En la vida todo se traduce en función a las expectativas, las cuales previos a las elecciones de medio término en los Estados Unidos. apuntaban en la gran mayoría de las encuestas y analistas a la gran “ola roja”, refiriéndose a una contundente victoria por parte del Partido Republicano, tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado. Muchos vaticinaron hasta una mayoría neta de 40 representantes y 54 senadores.
Sin embargo, la historia ha sido otra. Para sorpresa de muchos, incluyendo a los mismos demócratas, todo proyecta que éstos mantendrán el Senado, incluso añadiendo un senador; claro, esto dependiendo de los resultados del estado de Georgia, que concurre a una segunda vuelta en la primera semana de diciembre. Entretanto, en lo que a la cámara de representantes se refiere, todavía está por verse quien terminará con la mayoría.
Ahora bien. Independientemente del resultado final, este será el mejor desempeño en las primeras elecciones de medio término para un presidente demócrata, en los últimos 40 años con la menor pérdida de representantes, y a la vez con el mejor desempeño electoral en términos de gobernadores desde 1986.
Los resultados electorales del reciente transcurrido proceso en EE. UU. nos dicen muchas cosas, pero lo que más llama la atención es que, con la inflación más alta en 40 años, un mercado bursátil en descenso, tasa de interés más elevada en los últimos 20 años, un presidente con la más baja aprobación desde Harry Truman, con el “consumer sentiment” más bajo de la década y que aun así el Grand Old Party (GOP), no pudo lanzarse con una victoria holgada como se esperaba, es para estos preocuparse.
¿El porqué de este pobre desempeño? En nuestra opinión, existen muchas razones, entre ellas el tema del aborto, que fue sin lugar a duda, el factor de movilización más importante para los demócratas, como el gran apoyo de los jóvenes, donde un 63%, entre la edad de 18 a 29 años favoreció al Partido Demócrata, al igual que el alto rechazo a la figura del expresidente Donald Trump. Precisamente, el editorial del pasado miércoles del Wall Street Journal, titulado “Trump, el gran perdedor en el Partido Republicano”, reseñaba que había recibido derrotas políticas ya en el 2018, 2020, 2021 y ahora en el 2022. El efecto Trump falló en las urnas en estados que eran claramente favoritos para su organización política, como el caso de Arizona con Blake Masters, y Mehment Oz en Pensilvania. El editorial concluye diciendo que Trump pregonaba antes de las elecciones: “Vamos a ganar tanto, que nos cansaremos de ganar”. “Tal vez los republicanos están cansados de perder”, concluía el editorial.
No obstante, una de las pocas luces para el GOP, son los resultados obtenidos en la Florida, donde su gobernador, Ron DeSantis se reeligió con más del 59% de los votos emitidos, aventajando a su opositor demócrata con más de un 1.5 MM de sufragios. DeSantis pudo obtener más del 57% del voto latino, y por primera vez, desde el 2002, un republicano obtiene el condado de Miami-Dade, donde el 70% de su población es latina. Estos resultados, sin lugar a dudas, lo perfilan como un potable candidato a la presidencia en el 2024, aunque habría que ver, dada la homogeneidad del voto latino; si el mismo se traduciría a las elecciones presidenciales.
Es de observar que es muy común que, ante cualquier revés electoral, surja la búsqueda de chivos expiatorios. Habría que ver a quién o a quiénes se intentaría cargarle el muerto, aunque de todas maneras la realidad es que ha sido un mensaje en voz alta en contra del extremismo, la intolerancia, la retórica y el autoritarismo. No es coincidencia, aunque sí es de resaltar, que es la primera vez desde el 2002 que el partido de un presidente en ejercicio, en unas elecciones de medio término, recibe más del 50% de los votos de los independientes.
Los resultados de las elecciones que acaban de pasar en EE. UU. conllevan a una lectura especial, como me comentaba un gran amigo, en el sentido de que ningún extremo es bueno, ya sea en el utlraconsersevadurismo acompañado con sus numerosas teorías de conspiración, así como en la extrema izquierda con su lema “defund de police”, que de hecho por poco le cuesta las elecciones al Partido Demócrata en el 2020, pues los Estados Unidos no es país de extrema izquierda y mucho menos de extrema derecha, sino que es un país de centro y moderado. Estos resultados, me atrevería decir que inclusive se extrapolan a nuestro país, donde tenemos que entender, tarde o temprano, que los votantes buscan concertación, moderación; no se trata del que hable más “duro” ni del que haga más bulla en las redes sociales. Las elecciones no se ganan en Twitter. Los radicales no son mayoría, los extremos no son prácticos en el mundo real, y la sociedad lo sabe.