pero menos plazas estarán disponibles porque algunas no son rentables al nuevo salario.
Con la canasta básica tenemos la situación que para la serie desde el 2011 hay dos. La que estaba en vigencia durante la administración anterior duró justo hasta un mes después del traspaso de mando y en la gráfica esta es la relación entre el salario mínimo y la canasta del primer quintil. La de las empresas grandes es mayor que 1 y para los grandes hoteles y las zonas francas la relación terminó en 0.8%.
El valor de la canasta del primer quintil terminó en 15,110 pesos en septiembre 2020 donde la base era diciembre 2010 y se componía de 305 bienes y servicios. Con la nueva, de 364 artículos, el valor para octubre fue 21,512 pesos. Una forma de comparar el porcentaje en que se compra la canasta es aplicar al valor de cierre (15,110) la tasa de crecimiento por mes de la nueva canasta. Esa relación muestra de nuevo muy poco cambio entre ambas administraciones hasta el último aumento, excepto para las empresas medianas en vista de la reducción en el margen que separaba ese salario de las grandes.
Con el aumento anunciado para abril de 15% la relación entre el salario mínimo y el costo de la canasta básica si se acercará más al 100% para las empresas no sectorizadas. En el supuesto de que la inflación de marzo sea cero y el valor de la canasta básica sea igual a la de febrero la comparación entre septiembre 2020 y abril del 2023 sería como se presenta en la tabla, con el mismo supuesto se construyó la gráfica (al valor final de la canasta anterior del primer quintil se multiplica por la variación mensual de la canasta de la nueva para ese mismo quintil).
En las empresas no sectorizadas las grandes y medianas sobrepasan el costo de la canasta básica, al cubrir el 131 y 120%, mientras las pequeñas pasan de 71 a 81%. En las empresas sectorizadas, sin embargo, el aumento lo que hace es mantener en similar magnitud la proporción de septiembre de 2020. ¿Qué quiere decir eso? Que ambas administraciones tenían en cuenta más la competitividad del sector, variable que se manifiesta de forma rápida en cancelación de órdenes de compra y de reservaciones de hoteles ante aumentos de los costos, que el porcentaje de compra de bienes y servicios locales de una canasta cuya adquisición bien puede el extranjero argumentar que no es su problema. ¿Por qué tienen sectores no integrados a la economía mundial produciendo para el mercado interno bienes a precios más caros que en otras economías desde donde pueden importar? ¿Por qué tengo que comprarles los trajes de baño más caros si los estudiantes en el receso de primavera compran de similar calidad el más barato?
En la última columna del cuadro hay un dato inquietante para las intenciones de afirmar se legisla por salarios compren más de la canasta básica que antes. Me luce que faltó jugar el papel de “abogado del diablo” para contar lo siguiente. El Banco Central hizo publica la nueva canasta a la salida de la pasada administración con un costo para el primer quintil de 21,512 pesos (contra 15,110), que para febrero alcanzó 25,928 pesos. Los economistas de partidos de oposición a quienes se les atribuye tener un comité de salarios “más inclinado a los intereses del gran capital” bien pudieran argumentar que el denominador para ver la relación salarios/canasta debe ser ahora ese último valor. En este caso, el porcentaje que se adquiere de la canasta básica es solo mayor para las empresas grandes y medianas. En todos los demás cae con relación a lo que se adquiría del valor de la canasta conocida en ese momento y que, por lo tanto, no sería válido considerar una equivalencia.
Me parece que se le ha dado un palo a un panal de avispas al traer al salario mínimo a las competencias de fotos datos estadísticos. En este, repito, no había necesidad, ha sido una necedad. Si de algo podemos estar contentos los dominicanos es que aprendimos hace mucho que los controles de precios no funcionan. Tenemos libertad de formación de precios en tasas de interés, en divisas, en el 90% de los bienes y servicios que recopila el Banco Central para la canasta básica más en la de aquellos que investiga para construir las series del Producto Interno Bruto. También en el 99% de los honorarios profesiones u oficios liberales. A esto se sumaba, parece que hasta la semana pasada, un salario mínimo que se buscaba mantener en los niveles que menos distorsionen el mercado laboral.