Producto de las responsabilidades laborales, a través de los años nos ha tocado darles seguimiento a los precios de los distintos tipos de energía. La idea siempre ha sido identificar tendencias y trazar proyecciones, aunque como en todo existen anomalías, componentes que distorsionan los costos más allá de la oferta y la demanda, ya sea por un imprevisto, factor político o por manipulaciones de los mercados.

Ese es el caso en la actualidad del gas natural, pues al estudiar su comportamiento nos encontramos que hoy las estadísticas tienen una historia fascinante que contar y que hay desafíos para interpretarlas.

Es de conocimiento general, la gran dependencia de Europa del gas natural que en el contexto histórico en que se vive en esa región va más allá de una simple anomalía o como dicen los econométricos, es un “outlier”.

En las pasadas dos décadas es de notar que el gas natural generalmente se vende o cotiza a un precio premium en Europa, por encima del precio en los Estados Unidos. A simple vista notamos que no existe mucha discrepancia en la dependencia de ese combustible en países como Alemania, en un 15% de toda su energía, Reino Unido en alrededor del 30%, al igual que Francia en un 20%. Cuando extrapolamos esta realidad a los EE.UU., el mismo consumo de acuerdo con cifras del U.S Energy Information Administration (EIA), un 37% de toda la energía eléctrica consumida, tiene como fuente el gas natural.

A pesar de existir en todos esos países una proporción relativamente razonable de gas natural en su matriz energética, en el momento el “spread” entre el gas natural líquido en el Henry Hub de N.Y. y los puertos de Europa es superior a los US$41/MMbtu. Obviamente que de inmediato surge la pregunta de ¿por qué este astronómico diferencial?

Veamos. Existe una frase que dice: “El diablo está en los detalles”, y es que contrario a EE. UU., Europa, a raíz del pico de la producción de gas natural proveniente del Mar del Norte a finales de la década de los 70s, ha mantenido desde entonces una gran dependencia de sus importaciones de Rusia, hasta de un 40%. Vistas las cosas así, debemos concluir entonces en que todo se debe a la invasión rusa a Ucrania.
Sin embargo, hay más de ahí.

Pues bien. Como era de esperarse, como un arma geopolítica, las exportaciones de Rusia a Europa han disminuido desde su pico en junio del pasado año en alrededor de un 60%. Este vacío se ha tratado de llenar y diríamos que con cierto éxito con exportaciones de GNL, desde los EE. UU., cambiando la dinámica de la exportación de este país de un 15% a un 60% de su producción.

Tomando ese panorama en cuenta, ahora estamos llamados a sumarle el reporte de avería en las plantas nucleares de Francia, que funcionaban como contrapeso en la matriz energética del país europeo; además, y creemos que es de mucha relevancia, el cierre de la Freeport en EE. UU., que es la segunda más grande terminal de gas natural de manera indefinida, implica que más gas natural se concentra en los Estados Unidos., y menos disponibilidad para exportar.

A todo eso, Alemania, aprendiendo de sus errores del pasado, de forma agresiva busca abastecer sus almacenamientos de gas natural en más de 75% de su totalidad, suerte que no tiene el Reino Unido que depende más de “buy as you need”, producto de su inferior infraestructura de almacenamiento, dependiendo más de los gasoductos.

Desde el punto de vista de las divisas, al dólar fortalecerse ante el euro, esto encarece las importaciones a la región euro. A fin de tener una idea es de señalar que la producción de electricidad en Europa, equivalente en un barril de petróleo, oscila entre los US$600-1000 por barril.

Volviendo al gas natural, lo anterior facilita al arbitraje más grande que la historia jamás haya visto, donde la compra GNL transportado en un tanquero de los Estados Unidos a Europa reporta beneficios de alrededor de los US$200MM.

Es muy oportuno observar que nos acercamos al invierno, momento en que la presión de esos precios apunta a sentirse en Occidente, tomando en consideración que nuestra matriz energética en la República Dominicana depende en un 40% del gas natural, y aún ante la acertada y oportuna cobertura, un seguro (opciones) del 40% de nuestra importación para el 2023; quedará a la suerte de los precios el otro 60%. Son datos que debemos observar para nuestra estrategia del 2023, y de esa manera no caer en la improvisación, que al final nos resulta mucho más costoso.